Emigrar es como morir un poco, aunque signifique una nueva vida, quizás mejor que la que se deja. La muerte es ausencia de quien muere. Emigrar es ausentarse, dejar de estar, de verse, de sentirse, aunque en estos tiempos de la virtualidad, se esté presente, nos veamos, nos sintamos de otra manera; pero nunca será igual que estar. Emigrar es dejar.
Al emigrar dejamos familiares, amistades, quizás mascotas, espacios, momentos que fueron nuestros. Dejamos parte de nosotros. Nos llevamos recuerdos (en la memoria) pero queda la calle, el árbol, el pasillo, la silla, el cuadro, el adorno aquel, la luz del día, el clima, los olores, lo que no pudimos llevarnos y hubiésemos querido. Emigrar es dejar.
Emigrar y el (des)apego
Emigrar obliga a enfrentarse al apego o, lo que es peor: a las dificultades del desapego. Dejar duele. Inclusive a personas privilegiadas que emigran llevándose (casi) todo lo que le pertenece en containers pero ese no es el caso que me ocupa. Tampoco quienes emigran con lo mínimo: lo que tienen puesto y, acaso, algo más. Los que emigran por tierra o mar, lo hacen casi que solo con su cuerpo. Acaso un pequeño alijo, algo para comer durante la interminable, enigmática, travesía.
Los emigrantes pobres no tienen opción de experimentar las dificultades de desapego, su mayor tristeza es por la familia que dejan. La prioridad de los que se van con riesgo de convertirse en parias de la tierra, es irse. Se van con el ansia de llegar, por tierra o por mar, a donde quieren ir. Probablemente, nunca lleguen. Por tanto, lo material que lleven o dejen, poco importa.
La dificultad, el dolor de desapegarse de las cosas, es cuando hay opción de llevar algo con nosotros pero no podemos. Es un conflicto no solo de la emigración pero es en ese caso cuando más duele. Emigrar es dejar . Y, muy posiblemente, más nunca recuperar. También se deja cuando se viaja por un tiempo preciso o nos mudamos de casa. En todas esas situaciones descubrimos lo mucho que acumulamos, lo fuerte del apego.
El apego
Cuando decimos apego solemos pensar en objetos, quizás por ser lo más simple, superficial, entre lo que nos cuesta dejar. También podemos sentir apego por lo que es parte de nuestra historia, aunque lo llevemos en la cabeza y en el corazón. Son los elementos de nuestra identidad, lo que somos… o fuimos. Un rasgo de algunos emigrantes es la renuncia a todo, hasta a que era, su forma de ser. El síndrome del camaleón. Pero hay una tendencia al apego material: los objetos.
También hay dificultad en dejar a personas de nuestro afecto, animales, espacios. Inclusive, hay quienes se apegan al tiempo: se niegan a pasar a otra etapa y hay quienes se apegan a los traumas, las crisis personales. Les cuesta salir de ellas, superarlas. Todo ello tiene que ver con el apego, con no querer/poder desprenderse de algo. Pero, como decía, lo más frecuente es apegarse a los objetos, por lo que ellos representan y porque, a pesar de las dificultades de dejarlos, es más fácil hacerlo emocionalmente. Duele menos
Dejar al emigrar y encontrar
Emigrar es mucho más que mudarse de un sitio a otro. Es emprender una suerte de aventura donde se puede ganar. De hecho, se gana porque se logra algo que se ha decidido, irse-llegar. Pero también se puede perder. De hecho, se pierde porque se deja un espacio, una cultura que era nuestra y aunque volvamos, no la veremos, no nos sentiremos igual. Seremos otros. Pérdida más grande que esa solo es la de un ser muy querido.
Con la emigración podemos conseguir mejores condiciones de vida, comenzando por un trabajo bien remunerado. No necesariamente el trabajo que se quería. Hay que aceptar lo que haya. A veces, muy distinto a lo aspirado. Hay que resignarse, reinventarse. La mayoría de quienes emigran tienen que someterse a numerosas pruebas laborales, algunas infames, hasta llegar a lo que aspiran,si es que lo logran y si esa aspiración va más allá de lo económico.
Emigrar, para la mayoría, es una lucha constante, También, por supuesto, hay casos exitosos desde el principio o poco después de emigrar, pero son menos que los otros.
Al emigrar aunque no se consiga lo que se aspiraba antes de viajar, siempre está la ilusión y el quehacer cotidiano que permite pensar que algún día se logrará. Mientras tanto, se logran metas menores. Instagram se encarga del resto.
Cuando se emigra, se deja lo irrecuperable, por lo general, objetos, cosas materiales. Lo demás puede reencontrarse, sobre todo lo que amamos, lo que se considera de uno, aunque lo veamos distinto. Y es que si, emigrar es como morir un poco pero también otra manera de vivir.
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Leoncio Barrios | @Leonciobarrios
Fuente de esta noticia: https://efectococuyo.com/opinion/emigrar-es-dejar/
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