No recuerdo la primera vez que escuché las palabras «teología bíblica». Pero sí recuerdo la primera vez que un profesor trazó un tema a través de las Sagradas Escrituras y lo relacionó con Cristo y la iglesia. Me pareció fascinante.
Crecí en un ambiente dispensacionalista, por lo que no me resultaba natural leer la Biblia como un todo, leer el Antiguo Testamento a la luz de Cristo y Su obra. Quizá por eso me apasiona tanto leer los dos testamentos en conjunto.
La teología bíblica abarca el plan de redención de Dios desde el Génesis hasta el Apocalipsis. Estudia la trama de las Escrituras, hace un inventario de sus temas y observa cómo estos se entrelazan entre sí para culminar finalmente en Cristo y la nueva creación. En las últimas tres décadas se han escrito muchos libros sobre teología bíblica. Pero, por mucho que disfrute leer estos libros y escuchar sermones sobre teología bíblica, no encuentro muchos recursos que instruyan a la iglesia sobre cómo «hacer» teología bíblica.
La buena teología bíblica es textual y siempre se fundamenta en la Escritura
Una teología bíblica sólida siempre está unida a la Escritura, porque la teología bíblica evita conexiones artificiales que pueden llevar a conclusiones teológicas extrañas o espurias. La buena teología bíblica es textual y siempre se fundamenta en la Escritura. Una forma saludable —quizá la mejor— de hacer teología bíblica es seguir el ejemplo de los apóstoles y examinar cómo estos vinculaban el Antiguo Testamento a su discurso. Una vez que descubrimos estos vínculos bíblicos internos, podemos construir orgánicamente sobre ellos.
Examinemos el conocido pasaje de Lucas 2:32 («Luz de revelación a los gentiles, / Y gloria de Tu pueblo Israel») como caso de estudio para hacer buena teología bíblica y descubramos cuatro principios importantes.
1. Busca citas y alusiones del Antiguo Testamento
Los apóstoles citan el Antiguo Testamento unas 350 veces y aluden a él entre tres mil y cuatro mil veces. Con todas estas conexiones bíblicas internas, deberíamos acostumbrarnos a leer el Nuevo Testamento con expectativa. Cuando consultamos las referencias cruzadas en los márgenes de nuestra Biblia, descubrimos que Lucas 2:29-32 contiene una serie de alusiones a Isaías:
Ahora, Señor, permite que Tu siervo se vaya
En paz, conforme a Tu palabra;
Porque mis ojos han visto Tu salvación [Is 40:5; 49:6; 52:10]
La cual has preparado [40:3] en presencia de todos los pueblos;
Luz de revelación a los gentiles, [42:6; 49:6; 52:10] Y gloria de Tu pueblo Israel (énfasis añadido).
Aquí, en el himno conocido como Nunc Dimittis, Simeón exalta a Dios y predice que Jesús es la fuente de la «salvación» de Israel, que se convertirá en «luz de revelación a los gentiles» (Lc 2:32). Para nuestros propósitos aquí, nos centraremos únicamente en la alusión de Simeón a Isaías 49:6 (cp. 24:47).
2. Examina el contexto del Antiguo Testamento
El segundo paso es arduo porque debemos considerar el contexto inmediato y amplio de la cita o alusión del Antiguo Testamento. Debemos ser pacientes y leer porciones extensas de las Escrituras.
Descubrimos que Isaías 49:6 forma parte de los cuatro cánticos del «siervo» en el libro de Isaías (42:1-9; 49:1-6; 50:4-9; 52:13-53:12). El profeta predice que, al final de la historia, Dios redimirá a Su pueblo y a las naciones en un segundo éxodo a través del singular ministerio de un siervo. Este individuo, explícitamente llamado «Israel» (49:3), sufre por el pueblo de Dios. Se convierte en el catalizador de la fe en Israel y en las naciones, y las saca del exilio babilónico. El siervo individual crea entonces una comunidad de pequeños «siervos», un grupo de israelitas y gentiles justos (56:6; 63:17; 65:8-9, 13-15; 66:14).
3. Determina cómo el escritor usa el Antiguo Testamento
Este tercer paso es fundamental, pero a menudo se descuida. Una vez que hemos detectado una cita o alusión al Antiguo Testamento y hemos explorado el trasfondo de este, debemos dar un paso atrás y hacernos la pregunta del millón: ¿cómo utiliza el apóstol el Antiguo Testamento? Los escritores del Nuevo Testamento no interpretan ni aplican el Antiguo Testamento siempre del mismo modo.
La mayoría de los lectores contemporáneos suponen que los apóstoles solo usan el Antiguo Testamento siguiendo un eje de promesa y cumplimiento. Si bien es cierto que los apóstoles leen todo el Antiguo Testamento como una anticipación de Cristo (Lc 24:27, 44; Jn 5:39), a menudo utilizan el Antiguo Testamento para fundamentar un principio moral o para establecer una analogía sencilla. Un autor sugiere que hay doce formas distintas, a menudo combinadas entre sí, en que los apóstoles leen y aplican el Antiguo Testamento. ¡Doce!
Simeón alude a Isaías 49:6 para demostrar que las profecías de Isaías sobre un segundo éxodo y la nueva creación se cumplen en el nacimiento de Jesús. Su vida, muerte y resurrección también establecen un grupo de pequeños «siervos», pequeñas «luces», que brillan intensamente en el mundo. Ya vemos indicios de este fenómeno en Lucas 2:29, cuando Simeón pronuncia: «permite que Tu siervo se vaya en paz». Aquí Simeón reconoce tácitamente que es un siervo del siervo, un siervo del Bebé que tiene en brazos.
4. Relaciona estas conexiones bíblicas internas con Cristo y Su pueblo
El cuarto paso es cuando unimos todas las piezas y «hacemos» teología bíblica. La alusión de Simeón a Isaías 49 nos sitúa en una trayectoria maravillosa para esculpir una teología bíblica del servicio. ¿Hay precursores del famoso siervo de Isaías? Sí. El término «siervo» va unido a figuras prominentes como Abraham (Gn 18:5), Jacob (32:4), José (39:17), Moisés (Éx 4:10), Samuel (1 S 3:10) y David (23:10). Los siervos sirven y Dios los selecciona para un propósito único y difícil. Estos siervos preparan el escenario para el Siervo definitivo del final de los tiempos, que serviría de una manera que nadie había servido antes. Jesús sirve llevando el pecado y la culpa de otros.
La historia de la Biblia está llena de giros emocionantes y una buena teología bíblica tiene en cuenta los acontecimientos inesperados
Al igual que una buena película o novela que contiene un giro argumental sorprendente, la historia de la Biblia está llena de giros emocionantes y una buena teología bíblica tiene en cuenta los acontecimientos inesperados. Uno de estos giros argumentales es la identidad de Cristo como el siervo de Isaías (Mr 10:45). El Antiguo Testamento anticipa una clara progresión del sufrimiento a la exaltación, pero Jesús reina en medio del sufrimiento.
Esto llega al núcleo de lo que Juan quiere decir con que Jesús fue «levantado» (Jn 3:14; 8:28; 12:32, 34). Físicamente fue levantado en la cruz, pero al mismo tiempo fue exaltado o elevado espiritualmente. El Siervo es Rey.
Jesús cumplió las profecías de Isaías y luego transmitió esas mismas profecías a Sus discípulos. Por supuesto, ellos no sufren exactamente de la misma manera ni logran la expiación en su sufrimiento, pero continúan el ministerio de redención de Cristo. Las últimas palabras de Jesús a los discípulos terminan con una sorprendente alusión a Isaías 49:6: «Pero recibirán poder cuando el Espíritu Santo venga sobre ustedes; y serán Mis testigos en Jerusalén, en toda Judea y Samaria, y hasta los confines de la tierra [Is 49:6]» (Hch 1:8, énfasis añadido).
Jesús manda a Sus apóstoles que cumplan la misma profecía que Él inauguró (ver también Hch 13:47). Deben ser una «luz» para un mundo en tinieblas y proclamar el evangelio a cualquier precio. También nosotros, dos mil años después, continuamos la misión del Siervo cuando compartimos las buenas nuevas de la vida, muerte y resurrección de Jesús. Ánimo, consiervos, cuando sufrimos, Cristo es exaltado y Su reino prevalece.
Benjamin L. Gladd
Fuente de esta noticia: https://www.coalicionporelevangelio.org/articulo/principios-teologia-biblica/
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