El evangelismo personal —compartir las buenas nuevas de Jesús a un individuo particular— no es una opción para los cristianos. Es parte central de nuestra misión como discípulos (Mt 28:18-19). Después de todo, «¿Cómo, pues, invocarán a Aquel en quien no han creído? ¿Y cómo creerán en Aquel de quien no han oído? ¿Y cómo oirán sin haber quien les predique?» (Ro 10:14).
Si bien es cierto que algunos cristianos pueden ser más habilidosos que otros en iniciar conversaciones y tener una pasión especial por el evangelismo, todos los seguidores de Jesús somos llamados a hacer discípulos y proveer una defensa para la razón de la esperanza que hay en nosotros (1 P 3:15). Además, ¿qué mejor manera de cumplir el mandato de amar a nuestro prójimo que mostrarles cómo Dios nos ofrece salvación eterna?
Con todo, a muchos se nos dificulta obedecer a nuestro Señor y sembrar la semilla del evangelio en nuestros vecindarios o lugares de estudio y trabajo. Estos pueden ser algunos de los obstáculos a los que nos enfrentamos:
1. No hay una verdadera esperanza en nosotros.
Ir a la iglesia y saber historias de la Biblia no nos convierte en cristianos. Lo que necesitamos es nacer de nuevo. Si no hemos entendido el evangelio y no nos hemos arrepentido genuinamente de nuestra maldad, abrazando a Jesús como Señor y Salvador, no debería sorprendernos que nos cueste tanto evangelizar a otros. ¿Cómo compartiremos lo que no tenemos?
¿Qué hacer para enfrentar este obstáculo? Examínate. Acércate con un líder de tu iglesia local y comparte tus dudas acerca de si estás o no en la fe. Si concluyes que realmente no eres un creyente, arrepiéntete y cree en el evangelio.
2. Tenemos esperanza, pero no sabemos articularla.
No todos somos buenos con las palabras; no todos somos teólogos profesionales. La buena noticia es que no necesitamos ser Billy Graham o R. C. Sproul para ser evangelistas efectivos.
No necesitamos ser Billy Graham o R. C. Sproul para ser evangelistas efectivos
Desear conocer más acerca de la Escritura es bueno, pero sería absurdo pretender comprenderla exhaustivamente antes de compartirla con otros. ¡Las riquezas de la Palabra son inagotables! Desear mejorar la manera en que presentamos el evangelio es bueno, pero esperar a convertirnos en oradores expertos para hablar nos condenaría a la desobediencia por mucho tiempo. ¡Además, el Señor se glorifica a través de los torpes de lengua (Éx 4:10)! Dios desea usarnos, donde estamos y con lo que tenemos.
¿Qué hacer para enfrentar este obstáculo? Invierte tiempo cada semana en estudiar qué es el evangelio. El libro El evangelio de Cristo Jesús de Paul Washer es un excelente lugar para empezar. Escribe con tus propias palabras lo que vayas aprendiendo y haz preguntas a tus líderes sobre lo que no entiendas. Finalmente, habla lo que sabes, ¡no importa si solo es Juan 3:16!
3. Estamos aislados de los no cristianos.
Muchos de nosotros —yo soy culpable de esto— vivimos en una pequeña burbuja evangélica. Yo paso la mayor parte del tiempo en casa con mi familia, quienes conocen la fe cristiana. Trabajo con varias organizaciones cristianas. Mis hijos están en un pequeño colegio cristiano. Parece que me toma semanas encontrarme con un no creyente, ¡y qué decir de construir una relación profunda con ellos!
¿Qué hacer para enfrentar este obstáculo? Para empezar, no debemos asumir que todos los que pertenecen a «comunidades cristianas» son verdaderos creyentes (¡mira el punto uno!); predica el evangelio a donde quiera que vayas, aunque parezca que todos a tu alrededor «ya se lo saben».
Además, sé intencional en buscar oportunidades para convivir con no cristianos. Puedes unirte a una clase de arte, un equipo deportivo o un grupo de lectura. Finalmente, no menosprecies las oportunidades pequeñas para sembrar la Palabra, ya sea en el supermercado o cuando te encuentras con los vecinos al pasear a tu perro.
4. Necesitamos crecer en amor.
Jesús veía con compasión a los perdidos, como ovejas que no tienen pastor (Mt 9:36). ¿Cómo los vemos nosotros? Lejos de amar a nuestro prójimo como hemos sido amados, nuestros corazones egoístas tienden a notar primero lo que alguien puede ofrecernos o cómo nos estorban para lograr nuestros objetivos.
Preocúpate más por conocer el corazón de tu prójimo para ser capaz de ofrecerle la esperanza que tanto necesita
¿Qué hacer para vencer este obstáculo? ¡Necesitamos ser transformados desde lo profundo! Ora para que el Señor te dé ojos para ver a los que te rodean como Él los ve. Cuando te acerques a las personas, sé pronto para oír y lento para hablar; haz preguntas sin intención de ganar debates. Preocúpate más por conocer el corazón de tu prójimo para ser capaz de ofrecerle la esperanza que tanto necesita.
5. Nos falta urgencia.
Jesús viene pronto, ¿lo creemos? ¿Estamos conscientes de que este momento puede ser nuestra última oportunidad para apuntar a otros al camino de salvación? Si bien descansamos en la soberanía de Dios (¡y cuánta paz nos trae que la salvación sea obra Suya!), no por eso ignoramos la urgencia de hacer lo que nos toca. El apóstol Pablo lo entendía: por eso le dijo a Timoteo que predicara a tiempo y fuera de tiempo (2 Ti 4:2) y por eso exhortó a los de Éfeso para que aprovecharan bien el tiempo (Ef 5:16).
¿Qué hacer para vencer este obstáculo? Ora para que el Señor te llene de una pasión por vivir cada día en la misión que Él nos encomendó. Un par de ideas más: Rodéate de recordatorios de la importancia de la gran comisión (yo uso decoraciones en la pared de mi oficina) y convierte en un hábito el decirte a ti mismo «¡vive en la misión!» cada vez que salgas por la puerta de tu casa.
6. Nos sobran distracciones.
Con demasiada frecuencia las redes sociales nos hacen sentir como que estamos haciendo algo para el avance del reino de los cielos, cuando en realidad estamos muy cómodos sin crecer en el entendimiento del evangelio y sin verdaderamente cumplir el mandamiento de amar a nuestro prójimo y discipularlo.
¿Qué hacer para vencer este obstáculo? Usa el teléfono para invitar a alguien a tu casa… y luego apágalo. ¡Sé luz en el lugar donde Dios te ha puesto! Comparte la mesa, haz preguntas, escucha, habla, lee tu Biblia con otros, ora… ¡hay mucho por hacer!
Tú y yo estamos aquí con una misión. Es una misión que ya ha sido ganada por lo que Cristo hizo en la cruz, así que podemos esforzarnos en ella con toda confianza y gozo. Seamos siervos fieles y luchemos con diligencia. ¡No estamos solos! El Señor del cielo y de la tierra, quien tiene autoridad sobre todo el universo, está con nosotros cada día hasta el fin (Mt 28:20).
Ana Ávila
Fuente de esta noticia: https://www.coalicionporelevangelio.org/articulo/obstaculos-evangelismo-personal/
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