Millonarios estadounidenses crean la primera universidad “anti woke” 

Algunos millonarios y figuras públicas de Estados Unidos han impulsado la creación de una universidad alternativa que promueva valores más conservadores o de libre pensamiento sin la influencia de lo que ven como ideologías dominantes en las instituciones académicas actuales.

Uno de los ejemplos más destacados es la Universidad de Austin, un proyecto anunciado en 2021 por una coalición de académicos y figuras públicas que están vinculados a posiciones críticas del enfoque “woke” en la educación superior. En este momento, se encuentran en su primer año lectivo.

¿Qué es la cultura woke?

Es un término originado por la comunidad afroamericana de los Estados Unidos. La expresión hace referencia a “estar despierto” ante las injusticias sociales, especialmente relacionadas con el racismo. Con el tiempo, el concepto se fue ampliando a otros matices relacionados al progresismo como la comunidad LGBTIQ+, el feminismo, el cambio climático y demás.

En la actualidad, el término es utilizado tanto de manera positiva como negativa. Para sus defensores, estar “woke” implica estar informado y sensibilizado sobre las problemáticas sociales y luchar activamente contra ellas. Sin embargo, en algunos contextos se ha convertido en un término peyorativo usado por críticos para describir lo que consideran una postura excesivamente progresista.

Es un concepto que ha generado debates polarizados, ya que algunos lo ven como un movimiento necesario para avanzar hacia una sociedad más justa, mientras que otros lo consideran una imposición de ideologías o una forma de censura.

¿Quién respalda el proyecto de una universidad “anti woke”?

La iniciativa fue respaldada financieramente por millonarios como Joe Lonsdale, cofundador de Palantir Technologies, y ha recibido el apoyo de intelectuales conservadores, como el escritor Andrew Sullivan y el psicólogo canadiense Jordan Peterson. 

También participó de la idea la periodista Bari Weiss, quien reveló a través de estudios que los algoritmos de la red social X (exTwitter) tenían un sesgo progresista antes de que sea adquirida por Elon Musk.

Incluso, Len Blavatnik, uno de los principales accionistas de Warner Music, dejó de donar dinero a la Universidad de Harvard para abocarse a este propósito.

En 2022 la universidad lanzó un listado de profesores y académicos que darían seminarios y clases. Entre ellos, se encontraba el nombre de Robert Zimmer y Steven Pinker, importantes académicos de las áreas humanísticas. Sin embargo, su presencia duró poco: renunciaron y declararon que tenían distintos puntos de vista en cuanto a la educación superior y que los ideales de la institución chocaban con sus propios valores.

Las bases y el primer año educativo de la Universidad de Austin

La universidad pretende centrarse en principios como la libertad de expresión y el pluralismo intelectual, valores que creen están amenazados en muchas universidades tradicionales donde piensan que las “políticas identitarias” y las “censuras ideológicas” limitan el debate académico abierto.

De hecho, sus primeros seminarios se llaman “Forbidden Courses” (cursos prohibidos en inglés), haciendo alusión a que los contenidos vistos en las clases son “políticamente incorrectos” en la educación progresista de hoy.

El proyecto busca ofrecer una educación más enfocada en los clásicos del pensamiento occidental, el fomento del espíritu crítico y el desarrollo de soluciones para problemas reales, en lugar de priorizar temas que consideran polarizantes y políticamente motivados. Su objetivo es perseguir la “búsqueda de la verdad”.

Por el momento, cuenta con 92 estudiantes y se inauguró hace tres años. Para el proyecto, los millonarios aportaron más de 200 millones de dólares. 

En su primer año, los estudiantes tienen una beca de 130 mil dólares cubierta por los principales benefactores. ¿Por qué? Hasta que su primera promoción no se gradúe, no pueden tener acreditación oficial como entidad universitaria, por lo que ofrecen este beneficio.

Aunque todavía está en fases iniciales y recién comenzó su primer año de docencia, el proyecto ha generado debate, recibiendo tanto críticas como apoyos. Quienes lo apoyan ven una oportunidad para recuperar un enfoque académico más neutral y abierto, mientras que los críticos temen que sea una plataforma para promover agendas políticas demasiado conservadoras.