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Jue. Nov 21st, 2024
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La aceleración del proceso interno en el Partido Justicialista, que concentra -sumando todas sus facciones- la mayor cantidad de bancas en el Congreso, ha comenzado a poner en evidencia y debate la principal estrategia de oposición al gobierno de Javier Milei. Ocurre tras 10 meses en los que el Presidente pudo sostener su gestión liderando la instalación de la agenda pública.

Pese a un ajuste de expectativas que es detectado por casi todas las encuestas, Milei sigue manteniendo una base de apoyo sustantiva, con el ejercicio de una praxis política que le ha sido redituable: polarizar la opinión pública en torno de su figura y atizar la fragmentación institucional de la representación opositora.

El espacio opositor, conformado por los restos de las dos coaliciones que colapsaron en la última elección presidencial, naufragó durante 10 meses sin una estrategia clara de recomposición social. Maximizó el contrapoder que tiene a mano con las bancas parlamentarias, pero no pudo elaborar un discurso adversativo frente a Milei sin caer en todas y cada una de las celadas que la Casa Rosada desplegó para que aquel fracasara en el intento.

Hubo al principio de gestión algunos diagnósticos erráticos sobre el futuro inmediato de la gestión Milei. Estuvieron los agoreros de pochoclo y algunos gobernadores que imaginaron un desplome inminente y se peinaban para una foto anticipada de renovación presidencial. Otros, como Cristina Kirchner, bajaron su perfil a cero y se dedicaron a operar en el Parlamento para convertirlo en campo minado.

Hubo tres grandes escenas de batalla. La discusión de la Ley Bases comenzó con un fracaso notorio del oficialismo y sólo pudo ser remontada meses después, adelgazando el maximalismo normativo y ejecutando desde el Ejecutivo la doble maniobra de negociación y disciplinamiento de los jefes territoriales de todo color y pelaje. Una suerte de empate decoroso para las fuerzas en pugna.

La segunda escena fue el veto cruzado por los fondos previsionales. Era para el Gobierno un lance doblemente riesgoso. Implicaba ceder en un andarivel del equilibrio fiscal clave para el programa económico, pero además lo dejaba expuesto ante una vasta franja del electorado con una medida antipática: negarse a actualizar de otro modo los haberes de los jubilados, luego de haberlos obligado a aportar la parte del león en la hora del ajuste. La oposición decidió ir a fondo contra el veto. Perdió en la insistencia, pero consiguió dañar la imagen de Milei.

El Gobierno podría haber elegido un camino distinto, pero entendió que debía dar una señal de gobernabilidad. Consolidar un tercio de resistencia en Diputados para que los pronosticadores de pochoclo no tuvieran oportunidad de imaginar un juicio político. No fue exactamante un empate: la oposición consiguió su objetivo táctico, pero perdió credibilidad el discurso apocalíptico que dejaba circular a través de sus voceros más rumbosos, del estilo de Guillermo Moreno y derivaciones menores.

La tercera escena fue el veto cruzado por los fondos para las universidades. La oposición había quedado seducida con aquella primera movilización de abril en defensa de la educación pública y decidió repetir -con el refuerzo político de una segura movilización masiva en las calles- el esquema de insistencia que le redituó con el veto a los jubilados. Al Gobierno le costó el doble conseguir su tercio.

Todavía no está definido el balance de la batalla. Las universidades están desbordadas por el conflicto, no está claro todavía que la prolongación de la acción directa de los grupos universitarios más radicalizados mantenga aquella aceptación de abril en una mayoría social considerable. Y los rectores tienen ahora en sus manos un estado de asamblea caótico, que hubiesen preferido evitar. Prometen ahora enfocarse en la discusión del Presupuesto 2025, pero allí sus demandas competirán con las de otros sectores sociales.

¿Se sobregiró, entonces, la estrategia opositora? Milei cree que ganó la disputa con el veto, y en la opinión pública.

Un tercio para vivir

En todo este contexto se inscribe la aparición de Cristina Kirchner buscando el sello del Partido Justicialista que antes despreciaba. Tal vez convenga ajustar los términos: conducir el PJ no es liderar el peronismo. Cristina lo conoce de sobra y los jefes territoriales, también. Su aspiración tiene como objetivo retener el control de la trinchera bonaerense. El año que viene no habrá una elección sino 24, en especial después de la aprobación de la boleta única y el desenganche consecuente de las elecciones locales.

Pero si consigue conducir el PJ nacional, Cristina obtendrá un capital simbólico adicional. La oposición entera carece de liderazgos en la Argentina actual. Es su debilidad estructural frente a un oficialismo con un liderazgo nítido como pocos. ¿Considera Cristina Kirchner que encabezar el PJ y disputar en 2025 una elección dispersa puede elevarla a ese liderazgo? Tendría chances sólo si la economía de Milei se desploma con un rebrote inflacionario o una caída mayor de la actividad económica en 2025.

No es seguro que Cristina esté entreviendo ese escenario. Más bien es posible que vea que la polarización social en torno de Milei tiende a aumentar. Y la fragmentación de las coaliciones detonadas, también. Con recuperar su tercio histórico de votos ya tendría más que el resto para incidir en la estrategia opositora frente a Milei.

Hay condiciones objetivas que la ayudan. A diferencia de años anteriores, el radicalismo presidido por Martín Lousteau se encerró prematuramente en una sola opción de alianza política: como satélite del kirchnerismo. Elisa Carrió promete una candidatura propia, pero tampoco tiene mejor perspectiva. Como no estará con Cristina, volverá a buscar un voto testimonial. Después de haber prometido con frases del Pentateuco que su redención de la política argentina era una tarea terminada.

Y en la escena siempre prometida de un peronismo independiente, capaz de sacarse de encima el yugo de la expresidenta, el sábado volverán a cerrarse las listas del PJ. Otra vez el peronismo republicano habrá fracasado en la tarea de construir una alternativa interna para jubilar a Cristina.

Edgardo Moreno
Fuente de esta noticia: https://www.lavoz.com.ar/politica/una-oposicion-sin-liderazgos-que-solo-apuesta-al-desgaste/

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