Si nos dieran la oportunidad de presionar un botón mágico que nos curara de todos los males físicos, achaques y enfermedades, pienso que la mayoría lo presionaríamos sin dudarlo. ¡Cuánto más un botón mágico que nos hiciera perder peso! Probablemente sería el invento más valorado en el mercado del cuidado personal, porque todos deseamos vernos bien y tener vidas más saludables.
El «botón» verdadero para una vida saludable se llama «cuidado y ejercicio físico», pero no es mágico y no todos están dispuestos a presionarlo. La realidad es que nuestro pecado nos arrastra al deseo de conseguir todo de manera fácil y sin esfuerzo alguno. Deseamos tener vidas saludables, pero no queremos trabajar por ellas, al menos no para la gloria de nuestro Salvador.
Ayuda bíblica para nuestros cuerpos
Nadie en su sano juicio aspira a tener una vida repleta de problemas de salud, pero por causa de la entrada del pecado en el mundo debemos enfrentar la realidad de cuerpos débiles físicamente, la existencia de enfermedades y trastornos alimenticios, así como la ambición desmedida de la industria alimenticia y nuestra propia negligencia. El pecado impacta terriblemente en nuestra salud.
Sin embargo, como en todo asunto de esta vida, la Palabra de Dios tiene la respuesta para saber cómo enfrentar estos dilemas. Que Dios se haya hecho carne para habitar entre nosotros y que se haya levantado de la muerte con un cuerpo glorificado demuestra el valor del cuerpo humano. El evangelio es el mensaje de redención de nuestras almas y de nuestros cuerpos (1 Co 6:20). Por lo tanto, el evangelio y la Escritura nos ayudan también en el cuidado físico, con sus verdades y principios que nos impulsan a reflexionar en el estilo de vida que llevamos.
El evangelio y la Escritura nos ayudan en el cuidado físico, con sus verdades y principios que nos impulsan a reflexionar en nuestro estilo de vida
Pensando en eso, en este artículo quiero presentarte tres consejos desde una cosmovisión bíblica y perspectiva científica, para que puedas cultivar una vida saludable para la gloria de Dios.
1) Muévete y ejercítate
Dios nos creó para el movimiento continuo, no para estar sentados todo el tiempo. Dios puso a Adán en el Edén para trabajarlo y administrarlo (Gn 2:15). Podemos imaginar que esto requería estar en constante actividad, mientras que en la actualidad parece que el movimiento está en peligro de extinción. Ni siquiera caminamos, lo cual debería ser una actividad natural.
Pero hay algo que debes saber: aun cuando caminar es bueno, no genera un estímulo suficiente para crear y mantener la masa muscular. Por eso, es bueno dedicar tiempo al ejercicio físico, como una manera de administrar nuestros cuerpos para la gloria y los propósitos de Dios.
Tal vez nunca seamos atletas de alto rendimiento, por lo que no necesitamos tener ese nivel de ejercicio físico, pero los cristianos sí debemos tener la misma actitud de esfuerzo y compromiso en cuidar de manera sabia y prudente nuestro cuerpo. Después de todo, no son nuestros sino de Dios (1 Co 6:19-20).
Aunque en la Biblia no existe ni un solo texto que nos indique cómo mejorar nuestra masa muscular, podemos ver y suponer que el buen estado físico fue útil para el ministerio de muchos personajes bíblicos, como Moisés, Pablo o hasta el mismo Señor Jesús. Si queremos servir a otros para la gloria de Dios, será bueno procurar un estado físico fuerte y saludable.
2) Evita la adicción a los alimentos
Hay investigaciones que se hicieron sobre autopsias y estudios en las momias de antiguos faraones que demuestran que sufrieron de enfermedades degenerativas avanzadas, las cuales suelen estar relacionadas con el modo de vida holgado y opulento que llevaban. Históricamente, los miembros de la realeza —como faraones y reyes— eran los únicos cuyas dietas incluían enormes cantidades de carnes y todo tipo de manjares (cp. 1 R 4:22-23; Am 4:1; 6:4). Pero en la actualidad muchos comen como faraones en sus hogares.
Vivimos en una época de atracción irresistible a los alimentos azucarados y refinados, que son parte de la dieta básica de una gran cantidad de personas en el mundo. Por diversas razones, estos alimentos se pueden transformar en una verdadera adicción. En cierta manera, muchos de los alimentos que comemos son potenciales ídolos para nuestro corazón. Muchos cristianos batallan con la adicción a las bebidas gaseosas, la comida rápida y los dulces y golosinas, por nombrar algunos ejemplos.
Si queremos servir a otros para la gloria de Dios, será bueno procurar un estado físico fuerte y saludable
Quiero dejar claro que la ingesta esporádica de ciertos «caprichos» (si se pueden llamar así) no es pecado. Pero muchos deben entregar esta área de sus vidas al Señor, porque si un trozo de chocolate es suficiente para cambiar tu carácter, entonces hay un problema más profundo en el corazón. Cuida tu cuerpo y tu corazón no dejando que los alimentos te dominen (cp. 1 Co 6:12-13; Fil 3:17-19).
3) Consume alimentos más saludables
Una buena alimentación nos ayudará a cuidar nuestros cuerpos, que al final no son nuestros sino de Dios (1 Co 6:19-20).
Aunque hay muchos buenos consejos al respecto, en el desarrollo de este punto en el artículo quisiera sugerir el consumo de pescado (bien seleccionado y preparado), ya que es un alimento con muchas propiedades saludables —reconocidas incluso en los tiempos bíblicos— pero que se suele pasar por alto.
Un estudio de varios factores de intervención de riesgos, en el que participaron más de 1300 hombres en Estados Unidos, reveló que el riesgo de morir de un ataque al corazón era de 40 % menos entre quienes consumían pescado regularmente.
El consumo de pescado tiene muchas propiedades benéficas demostradas por la ciencia: evita daños en las arterias, baja la presión sanguínea, ataca la inflamación, reduce el colesterol LDL (malo), reduce el riesgo de lupus y es una excelente fuente de proteína.
Hora de comenzar
No existen «botones mágicos» para el cuidado del cuerpo. El camino de la mayordomía corporal bíblica demanda esfuerzo desde el primer paso, porque comienza con el arrepentimiento: Debemos aceptar que no hemos sido diligentes en el dominio y la disciplina de nuestros cuerpos, en la ingesta de alimentos y en la actividad física.
Si no has sido intencional en cuidar tu cuerpo, te animo a pedir perdón al Señor por no cuidar como deberías lo que le pertenece, para Su gloria y el servicio de los demás. Pero gracias sean dadas al Señor por Su Palabra, que tiene poder para renovar nuestras mentes a fin de poner en forma nuestros cuerpos para cumplir con las buenas obras que Él ha preparado para nosotros (Ef 2:10).
¡Ánimo! Es momento de comenzar.
Daniel Cabús
Fuente de esta noticia: https://www.coalicionporelevangelio.org/articulo/consejos-cuidar-cuerpo/
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