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Jue. Nov 21st, 2024
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Cuando concluí el artículo sobre el ignominioso juicio que Gisele Pelicot sigue a su marido y otros 50 hombres que hicieron uso sexual de ella sin su consentimiento, me quedé pensando en las repercusiones de ese juicio en varios aspectos, sobre todo en lo que significa para la mujer una denuncia de ese tipo.

Dos caras de una denuncia

Gisele, la denunciante de su marido y sus otros violadores, ha sido, por un lado, aplaudida, apoyada, en el tribunal, en las calles de Aviñón, ciudad donde se celebra el juicio, en otras partes del mundo y en medios de comunicación y redes virtuales pero, también ha sido criticada por otros sectores.

A Gisele se le reconoce dignidad y coraje para enfrentar públicamente aspectos de su intimidad con miras a lograr que la opinión pública mundial vea dos aspectos de la violencia sexual: la valentía de una mujer al acusar a sus violadores y que se sepa de lo que son capaces algunos hombres, los violadores sexuales.  Algo que tiene que ver con cualquier mujer, en cualquier parte del mundo.

La denuncia de Gisele también ha sido criticada  por algunos medios, en las redes y, muy posiblemente, en la cabeza de alguna gente y en las conversaciones que se mantienen sobre el caso.  Las mentes conservadoras no admiten que una mujer haga públicas sus intimidades, las de su marido y padre de sus hijos (aunque sea un perverso sexual). «Los trapos sucios se lavan en casa y allí se quedan», piensa la gente retrógrada, de mentes oscuras.

Lo que es más ofensivo a la vista pública es que Gisele ha sido humillada, golpeada moralmente por las oprobiosas maniobras de los abogados y abogadas de los violadores para salvar la responsabilidad de sus defendidos. Cosas de la justicia.

Sentencias morales

Sea cual sea la sentencia legal, Gisele ya ganó en el juicio. Lo ganó moralmente.  Su denuncia ha sensibilizado a buena parte de la opinión pública mundial sobre la vulnerabilidad femenina, ha servido para denunciar el machismo imperante en cualquier lugar, ha enaltecido la dignidad de las mujeres y ha dejado ver costuras de los procesos judiciales, entre otras muchas cosas.

Dominique, el ex marido de Gisele, promotor de las violaciones a su esposa, ya está sentenciado moralmente por la opinión pública local y mundial. Es un ser oprobioso, bochornoso, siniestro, que le costará dar la cara en un futuro. Igual los otros acusados, muchos de los cuales tienen pareja, hijos, hijas, familia, trabajo, clientes.  Son hombres que, a pesar, de los rasgos psicopáticos de algunos, han herido a sus familias y han quedado heridos socialmente, al menos por un tiempo.

La justicia torpe y ciega

El mismo día que terminé el primer articulo sobre los abusos a los que ha sido sometida Gisele por su ex marido y los invitados por él a violarla, leo el testimonio de otra mujer, en otro país, sobre el calvario vivido por ella durante el juicio penal cuando denunció haber sido violada sexualmente. Se trata de una mujer de 25 años que fue violada cuando tenía 20, lo  denunció de inmediato y es ahora cuando sentencian al violador quien, por reconocer su culpa, fue condenado a sólo dos años de prisión y al pago de una miserable compensación económica que “no me alcanza para pagar ni un año de terapia”, dice la denunciante,

Cuando una mujer es violada sexualmente puede paralizarse. El terror es una reacción natural, de hombres y mujeres,  ante una amenaza o agresión. Esta parálisis hace que la mujer violada sexualmente se pueda culpabilizar y otras personas también lo hagan, en especial, las autoridades.

¨Si no se defendió, si no hizo nada puede ser que aceptaba lo que estaba pasando. Eso confunde al violador que se cree con permiso para cometer su fechoría”,  dicen y parece que piensan quienes oyen la denuncia y así comienza la descalificación de la denuncia pero no solo de lo ocurrido,  sino de la mujer, de la persona, que se ha atrevido, con todo su derecho, a denunciar.

Al doloroso y humillante acto de la violación,  siguen el difícil momento de la denuncia, los oprobiosos exámenes médicos (por lo general realizados por hombres) y volver a contar lo que le sucedió. El recuento de un hecho traumático (cuando no se hace con fines psicoterapéuticos) es difícil, casi nunca es idéntico al anterior, pero las autoridades están pendientes de las contradicciones de la denunciante para descalificar, por supuesto.

La mujer que denuncia haber sido violada es una ciudadana bajo toda sospecha. “¿Por qué fuiste allí?, ¿por qué te vistes así?, ¿por qué aceptaste esa invitación? son preguntas acusatorias, más la lapidaria: ¿Por qué no te defendiste?”.

Las denuncias de violación sexual, obviamente se refieren a actos sexuales y eso despierta contradicciones en los demás: morbo (atracción) y vergüenza ( rechazo) por lo que la tendencia es a oírlas y descalificarlas.  Por ser una mujer quien por lo general denuncia, lo que dice tiende a ser considerado como producto de su invención, su fantasía, su histeria. Deplorables estigmas históricos asignados a las mujeres en momentos de crisis.

La biblia, un libro sagrado entre nosotros, presenta a la mujer como una pecadora que incita al hombre a que lo sea.  En el imaginario colectivo dominante, mujer y serpiente están en un mismo plano, hay que temerles, hay que dudar de lo que dicen (aunque las serpientes no hablan, mueven la lengua) y hacen.  En otros libros sagrados que rigen a otras sociedades el concepto de lo femenino es lo peor.

La revictimización

En cualquier lugar del mundo. un importante sector de la sociedad y del sistema policial y judicial tiende a aumentar la culpabilidad de la mujer denunciante haber sido violada.  En términos técnicos se conoce como revictimización, algo así como volver a golpear a quien ya ha sido golpeado. Eso es necesario modificarlo con urgencia.

Los investigadores policiales, médicos forenses, abogados, jueces, inclusive la opinión pública pero callada, tienden a proteger a los hombres frente a la acusación de una mujer. Eso está cambiando pero todavía falta mucho, no solo en legislación, sino en las creencias imperantes en la gente del común. Mucha tela que cortar.

Queda la opción de no denunciar, de arrastrar el dolor y la rabia calladamente, de asumir el trauma como parte de la vida. Otra forma de sufrimiento que la psicología no recomienda y la sociología opta por conductas heroicas como las denunciantes, llámense Gisele, Lorena, Sherley, Katiuska, Yurbey, Rosa o como sea.

Pero de lo que se trata es que mientras se reivindique el concepto de mujer, el sistema policial, el médico, legal y judicial traten a la mujer violada sexualmente con respeto y empatía.

***

Las opiniones expresadas en esta sección son de entera responsabilidad de sus autores.

Del mismo autor: 50 hombres y una mujer

 

Leoncio Barrios | @Leonciobarrios
Fuente de esta noticia: https://efectococuyo.com/opinion/contra-ellas-aunque-tengan-razon/

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