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Vie. Nov 22nd, 2024
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Gracias, señorita periodista, por todo su esfuerzo para venirme a ver, después de pasar tantas dificultades, estamos abandonados. Esto ya no es lo mismo. Y estoy muy contenta de conversar con usted, porque me atiende como si yo fuera importante. Sí, entiendo cuando me dice que vamos a empezar con lo que sucede ahora. Y seguro que se imagina que aquí no sabemos mucho. Pero intentamos enterarnos de lo que podemos porque estamos amenazados, y no queremos que de pronto haya una agresión y nos agarre de sorpresa. Antes las mujeres éramos las que mandábamos aquí, ahora son los hombres que andan buscando por todos lados cómo darle de comer a sus muchachitos. Y se unen con otros y van armando los cuentos. Todos estamos alertas y nos informamos de lo que le va pasando a nuestra gente, a la comunidad.

Mi hijo Juancito está en Cúcuta viviendo con una colombiana, y allá se entera de todo. Este año ha sido pavoso, ¿no cree? Al comienzo se derrumbó una mina grandota, quizás la más grande de todas, se llama Bulla loca. Estuvimos de luto por la muerte de un muchacho querido. Fue triste, hubo 25 muertos, pero dicen que muchos quedaron tapiados, con ese montón de arena que se vino abajo. Parece que van sacando la tierra con máquinas, y se vuelve un peligro, por el gran hueco que se iba formando. Y mire qué puñado de oro se sacó. Dicen que era ilegal, pero ahí estaban militares, colombianos, de esos que andan bien armados, y los nuestros, muertos de hambre y con una paga de tres lochas, p´medio viví. Qué bueno que trajo fotos porque así veo lo que me han contado. Le cuento esto porque ha sido lo más triste en medio de tanto dolor. Lo supimos no sólo por mi hijo, también por la familia amiga de luto.

Qué bueno que trajo fotos, pero esas de aquí son de nuestra tierra antes, ahora vamos para un peladero de muertos de hambre como dicen. En las que ustedes hagan ahora se verá cómo han ido destruyendo nuestra vida. Pero entiendo, está bien, de eso hablaremos poco a poco después, imagino que le interesa lo anterior, lo que recuerdo de muchachita.

Desarraigo de lo sagrado

Ay, señorita no soy estudiá como usted para echarle un cuento bonito. Tengo, recuerdos de mi vida anterior. Déjeme tomar un respirito, no había hecho esto antes. Lo primero que pienso es en mis viejos, menos mal que no les tocó vivir esto tan doloroso. Mi mamá era la capitana de la comunidad, la que mandaba, pues. Junto con las otras mujeres organizaban la vida de todos, y estaba pendiente de la casa y la alimentación. Nos enseñó que había que respetar la naturaleza porque nos permitía comer sus frutos y curarnos también. Estábamos como conectados con la tierra. La tierra es sagrada para nosotros. Cuidábamos el conuco, los ríos eran como los brazos de esa bendición, y bebíamos y nos bañábamos sin miedo en su agua clarita.

Mi papá era también respetado porque sabía encontrar los remedios en las plantas. También hacía reuniones con todos para invocar los espíritus, y teníamos fe en él. No era un brujo malo, sino un hombre bueno que le gustaba ayudar, lo llamaban chamán. Eran otros tiempos y éramos felices. Aunque nunca tuvimos los papeles de propiedad que nos prometieron, nos sentíamos dueños del lugar donde nacimos.

Sí, claro, eso me gusta. Sé que usted no vino sólo a entrevistarme como dice, sino también a ver el lugar donde vivieron sus abuelos. No, no me interrumpe, hay que contar también lo que usted vivió al llegar a Guayana. Entiendo, también conocimos Tumeremo hace mucho, un pueblito tranquilo y con muchos árboles, que seguro ahora son estacas. ¡Qué bueno, haber pasado muchas vacaciones con su familia! Se siente guayanesa… claro, su mamá nació aquí.

Sí, señorita, nosotros también nos bañamos en el Orinoco, el rey o padre de nuestra naturaleza. Estaba limpio e imponente cuando se unía al Caroní, una belleza, y no como ahora con las aguas contaminadas. Qué tristeza encontrar ahora el pueblo como un cuartel, soldaos por todos lados, eso pasa en muchas otras partes.  ¿Sabe? estoy repitiendo lo que dice para acordarme cuando le vaya a contar a mi muchacho. Ja, ja, ja, me río porque él me dice que ese pueblo será ahora la capital de otro estado: Guayana Esequiba. ¿Se fija? Los rollos del gobierno también por aquí.

Sí, también supimos, hace tiempo, que aquí somos ahora el estado Guayana. Lo inventó también la tiranía como le dice mi muchacho, y que pusieron por eso otra estrella en la bandera. Lo que me pregunta usted, ¿si lo sabíamos, que por ese cambio se decretó que el día de nuestra comunidad tenía ahora otro nombre? Me lo contó mi hijo, el bachiller, que sabe mucho. Cambiaron el 12 de octubre, nuestra fecha que era el Día de la Raza, por el de la Resistencia Indígena.

¿Resistir con hambre?

Me reí mucho con rabia también, cuando él me dijo lo qué es resistencia. ¡Qué desgraciados! ¿Cómo vamos a resistir nosotros, sino están matando de hambre y plomo? Sí, muertos, desaparecidos, presos quién sabe dónde, más los que han huido con sus muchachos, porque nos han quitado nuestras tierras, después de dejarla como un peladero, sin árboles, sin riquezas sacadas de los ríos, esas pepitas de oro por lo que no les importa nada ni nadie. Por eso envenenaron los ríos con algo que no nos deja ni pescar ni regar el conuco, o hacerlo con mucho miedo porque peor es dejar los muchachos sin comida. ¿De qué se vive, entonces? Rompieron nuestra relación sagrada con la tierra, y nosotros no somos nada. Ni siquiera sus ancestros como me dice usted que nos llamaban.

¡Qué engaño!  Esas fotos muestran su burla, dicen que nos respetan. Y ahí están esos como muñecos vacíos, un montón de indígenas pintados en las calles, mientras los vivos morimos de hambre. Y otro muerto más, un héroe, el Cacique Guaicaipuro en todos lados, ¡qué falta hace!  Qué fea esa gran imagen que me enseña, es como de zinc dorado. Si, también colocaron su nombre en avenidas. Mi muchacho me dice que se eliminó todo lo que tenía que ver con los españoles, que dicen que nos descubrieron, como si no existiéramos antes. Fíjese usted, mientras tanto aquí no había autoridad. Los mineros de Brasil y los colombianos que llaman guerrilleros tenían su negocio con lo que valiera algo aquí. Y se quedaban con todo por la fuerza. Ahora el gobierno ha mandado militares con armas y camiones con grandes ruedas para eliminar las minas, que dicen que son ilegales. Si ya no podíamos vivir y comer como antes, nuestros hombres y jóvenes trabajaron en las minas y pagábamos un tributo por eso, que no sirvió de nada, y ahora pa´fuera. Dirán: “¡Que se mueran de hambre”! ¡Qué importa!

Yo creo que ahora con todo ese control militar, el negocio será sólo del gobierno y otros extranjeros de los que hablan, pero no hemos visto. Y a los indígenas les han quitado sus equipos, no hay gasolina para moverse en lanchas ni nada. Por eso, señorita periodista, nos han acabado, aniquilao, como dice usted.  Hay que irse de aquí no sabemos a dónde. Mi muchacho me ha contado que millones de venezolanos también han huido del país, por hambre y por todo lo que no  hay, como aquí. ¡Qué tristeza! Mi hijo sufre mucho para atravesar la selva y todo ese horror, y traernos algo de comida, tiene que pagar para que lo dejen pasar, le quitan cosas. El pobre es muy buen hijo, Dios lo bendiga.

Los indígenas también quieren cambio

Ahora, hay reclamos, ¿sabe? Desde julio los indígenas no se quedan callados, se defienden. En la última gracia del gobierno de no aceptar el triunfo del candidato ganador, un señor llamado Edmundo que apoyó María Corina. Ella es una bendición que lucha por todos. El gobierno dice que Maduro fue el ganador, pero la gente no lo cree, y protestan por todos lados. Imagínense que la comunidad del Zulia, que son bien arrechos, trancó vías y denunciaron que no hubo maquinas p´votar, y que los resultados no eran verdaderos. El señor permita que este gobierno que ha destruido al país desaparezca.

Como me dijo que esto que hemos hablado no lo va escribir en papel, sino con esa máquinas que no conozco, y que se podrá ver como en una televisión, seguro que mi Juanito lo verá, y como usted dice que se puede copiar en papel, lo leeremos y me enseñará las fotos que sacaron sus compañeros. Pero antes de que se vayan, les cuento otras cosas importantes para que las ponga ahí también.

Juanito está en un grupo que busca defender nuestro mundo tan dañado, y todo lo que es sagrado para nuestras comunidades, y defenderlo. Publican un periódico. Nos contó que hay más de 100 tepuyes,  que son las primeras montañas rocosas del planeta. Hace unos meses, me dolió mucho cuando me dijo que había llorado por la destrucción del parque donde están los tepuyes, que su abuelo le enseñó a respetar, y amar como grandes árboles cortados en su camino al cielo. También que en Canaima hay hoteles cerca del Salto Ángel, el más alto del mundo al que llegan en aviones p´el negocio, pues. Tantas maravillas maltratadas sin respeto.

Como si fuera poco, también sufrimos enfermedades como la malaria y otras que matan sin ninguna atención ni medicinas, como si no fuéramos humanos. Por todo esto que vivimos, cómo no vamos a huir si ya no nos queda nada, solo el amor por nuestra gente. Gracias, señorita periodista, porque denunciará todo esto. Me ha hecho bien conversar con usted, saqué algo del dolor que cargo en el alma, por este castigo tan grande a nuestra comunidad.

Pero seguro van a pagar esos desgraciados, no se puede acabar con su propia gente sin que los castiguen por toda esta destrucción. Gracias, me ayudó mucho esta conversación donde las dos hemos intercambiado lo que usted sabe, con lo que sé de este mi mundo a punto de desaparecer. Pero vea bien en las fotos que trajo de cómo era esto antes, con tanto verde brillante por el sol que ha desaparecido, tanta belleza, tanto amor que brindaba la tierra. Según mi hijo, a toda esta zona y el Amazonas la llaman el “pulmón de la tierra”. Ayuda a que tengamos un mejor aire para respirar. Pero la maldad no respira, escupe.

***

Las opiniones expresadas en esta sección son de entera responsabilidad de sus autores.

De la misma autora: La dimensión espiritual de la resiliencia

Dulce Yumar
Fuente de esta noticia: https://efectococuyo.com/opinion/resistencia-indigena-o-aniquilacion/

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