Las hormonas sexuales, como el estrógeno y la testosterona, son potentes agentes cerebrales que afectan al estado de ánimo y a la memoria, entre otros aspectos. Algunos de los cambios hormonales más drásticos que experimentan los seres humanos se producen durante el embarazo y, sin embargo, esos nueve meses habían sido hasta ahora una caja negra para la neurociencia humana.
Un nuevo estudio publicado este mes en Nature Neuroscience nos ofrece la visión más completa realizada hasta ahora de esa caja negra; un exhaustivo análisis que ha sido posible gracias al escaneo del cerebro de una mujer 26 veces a lo largo de todo el embarazo: antes, durante y después.
“No sólo es fundamental para comprender este período inexplorado de la vida de una mujer, también puede haber pepitas de oro de conocimiento yaciendo justo bajo la superficie y que nunca nos hayamos molestado en analizar”, afirma Emily Jacobs, neurocientífica de la Universidad de California (Estados Unidos) y autora del estudio..
Fascinados por el impacto de las hormonas sexuales en el cerebro, Jacobs y su equipo iniciaron hace unos años un proyecto llamado 28 and me [28 y yo] para documentar los cambios en el cerebro de las mujeres a lo largo de sus ciclos menstruales. Liz Chrastil, neurocientífica de la Universidad de California y amiga del laboratorio de Jacobs, se acercó al equipo con la idea de ampliar su investigación a otro periodo de cambios hormonales drásticos: el embarazo. Estudiar el cerebro durante el embarazo puede ser difícil, o incluso imposible, debido a los exhaustivos protocolos de seguridad que conlleva.
“Liz vino y nos dijo: ‘Bueno, también podríamos hacer esto conmigo. Estoy planeando tener un bebé'”, recuerda Laura Pritschet, neurocientífica de la Universidad de Pensilvania y autora principal del estudio. Chrastil estaba dispuesta a someterse a repetidos escáneres antes, durante y después del embarazo, lo que permitiría al equipo dilucidar una cronología detallada de los cambios en la estructura cerebral y los niveles hormonales a lo largo del proceso. “Eso nos dio la capacidad de plantear esta nueva pregunta que realmente nunca se había estudiado antes”.
Ca-ca-ca-cambios cerebrales
Estudios anteriores de imágenes cerebrales de antes y después del embarazo han demostrado que el embarazo reduce partes del cerebro, concretamente su materia gris. Estas capas externas del cerebro son las responsables de la mayor parte de la cognición, las sensaciones, el aprendizaje y otras grandes cosas que hace el cerebro.
La contracción de la materia gris puede parecer aterradora, pero nos ocurre a todos a lo largo del desarrollo para afinar nuestro procesamiento neuronal y hacer que nuestros cerebros sean más eficientes. Aunque el término “cerebro de mamá” se utiliza a menudo para referirse a la niebla cerebral y la falta de memoria que algunas personas dicen sentir durante el embarazo, los cambios cerebrales son probablemente adaptativos. “Puede que olvides dónde están las llaves, pero estás mucho más atenta a lo que le ocurre a tu hijo”, dice Pritschet, especialmente interesada en los cambios que se producen en las regiones cerebrales que contribuyen a la cognición social al permitirnos adoptar las perspectivas de los demás.
La escala y el patrón de los cambios cerebrales durante el embarazo son similares a los que otros investigadores han observado en los cerebros adolescentes durante la pubertad, también impulsados por las hormonas. Otros investigadores han sido capaces de detectar si alguien había estado embarazada basándose únicamente en datos de neuroimagen de décadas después. Así pues, a pesar de la creencia generalizada de que el cerebro deja de desarrollarse a mediados de la veintena, las hormonas parecen provocar cambios importantes y duraderos a lo largo de la edad adulta.
“Creo que son como marcas permanentes en el cerebro y que las personas llevan su rastro durante mucho tiempo”, afirma Jacobs.
Al estudiar el cerebro de Chrastil, Pritschet y sus coautores confirmaron que la materia gris disminuyó más de un cuatro por ciento en el transcurso del embarazo y que esa disminución persistió hasta el final del estudio, dos años después del parto. A diferencia de estudios anteriores, el equipo pudo demostrar que la materia gris disminuye de forma constante a lo largo del embarazo, empezando en las primeras semanas de gestación, estabilizándose en torno al momento del parto y persistiendo años después del nacimiento. Los cambios se correlacionaban con el aumento de las concentraciones de dos hormonas sexuales, el estradiol y la progesterona. Y no se trataba de una sola zona o red: el 80% de las regiones cerebrales se redujeron. Aunque ciertas áreas y redes cambiaron más rápido que otras, el equipo aún no conoce completamente cuáles son las implicaciones.
Aunque el equipo esperaba encontrar una contracción de la materia gris, se sorprendió por los cambios que observó en la materia blanca del cerebro (los haces de fibras nerviosas que recorren el cerebro y ayudan a las neuronas a comunicarse entre sí). La materia blanca crecía con más fuerza, alcanzando su máximo en el segundo trimestre, y reduciéndose casi hasta la normalidad en el momento del nacimiento. Aunque sus datos no explican lo que significaría una materia blanca más fuerte para un padre primerizo, cambios similares en adolescentes se correlacionan con mejores capacidades cognitivas.
“Estos hallazgos transitorios sólo aparecen en un estudio como éste, que incluye muchas sesiones a lo largo del embarazo”, afirma Elseline Hoekzema, neurocientífica del Centro Médico de la Universidad de Ámsterdam (Países Bajos) que no participó en el estudio.
Aunque este estudio sólo incluyó a una participante, el equipo ya ha empezado a escanear a otras futuras madres y sigue recibiendo un número abrumador de personas interesadas en participar.
“Mi objetivo con este estudio de un solo sujeto es gritar a los cuatro vientos ‘¡podemos hacerlo! Es muy importante”, dice Pritschet.
Del laboratorio a la clínica
“Sin duda, éste y otros estudios centrados en caracterizar los cambios cerebrales en mujeres embarazadas son necesarios para comprender mejor los trastornos mentales periparto, así como los síntomas subclínicos que pueden aparecer durante este periodo”, afirma Susana Carmona, neurocientífica del Instituto de Investigación Sanitaria Gregorio Marañón de Madrid, que no participó en el estudio.
La depresión durante y después del embarazo afecta a entre el 10 y el 20 por ciento de las personas que dan a luz y es probable que muchas más padezcan síntomas similares sin ser diagnosticadas. Con tan pocos estudios sobre cerebros humanos de embarazadas, aún no se dispone de una forma fiable de detectar la depresión perinatal.
El equipo espera que este estudio y otras investigaciones puedan arrojar algo de luz sobre el ritmo típico de los cambios en la materia gris y blanca a lo largo del embarazo. Una vez establecido el patrón típico, los investigadores podrían identificar anomalías que podrían ser signos de depresión perinatal.
“Quién sabe qué tipo de utilidad clínica surgirá de esto, pero primero tenemos que valorarlo como una cuestión que merece la pena estudiar y que la ciencia se ha limitado a ignorar durante demasiado tiempo”, dice Jacobs.
Más allá del cerebro de la embarazada
Dado que en Estados Unidos más del 85% de las mujeres se quedan embarazadas a lo largo de su vida, resulta sorprendente que los investigadores sepan tan poco sobre sus efectos en el cerebro.
Los problemas de salud de la mujer están notoriamente poco estudiados y el embarazo entra dentro de ese paraguas de investigación. Los investigadores sólo están obligados a incluir a mujeres en los ensayos clínicos patrocinados por los Institutos Nacionales de Salud de Estados Unidos (NIH, por sus siglas en inglés) desde 1993 y muchos ensayos clínicos siguen excluyendo a las embarazadas. Menos del 0,5% de los artículos sobre imágenes cerebrales publicados en los últimos 25 años tienen en cuenta factores de salud específicos de la mujer.
A veces, estas exclusiones se deben a la abundancia de precaución. Jacobs y su equipo utilizaron un tipo de escáner cerebral llamado resonancia magnética o IRM, que sólo es inseguro para participantes con metales dentro o fuera del cuerpo. A pesar de que no existen riesgos demostrados para las embarazadas, a menudo se las excluye de los estudios de IRM por temor a que puedan surgir riesgos en el futuro.
“Creo que la seguridad se utiliza como excusa general pero la realidad es que el cuerpo de la mujer ha sido ignorado a lo largo de la historia de las ciencias biomédicas”, afirma Jacobs.
Jacobs es una de los muchos neurocientíficos que creen que las resonancias magnéticas son completamente seguras para las embarazadas. Anima a los investigadores a equilibrar la precaución con el potencial impacto positivo de la investigación a la hora de considerar si desarrollar estudios en participantes embarazadas.
“Antes de que esto se publicara, compartimos nuestro protocolo y, de hecho, ha ayudado a algunas personas a poder ir a su centro de diagnóstico por imagen y decir ‘vamos a escanear a embarazadas. Esto está bien’“, dice Pritschet. “Así que en realidad se trata de poner en marcha este crecimiento del campo del cerebro materno y llevarlo a la exploración durante el embarazo”, añade.
Para los investigadores que prefieran no realizar ellos mismos los estudios de imagen, el equipo ha puesto sus datos a disposición de cualquiera que desee descargarlos. Esperan que otros utilicen sus datos para probar distintas técnicas de análisis, incluso más allá del cerebro de la embarazada.
Consorcios de investigación como la Iniciativa Ann S. Bowers para la Salud Cerebral de la Mujer, dirigida por Jacobs, facilitan la colaboración para ampliar los conocimientos científicos más allá del cuerpo masculino cisgénero. Fomentar la investigación sobre los efectos cerebrales del embarazo, la menopausia, la terapia hormonal y otros cambios importantes en las hormonas será parte integrante de la representación de las mujeres y las minorías de género en la ciencia.
Como dice Jacobs: “No son sólo las mujeres las que sufren nuestra falta de estudio de este tipo de fenómenos. Es todo el mundo”.
National Geographic
Fuente de esta noticia: https://www.nationalgeographic.es/ciencia/2024/09/embarazo-transforma-cerebro-cambios-perpetuos
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