¿Estás cegada por el eyeliner o el colorete? Así lo creen los usuarios de TikTok, que han acudido a las redes sociales para lamentar la supuesta incapacidad de los usuarios de maquillaje para darse cuenta de si siguen ciegamente las tendencias de maquillaje en lugar de llevar lo que les queda bien en la cara.
Aunque la llamada “ceguera de las cejas” y otros tipos de “ceguera de la belleza” no están precisamente destinados a aparecer en los manuales de diagnóstico psicológico a corto plazo, la tendencia de la gente a seguir las tendencias (incluso cuando parecen tontas o se arriesgan al hacerlo) es definitivamente un fenómeno real. Resulta que estamos programados para señalar nuestras afiliaciones con otros (en este caso, influencers de cejas) y que el deseo de señalar esas afiliaciones puede anular nuestras mejores intenciones (o nuestro conocimiento secreto de que un nuevo look puede no ser adecuado para nosotros).
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Pero las chicas del maquillaje y los niños de Sephora no son los únicos susceptibles de seguir las tendencias para encajar o destacar; de hecho, existe un acalorado debate sobre si este fenómeno se vuelve especialmente feroz en la mediana edad. ¿Qué dice la psicología sobre seguir las tendencias? ¿Existe algún modo de liberarse del deseo de abrazar la última moda?
Una sed evolutiva de conexión social
Primero, un poco de tranquilidad: seguir las tendencias no es un signo de debilidad de carácter o de problemas de salud mental. Según la psicóloga Pamela B. Rutledge, especializada en la ciencia psicológica de los medios de comunicación y la tecnología, es perfectamente normal. ¿Por qué? Por la “conexión social”, un concepto psicológico que se refiere a la necesidad básica de los seres humanos de pertenecer a un grupo social y conectar con los demás.
“La conexión social es una motivación realmente primaria”, dice Rutledge. “De hecho, fue necesaria para nuestra supervivencia en el pasado; estamos muy impulsados a ser tribales”.
La conexión social es tan importante que se considera una de las necesidades básicas del ser humano. Múltiples marcos psicológicos sostienen que las conexiones humanas son tan importantes como lo básico, como el acceso a la comida y el cobijo. Entre ellos están la jerarquía canónica de necesidades de Abraham Maslow, defendida por primera vez en la década de 1950, y la popular teoría de la autodeterminación introducida en la década de 1980.
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Esto se debe a que los humanos evolucionaron para depender unos de otros. Las pruebas de los esfuerzos grupales para sobrevivir se remontan casi tanto tiempo como los propios humanos. Por ejemplo, los arqueólogos han descubierto pruebas de que los primeros homínidos trabajaban juntos para transportar herramientas de piedra a largas distancias hace unos dos millones de años en lo que hoy es Kenia.
Y aunque seguir una tendencia en las redes sociales no es exactamente tan importante como dejar atrás a un tigre dientes de sable, la evolución humana ha preparado nuestro cerebro para sintonizar con las señales sociales.
Cómo el cerebro social señala tu identidad a los demás
La cognición social (los procesos que dictan lo que percibimos y cómo respondemos a los demás) tiene lugar en gran medida en las partes del cerebro que supervisan la vista, el reconocimiento de patrones, la toma de decisiones, la empatía y funciones similares. Entre ellas se encuentran la amígdala (que detecta el peligro y la diferencia) y el córtex prefrontal (implicado en la función ejecutiva superior y la toma de decisiones).
Gracias a estos complejos sistemas cognitivos, nuestros cerebros son realmente buenos identificando patrones e impulsando comportamientos que comunican nuestro estatus social. Como resultado, dice Rutledge, “puedes utilizar casi cualquier cosa para señalar tu pertenencia o afiliación” a un grupo social.
Emitir las señales sociales adecuadas permite a los demás saber a qué grupo se pertenece o con cuál se quiere estar afiliado, y esas señales son observadas e interpretadas por los demás. Estos comportamientos, conocidos como señales de identidad, pueden ir desde poner una pegatina política en el coche hasta elegir una marca de ropa.
Estas señales no son sólo para los demás: a nivel de grupo, las señales de identidad ayudan a impulsar la cultura en general. Los grupos adoptan identificadores y símbolos que permiten a la gente sentir que pertenecen a algo, o dejan claro que quieren destacar. Esto explica por qué microtendencias como las “cejas de Instagram” o la colocación del colorete son tan atractivas.
Y los psicólogos han documentado que cuando las tendencias se imponen, muchos de los que las adoptan pasan a otras señales en un intento de indicar que están a la vanguardia de la cultura, un grupo social en sí mismo.
¿Han cambiado las redes sociales la forma en que los seres humanos se señalan unos a otros su estatus social? No exactamente, dice Rutledge. Más bien, “han permitido que ciertas tendencias se extiendan más rápido y más lejos de lo que lo habrían hecho de otro modo”. Por ejemplo, la moda: mientras que antes las tendencias se filtraban desde las pasarelas de alta costura hacia el uso común a lo largo de años, ahora las redes sociales permiten que las minitendencias surjan y desaparezcan en cuestión de semanas.
Pero, ¿por qué las propias tendencias suscitan tal atracción? Rutledge vuelve a culpar a la evolución. “Nuestros cerebros están programados para notar cosas raras”, dice. “Si no es normal, tenemos que comprobarlo”. Así, nos fijamos en las cosas atípicas y en las que llaman la atención, lo que da a las tendencias aún más caché para quienes se atreven a seguirlas.
Todo el mundo es susceptible
Según Rutledge, nadie está exento de seguir modas, fijarse en tendencias o señalar su pertenencia real o percibida a grupos sociales. Pero hay un grupo en particular que es aún más propenso a seguir tendencias, incluso las más arriesgadas: los preadolescentes, adolescentes y adultos jóvenes, dice Rutledge.
A medida que los niños inician el camino hacia la independencia adulta, buscan formas de expresar su individualidad. Irónicamente, esto puede dar lugar a intentos a veces desesperados de demostrar su pertenencia a grupos socialmente creíbles, y puede avivar el deseo de destacar con la ayuda de tendencias virales.
“Tienes que encontrar la manera de abrirte camino en el mundo”, dice Rutledge. “Y para ello, tienes que averiguar quién eres”. Como somos criaturas sociales, ese desarrollo tiene lugar en un entorno social, dice Rutledge, y una creciente conciencia de las señales sociales significa un creciente interés por seguir (o abandonar) las tendencias. La popularidad “no importa realmente, aunque parezca que sí”, dice Rutledge. “Pero desde una perspectiva biológica, importa para conseguir pareja”.
En consecuencia, el cerebro adolescente experimenta un rápido desarrollo en las áreas esenciales para la cognición social. Los estudios sugieren que la capacidad de reconocer y leer caras alcanza su máximo durante la adolescencia, lo que contribuye a una hiperconciencia de los compañeros. Mientras tanto, el córtex prefrontal (la región asociada a la lógica y la toma de decisiones) es la última zona del cerebro en desarrollarse por completo, por lo que no es de extrañar que los adolescentes recurran a comer cápsulas de detergente o a inhalar canela para impresionar a sus amigos.
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Por la misma razón, dice Rutledge, los adultos mayores tienden a sentirse más seguros de su identidad, un sentimiento que puede protegerles de ser tan susceptibles a cualquier moda pasajera. De hecho, las investigaciones demuestran que la atención social varía según la edad, y que los adultos mayores prestan menos atención a las señales sociales que los jóvenes.
Pero incluso los adultos pueden ser víctimas del deseo de señalar la diferencia social. Pensemos en la crisis de la mediana edad: aunque el paradigma sigue siendo objeto de acalorados debates, algunas investigaciones han demostrado que los individuos pueden ser más sensibles a la recompensa social (la información positiva de los miembros de sus círculos sociales) durante la mediana edad.
Las redes sociales tampoco son el único lugar donde encontrar viralidad y tendencias socialmente relevantes: Rutledge cita todo, desde banderas a hombreras, tatuajes y coches, como señales sociales.
Así que la próxima vez que te maquilles (o te vistas, pidas una comida en público, te decidas por una pegatina para el parachoques o compres un vehículo) ten en cuenta que tu decisión puede no ser tan personalizada como crees. “En realidad, se trata de una respuesta arraigada”, afirma Rutledge, que puede explicarse por nuestra necesidad de encajar (o destacar) entre la multitud.
Este artículo se publicó originalmente en inglés en nationalgeographic.com.
National Geographic
Fuente de esta noticia: https://www.nationalgeographic.es/ciencia/2024/07/modas-por-que-seguimos
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