Cuáles son los límites de la Inteligencia Artificial en la ciencia

En diálogo con DEF, el psicólogo Matías Braslavsky cuenta su visión sobre la regulación, ética y legalidad de la IA aplicada a ciertas ciencias humanas.  

La Inteligencia Artificial incursiona en cada vez más industrias y recientemente desembarcó en el área de la psicología, no solo brindando una opción innovadora, sino también instalando una nueva polémica, que se suma a una larga lista de controversias.

Matías Braslavsky es psicólogo, docente y un gran conocedor de todo lo relacionado con analizar conductas, vínculos y pensamientos humanos. Hace un gran trabajo de divulgación a través de las redes sociales y distintos canales de comunicación. ¿Podría haber un futuro en donde la gente haga terapia a través de Inteligencia Artificial? En una charla más que interesante, el especialista respondió varios aspectos relacionados.

-¿Incursionaste en las aplicaciones de psicología que se valen de Inteligencia Artificial?

-Nunca usé en el espacio analítico o dentro del marco de la terapia ninguna de esas aplicaciones. Sí me han contado y me propuse investigarlas. Por el momento no encontré ninguna especializada en psicología, clínica o terapia y mucho menos en psicoanálisis.

Sin embargo, intenté buscar en ChatGPT, que es la aplicación más conocida de Inteligencia Artificial hasta el momento, una orientación en un caso de adicción en el cual un aspecto del psicoanálisis requería de un complemento con otro marco teórico. Por lo tanto, quise encontrar algo de información en relación con la terapia cognitiva conductual para poder hacer otro tipo de intervención y me sirvió.

-¿La IA podría funcionar como una nueva herramienta para la psicología en general?

-Por supuesto, pero, sin embargo, no me significó para nada una sensación de reemplazo al terapeuta. Fue una buena herramienta para orientación que me permitió, a partir de este complemento de información, poder pensar en otras cosas. No la utilizaría en una situación analítica, que es una cuestión más particular en la cual, hasta el momento, no creo que el profesional pueda ser reemplazado por un algoritmo. Pero sí me sirvió para poder orientar la búsqueda de autores que me permitieran después poder ejercer mejor mi rol.

-¿Qué opinión te merece, entonces, el avance de la incorporación de la Inteligencia Artificial en la psicología?

-No quiero ponerme en contra de las inteligencias artificiales, porque creo que representan un gran progreso y que hay que adaptarse a la subjetividad de la época. De hecho, son un recurso fundamental, ya que pueden producir efectos de alivio, entendimiento o transformación, sin duda.

El punto no es ese, porque los efectos sugestivos pueden estar y alivian, pero por un determinado tiempo, dado que no producen transformaciones a nivel de la subjetividad, que sí se dan en una psicoterapia. Hay muchos métodos terapéuticos que pueden ser la lectura, el deporte, las buenas conversaciones, tomarse un vino, leer consejos en Google y tantos otros más. Son muy importantes en este momento, pero creo que no hay que confundir lo que es un efecto terapéutico o un alivio de ese estilo, con la psicoterapia como tal.

-¿Crees que las plataformas de IA resuenan más en la juventud?

-Es cierto que mayoritariamente los consumidores de este tipo de inteligencias o de dispositivos son los más jóvenes, por la cercanía y la facilidad que tienen al haber nacido en estas últimas épocas para vincularse con este tipo de tecnologías. Me parece lógico que sean los que más las utilizan, siendo que es un momento en donde reina la pastilla de la salud, la pastilla del saber, la pastilla de la verdad. Todo es efímero, todo tiene que ser rápido, eficiente, eficaz. El problema de la ciencia históricamente siempre fue el componente humano.

-¿A qué te referís con el “componente humano”?

-Sería el resto, es la basura, lo que sobra en la ciencia y todo aquello que tenga que ver con la interacción humana. Es lo que hace que el cálculo exacto, eficaz, eficiente de la ciencia falle. Entonces lo que intenta es una y otra vez, para poder estandarizar y llegar al “progreso”, eliminar el componente humano. Pero hay algo de la terapia en donde el componente humano, es justamente lo que hace que funcione.

-¿Por qué crees que la ciencia querría “eliminar” la parte humana?

-La idea de las IA aplicadas a la psicoterapia es un intento más de maquinización. En consonancia con la subjetividad de esta época dominada por el capitalismo, las IA  que prometen “la curación” son un intento de hacer al sujeto que consulta un objeto. Casi como si la experiencia de la terapia se pareciese a ese ideal imposible (como todos), que pinta con tanta ligereza un escenario en el cual la terapia sería: entrar enfermos y salir sanos y “curados”.

-¿Cómo crees que se unen entonces estos dos mundos tan distintos?

-Al menos desde el psicoanálisis, hay dos operaciones que se dan en simultáneo, que son la operación de lectura y de escritura. Cuando un paciente viene, cuenta sus cosas, hay una consigna fundamental de la asociación libre, en la cual se le dice al paciente que puede hablar de lo que quiera o lo que pueda, sin vergüenzas, culpas, remordimientos.

Pienso que el hecho de hablar con una persona muchas veces genera en principio ciertos obstáculos, porque enfrente hay otra persona. Sin embargo, la transferencia analítica es lo que permite que el proceso empiece a encauzarse. A partir de ahí es donde empieza a funcionar. Una vez que comienza la asociación libre, se puede hablar y, a su vez, dejar que le hablen, hay algo de la terapia que comienza a funcionar. Sin embargo, muchas veces tener una persona enfrente es un obstáculo.

-¿Ahí es donde la Inteligencia Artificial tiene ventaja? 

-Hay algo de esa primera operación del hablar que imagino que puede facilitarse, porque es un poco más parecido al acto de “estar hablando a la nada”. Pero el conflicto ahí es escribir eso que se habla. Es decir, hacer una operación de lectura sobre eso que se dice verbalmente, hacer preguntas, interpretaciones que produzcan nuevos sentidos y quiebren sentidos dentro de lo que se dice.

Ese es el gran trabajo de la operación psicoanalítica como tal. En esta lectoescritura, lo que aparece es justamente el inconsciente. Bajo la relación transferencial entre un analizante y un analista, entre un paciente y un terapeuta, en esa operación de lectura que hace el terapeuta, lo que hace es reproducir el inconsciente, en donde ahí se redoblan los sentidos y se puede empezar a armar un nuevo texto, palabras que sostienen al sujeto, a la persona en su vida.

-¿Cómo actúa la tecnología en contraposición al terapeuta?

-Por el momento, parece que usan otros datos y una cierta estandarización o regulación que además tienden como tal hacia una cierta forma de vivir que es buena o mala. Es decir, no creo que una inteligencia artificial tenga la habilidad para hacer una operación de lectura que en algún caso no sea el problema sino la solución a otro problema. Ese camino del bien, del buen vivir que tiende hacia el bien, no siempre es el bien para el sujeto, por eso la terapia se sostiene en el caso por caso.

-¿Crees que podría darse un marco legal en donde entren estas tecnologías?

-En cuanto a la legalidad, todavía me parece un desafío la cuestión de la confidencialidad por el hecho de que el algoritmo funciona explícitamente dentro de un contrato en el cual los datos se utilizan para retroalimentar y operar ya sea con el mismo usuario o en otros usuarios. Entonces no solo sería un desafío, sino que un obstáculo.

¿Ves un futuro de chatbots aplicados a la psicología? 

Hoy, como complemento, sin dudas está sucediendo algo interesante. ¿Si apuesto a eso? No, casi que para nada. Pero me encantaría encontrarme con el hallazgo y la sorpresa de que estás IA sirvan para que la gente viva mejor.