La enfermedad rara de origen genético, conocida también como Epilepsia Catastrófica de la Infancia, tiene una mortalidad elevada que alcanza el 15% de los pacientes. En el Día Internacional, la importancia del diagnóstico temprano y las opciones de tratamiento.
El Síndrome de Dravet, es una enfermedad rara de origen genético conocida también como Epilepsia Catastrófica de la Infancia, ya que se origina por la mutación de un gen, el SCN1A, y comienza a manifestarse a partir del primer año de vida.
La misma se caracteriza por generar crisis epilépticas de bebé y siguen con una serie de comorbilidades que habitualmente aparecen con más años. Esas comorbilidades se pueden retratar como retraso cognitivo, problemas conductuales, del sueño, en las funciones motoras y del habla y espectro autista.
La mortalidad de esta enfermedad es elevada, alcanzando el 15% antes de la edad adulta, principalmente por muerte súbita por epilepsia. Se origina por la mutación de un gen, el SCN1A, y comienza a manifestarse en el primer año de vida.
Esta patología poco frecuente, cuya incidencia se estima en un caso cada 16 mil nacimientos, provoca crisis prolongadas. Los pacientes y sus familias suelen sufrir obstáculos para acceder a las terapias adecuadas y para la integración social. Los beneficios del uso del cannabidiol para reducir las convulsiones.
En la Argentina, cerca de 60 mil personas padecen algún tipo de epilepsia refractaria; es decir, aquellas que no responden a los tratamientos tradicionales y requieren esquemas terapéuticos más complejos. Esto representa un gran desafío tanto para el sistema de salud, que necesita estar preparado para asistirlas, como también para la sociedad, que en muchos casos termina por excluir a estos pacientes por prejuicio o desconocimiento.
Walter H. Silva, neurólogo y jefe del Servicio de Epilepsia y Unidad de Videoelectroencefalograma (VEEG) del Fleni, explica: “También conocida como Epilepsia Mioclónica Severa de la Infancia, es una forma de epilepsia de difícil control que tiene una incidencia estimada de 1 cada 16 mil nacimientos a nivel mundial. En nuestro país, lamentablemente, no tenemos la cifra exacta, ya que faltan estudios epidemiológicos de campo”.
Y añade que esta encefalopatía, de origen genético, está dentro de la familia de las canalopatías: “Se produce por la alteración del funcionamiento de los canales de sodio de las neuronas cerebrales que tienen la función de inhibir la actividad de la corteza cerebral”. Silva detalla que cerca del 80% de los pacientes afectados presenta una mutación en el gen SCN1A1.
Generalmente, esta enfermedad aparece entre los 4 y 12 meses de vida, caracterizándose por crisis epilépticas de duración prolongada, que pueden estar acompañadas o no por fiebre. En edades más avanzadas, después de los dos años, es frecuente la aparición de otros tipos de crisis como mioclonías (sacudidas breves de brazos y piernas), ausencias atípicas (desconexión breve de la conciencia) y crisis focales con alteración de conciencia.
“Se empiezan además a observar síntomas de retraso en el desarrollo cognitivo y psicomotor. En muchos casos, se observan ataxia (marcha inestable e incoordinada), trastornos conductuales, incluidos los trastornos del espectro autista, problemas alimenticios como selectividad con los alimentos, falta de apetito y trastornos del sueño como insomnio. El retraso del habla y del lenguaje suele ser una de las funciones más afectadas”, remarcó Silva.
Miguel Sarria, presidente de la Fundación Dravet Latam, indica que el desconocimiento y la poca disponibilidad de medicamentos de primera generación complican el tratamiento: “El Síndrome de Dravet está incluido en las listas de enfermedades raras en nuestros países, lo que permite un avance lento en el abordaje social de la enfermedad”. Añade que ingresar a la educación es difícil porque las instituciones no cuentan con los recursos necesarios para atender a esta población. “En el sector público hay algunas políticas de inclusión que promueven programas educativos dirigidos a personas en condiciones especiales, pero aún son insuficientes y poco controlados”.
Las barreras también incluyen la atención primaria. “El control y atención de crisis epilépticas es básico en la enfermería, pero muchas instituciones se rehúsan debido a la complejidad de una crisis que puede volverse status epiléptico, frecuente en Dravet. Nuestros niños suman problemas de sueño, conductuales y ataxias musculares, lo que requiere de un abordaje intenso con diversas terapias. Muchas de estas condiciones demandan paciencia extrema, generando que muchas instituciones eviten su manejo, creando discriminación y falta de empatía”, explica Sarria.
El acceso a la medicación es otro punto de conflicto en muchos países de la región. “Los mejores tratamientos no están disponibles (no son reconocidos) por los seguros públicos ni privados, por lo que muchos médicos evitan usarlos a no ser que las familias puedan afrontarlos económicamente. Las leyes deben dar el marco legal y las autoridades el control para que los medicamentos sean de acceso gratuito para todos los pacientes”, enfatiza Sarria.
Los Tratamientos para el Síndrome de Dravet
En Argentina, las guías terapéuticas para el tratamiento de la epilepsia han incorporado un número importante de fármacos. “Es importante que los médicos estén al tanto de estas guías y consideren las opciones más adecuadas para cada paciente, teniendo en cuenta su tipo de epilepsia y las evidencias disponibles”, sostiene Silva. La colaboración entre profesionales de la salud y la educación del paciente sobre las opciones de tratamiento también es fundamental para superar estas barreras.
La primera opción terapéutica son los fármacos anticrisis epiléptica, que buscan disminuir la cantidad de episodios convulsivos para mejorar el día a día de los pacientes y reducir el deterioro cognitivo y psicomotor. “Su eficacia se mide con el porcentaje de pacientes que bajan al menos un 50% la cantidad de convulsiones. La probabilidad oscila entre 30-70% con las medicaciones nuevas disponibles”, señala Silva. Además, se busca evitar los factores desencadenantes de crisis, como fiebre, altas temperaturas, insomnio y medicaciones antiepilépticas que bloquean los canales de sodio y pueden agravar las crisis.
La dieta cetogénica es otra alternativa. “Alta en grasas y baja en hidratos de carbono, ha mostrado resultados prometedores en la reducción de la frecuencia y gravedad de las convulsiones: en aproximadamente el 60% de los pacientes se obtiene una reducción del 75% de las crisis. Debe ser implementada bajo la supervisión de un profesional de la salud, por sus posibles efectos secundarios y la necesidad de un seguimiento estricto”, advierte Silva. También se desarrollan terapias génicas que podrían corregir las mutaciones asociadas al Síndrome de Dravet, pero actualmente están en investigación.
Una de las dificultades es que las convulsiones son altamente farmacorresistentes. En el 80% de los casos, los pacientes requieren más de dos medicaciones combinadas para reducir las convulsiones, y algunos medicamentos como carbamazepina, oxcarbazepina, lamotrigina, fenitoína y vigabatrina pueden exacerbarlas.
El cannabidiol (CBD) ha surgido como una esperanza en los últimos años. “Su indicación se volvió tema candente en 2013, cuando los medios difundieron la historia de Charlotte Figi, una niña con Síndrome de Dravet que experimentó una reducción prominente en sus crisis tras tomar un extracto de cannabis con alto contenido de CBD. Investigaciones posteriores con cannabidiol purificado, como el Convupidiol, demostraron su eficacia”, comenta Silva.
Convupidiol –el primer derivado del cannabis aprobado como producto farmacéutico en Argentina– está indicado como tratamiento complementario de convulsiones asociadas con el Síndrome de Lennox-Gastaut (LGS) y el Síndrome de Dravet (DS) en pacientes desde los dos años de edad.
Infobae
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