La masacre de Jonestown sigue siendo uno de los mayores asesinatos en masa de la historia de Estados Unidos. En un solo día, 901 estadounidenses y 8 guyaneses murieron a causa de las acciones de Jim Jones. Recibidas con críticas más que con compasión, las víctimas y los supervivientes de la tragedia de 1978 fueron a menudo culpados y considerados “locos” por unirse al movimiento.
La verdad es que el líder de Jonestown, el predicador Jim Jones, consiguió atraer seguidores en Estados Unidos porque su mensaje resonó en una época de frustración y agitación, y sus opiniones fueron legitimadas por otros líderes de los derechos civiles. En Guyana, Jones ofrecía una utopía en la que los seguidores podían poner en práctica su visión de una sociedad igualitaria y autosuficiente.
Salvajemente carismático, Jones predicaba lo que tantos estadounidenses ansiaban oír. Los jóvenes radicales, desilusionados por la política establecida y la guerra de Vietnam, aplaudían los principios socialistas que promovía en su iglesia, el Templo del Pueblo. También atrajo a miembros negros, que llegaron a constituir entre el 80% y el 90% de la congregación. Jones no sólo abordó en gran medida cuestiones relacionadas con los derechos civiles, sino que también modeló estilos de culto negros tradicionales, adoptó un hijo negro y otro coreano a los que promocionó, e incluso afirmó que él mismo era negro.
Teniendo en cuenta los meses y años que precedieron a la masacre, está claro que la gente que se unió a Jonestown no eran “locos” ni “sectarios”. Por el contrario, eran simplemente personas que buscaban construir un mundo más justo y mejor, y Jonestown les dio una forma de ver realizada su comunidad.
Jones aprovechó una tormenta social
Jim Jones abrió lo que se convertiría en el Templo del Pueblo en Indiana, Estados Unidos, en 1954. El Templo del Pueblo se inspiró en el socialismo, el comunismo y el cristianismo para promover la igualdad y atraer a una congregación multirracial. Jones hacía proselitismo con el garbo de un showman y recurría a la curación por la fe para atraer adeptos.
Los estadounidenses de raza negra constituían una parte significativa de los miembros de la iglesia. El compromiso del Templo del Pueblo con la igualdad racial y la incorporación de las tradiciones religiosas de los negros estadounidenses lo convirtieron en lo que la académica Rebecca Moore denominó “un movimiento cultural y racialmente negro”.
“La primera vez que llegué allí me recibió una coalición arco iris de personas, y era la primera vez que me encontraba en un ambiente en el que era una iglesia, multirracial y también multigeneracional”, recuerda Yulanda Williams, antigua miembro del Templo de los Pueblos; “cuando escuché a Jim Jones, habló de lo mucho que respetaba el movimiento por los derechos civiles y de lo importante que era que siguiéramos viviendo el sueño del Dr. Martin Luther King”.
El carisma y la visión de Jones atrajeron la atención de algunos de los activistas más visibles del país, como la actriz Jane Fonda y Huey P. Newton, fundador del movimiento de las Panteras Negras. Jones también se ganó el apoyo de la clase política de San Francisco, adonde trasladó su iglesia en 1965. Allí conoció a Rosalynn Carter, esposa del Presidente Jimmy Carter, que quedó tan cautivada por Jones que llegó a hablar desde su púlpito; ambos cenaron juntos e intercambiaron cartas. Harvey Milk, político y activista del movimiento LGTBI, adulaba el trabajo de Jones, y los políticos que buscaban votantes acudían a menudo al Templo del Pueblo.
¿Por qué Jonestown se construyó en Guyana?
Después de que una serie de informes desacreditaran la curación por la fe de Jones y le acusaran de abusos, Jones empezó a creer que eran señales de que Estados Unidos iba a por el Templo de los Pueblos… y a por él. El consumo de drogas no hizo más que alimentar su paranoia de que el Gobierno de EE. UU. tuviera a la iglesia en el punto de mira o se volviera fascista. Estos temores convencieron a Jones y a otros líderes de la iglesia de que el futuro de su movimiento estaba fuera de las fronteras de Estados Unidos.
En 1974, el Templo del Pueblo adquirió un terreno en la selva de Guyana. Al ser un país convenientemente anglófono, la población de Guyana también incluía una mezcla de personas de ascendencia africana, asiática y amerindia, y Jones creyó que sería perfecto para una utopía multirracial. La iglesia planeaba construir una comuna agrícola donde sus miembros pudieran vivir según sus valores.
Una gran oleada de miembros del Templo del Pueblo, incluido Jim Jones, llegó en el verano de 1977. Como escribió Rebecca Moore en su libro Understanding Jonestown and Peoples Temple [Entendiendo Jonestone y el Templo del Pueblo], estos “miembros creían que no sólo estaban abandonando algo peor, sino que también estaban avanzando hacia algo mejor. Se fijaron el objetivo de crear una comunidad sin racismo, en la que todos los niños fueran libres e iguales”.
¿Cómo era la vida en Jonestown?
En noviembre de 1978, la población de Jonestown había aumentado a 1020 habitantes. Moore estimó que el mayor grupo demográfico de Jonestown eran las mujeres y niñas negras, que constituían el 45% de la población. Los miembros negros constituían el 68% de la población total de Jonestown. La comuna también era predominantemente juvenil, con un 63% de la población de 35 años o menos, y 152 niños menores de 12 años.
Todo el mundo desempeñaba un papel. Los residentes actuaban como cocineros, carpinteros e ingenieros. Los profesores impartían a los niños una enseñanza centrada en el alumno, con asignaturas como matemáticas, lectura e historia de Guyana. Los alumnos mayores participaban en programas de aprendizaje en la comunidad.
El complejo contaba con un generador, cabañas tipo dormitorio y una cocina común. Los residentes también tenían acceso a una biblioteca y un centro de salud. Un sistema de audio permitía a Jones hacer frecuentes anuncios a través de un altavoz, por lo que su voz estaba siempre presente.
Además de las reuniones obligatorias todas las noches, los residentes participaban en diferentes actividades, como equipos deportivos, grupos de danza y artes musicales y noches de cine.
Algunos disfrutaron inicialmente de su estancia en Jonestown. “Traían electricidad, construían casas preciosas en las que no teníamos que pagar alquiler, se ocupaban de toda la comida que necesitábamos y de nuestra atención médica”, recuerda Williams; “era algo absolutamente increíble. Estábamos a salvo y seguros. Una gran utopía, la vida mejor, ayudándonos unos a otros como una gran familia feliz”.
El fin de la utopía
Aún así, Jonestown no fue la utopía que Jim Jones había prometido.
Grace Stoen abandonó el Templo Peoples antes de la construcción de Jonestown, pero aun así se enteró de lo que allí ocurría. “Empecé a oír que la gente estaba siendo muy maltratada. […] Jim estaba convirtiendo sus vidas en una completa miseria, intimidándoles y controlándoles”.
El hombre que predicaba el evangelio de la igualdad se autoproclamó gobernante de su reino en la selva. Acaparó los pasaportes de todos, impidiéndoles salir. Los residentes no podían tener citas ni separarse sin su aprobación. Los castigos incluían el ostracismo social y, según testigos, ató a niños en la selva y enroscó una serpiente alrededor de la pierna de una mujer.
La paranoia de Jones empeoró, hasta el punto de llegar a estar convencido de que los soldados asaltarían Jonestown. Insistiendo en que el suicidio colectivo era la única salida, reunió a los residentes y les dijo que bebieran algo que, afirmaba, era veneno (pero que en realidad no lo era): se trataba de una prueba para que el grupo demostrase su lealtad y se preparase para lo que estaba por venir. Los residentes de Jonestown le siguieron la corriente porque ya habían realizado antes estos simulacros de suicidio en California. Estos tests podrían haber insensibilizado a los residentes de Jonestown a lo que Moore llamó una ceremonia “ritualizada”.
El 18 de noviembre de 1978, Jones ordenó a los habitantes de Jonestown que representaran una vez más la prueba que habían ensayado. Después de una visita del representante estadounidense Leo Ryan, Jones decidió que había llegado el momento de acabar con todo. Obligó a su congregación a consumir un cóctel de cianuro. Algunos lo tomaron voluntariamente, pero muchos fueron coaccionados a hacerlo, tal vez temiendo ser asesinados si se negaban. A otros, incluidos niños, se les obligó a beberlo o se les inyectó en el torrente sanguíneo con jeringuillas. Cuando la comuna enmudeció, más de 900 hombres, mujeres y niños habían muerto, incluido Jones, aunque él tenía un disparo en la cabeza.
Este artículo se publicó originalmente en inglés en nationalgeographic.com.
National Geographic
Fuente de esta noticia: https://www.nationalgeographic.es/historia/2024/06/masacre-jonestown-jim-jones-que-fue-como-produjo
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