Soy un infeliz manchado de tinta. Las yemas de mis dedos están más oscuras que el carbón. Y no son sólo mis manos. En los últimos meses, mi escritorio tiene una creciente colección de manchas negras permanentes. Mi jersey azul claro favorito parece haber sido atacado por Jackson Pollock. Y en un episodio especialmente embarazoso, dejé una mancha de tinta en la alfombra de un senador de Estados Unidos.
Estaba entrevistando al senador Ron Wyden de Oregón para un libro que estaba escribiendo, sentado frente a él en el sofá de su despacho de Washington, D.C., y tomando notas con mi fiel pluma de ganso. Mojé la pluma en el tintero y, para mi horror, una gran gota de líquido negro cayó sobre la alfombra roja, formando una mancha del tamaño de una ficha de póquer. Me disculpé. Empecé a sudar. Intenté sin éxito limpiar la mancha. El senador dijo, generoso: “No es lo peor que ha pasado en la civilización occidental”. Lo cual es cierto. Pero tampoco fue genial. Cuando más tarde se lo conté a mi mujer, me dijo: “Me pregunto cuánto le costará al Gobierno limpiarlo”. Me sentí tan culpable que le pedí a mi contable que añadiera cincuenta dólares (unos 46 euros) a mis impuestos para pagar la limpieza de la alfombra del Capitolio.
¿Por qué he ido dejando un rastro de manchas de tinta a mi paso? Bueno, llevo un año escribiendo con pluma y, a pesar de su suciedad, me encanta. De hecho, me he convertido en un evangelista de la pluma y, para cuando hayas terminado el artículo (que he escrito con una pluma, por supuesto) espero haberte convertido a ti también.
Nota del editor: Mientras Jacobs escribió su primer borrador con una pluma, editamos esta pieza en el siglo XXI con Google Docs.
Empecé a escribir con una pluma de ave como parte de la investigación para mi nuevo libro, The Year of Living Constitutionally [El año de vivir constitucionalmente]. En el libro, intento comprender el significado original de la Constitución adoptando la mentalidad y los hábitos de nuestros Fundadores. Y eso significaba utilizar tecnología de 1790 siempre que fuera posible. He llevado un mosquete por las calles de mi barrio neoyorquino (lo que provocó algunas cejas levantadas). He consumido docenas de velas de cera de abeja. Y he escrito con pluma de ganso, como Ben Franklin y James Madison.
Fue un proceso ruidoso. Mi mujer odiaba el chirrido de la pluma al recorrer la página. Pero a mí me encantaba el sonido. Para mis oídos era la prueba de que estaba escribiendo palabras, algo así como el tintineo de las pesas en el gimnasio.
De hecho, me gustaba casi todo del ritual. Saboreaba la sensación de mojar la pluma en el tintero cada pocas palabras. Me encantaban los elegantes bucles y rizos de la cursiva. Y tal vez, sobre todo, agradecía que escribir con pluma pusiera mi mente en estado de flujo. Me ayudaba a concentrarme en mis pensamientos. Es tan apacible. Cuando escribo en un ordenador, los pitidos, las campanillas y las ventanas emergentes me distraen constantemente. Escribir con una pluma se presta a un estilo de escritura más lento, menos impulsivo y menos enfadado. No puedo teclear algunas siglas con los pulgares, pulsar enviar y arrepentirme inmediatamente.
Me llevo la pluma de viaje. He firmado cheques de restaurante con pluma (mientras mis hijos adolescentes escondían la cara avergonzados). Expresé mi derecho a presentar peticiones al Gobierno, recogido en la Primera Enmienda, escribiendo una con una pluma (por eso me reuní con el senador Wyden: para entregarle una petición). Y escribí gran parte del libro con pluma. Creo que hizo que mi libro fuera más matizado al ralentizar y moderar mis pensamientos. A menudo me lo he preguntado: si el mundo volviera a escribir con pluma, ¿habría menos trolls y escritores rabiosos? ¿Qué pasaría si los Fundadores hubieran escrito la Constitución en un documento compartido de Google? ¿Se habrían puesto de acuerdo? Tendré que pensar en ello de forma pausada y meditada.
Entonces, ¿cómo se consigue una pluma en el siglo XXI? Bueno, se pueden comprar plumas preafiladas por unos doce dólares en Ye Olde Internet. Pero yo prefiero pedir las plumas de ganso, más baratas y sin afilar. Una vez que me llegan, corto la punta con un cuchillo X-Acto y hago una hendidura para guardar la tinta. No soy un gran tallador de plumas, pero el aspecto de bricolaje me hace sentir aún más conectado con el acto de escribir.
Opté por plumas de ganso porque era la pluma preferida de la generación de los fundadores. Pero no era la única opción. Las plumas de cisne, más gruesas, eran útiles para escribir letras grandes y en negrita. Las plumas de cuervo, más finas, servían para garabatear letras minúsculas. Pero, independientemente del ave de la que procedieran, las plumas rara vez se parecían a las que vemos en las películas. Nuestros antepasados, eminentemente prácticos, les quitaban las plumas (que estorbaban) y las dejaban desnudas. Yo prefiero dejar las plumas intactas por razones estéticas.
He intentado reproducir la caligrafía del siglo XVIII. La Constitución está escrita en lo que se llama estilo Copperplate, que es un antepasado de la cursiva que aprendí en la escuela primaria, pero con más florituras y rizos. Pero el aspecto de la caligrafía variaba según quién empuñara la pluma. La letra de Thomas Jefferson era florida y elegante. La de John Adams era más cuadriculada y controlada.
Independientemente del estilo, creo que el mero hecho de mover la mano por la página afectaba a su pensamiento. La ciencia lo corrobora. Como dice un artículo de 2024 de Scientific American, hay un “claro vínculo entre esta acción motora que se lleva a cabo y el reconocimiento visual y conceptual que se crea”. Lo que significa que cuando escribes a mano, las palabras se arraigan más profundamente en tu memoria.
No hay pruebas concluyentes de que la escritura prolongada mejore realmente la calidad de nuestros pensamientos, pero, al menos, los estudios sugieren que las personas se benefician de las menores distracciones que conlleva la tecnología de escritura analógica. Y mi experiencia personal es que hace que mi escritura sea más modulada.
Hablando de eso: ya que estoy argumentando que escribir con pluma me hace un pensador más matizado, debo mencionar que las plumas tienen desventajas, y no sólo las ya mencionadas manchas. Para empezar, tengo calambres en el pulgar mientras termino este artículo. No hay corrector ortográfico, lo que explica por qué la Constitución está llena de erratas. El nombre del estado de Pensilvania se escribe de dos formas distintas en las cuatro páginas de la Constitución (Pensylvania y Pennsylvania).
Otra limitación práctica: en el siglo XXI muchos se confunden con la pluma. Cuando compré un mosquete, intenté pagarlo con un cheque personal firmado por una pluma. El vendedor de mosquetes se negó a aceptarlo, diciendo que su banco podría rechazarlo. Además, el recuento de palabras es difícil (no puedo saber si me he pasado de las 1.200 palabras asignadas para este artículo -nota del editor: lo ha hecho-) y cortar y pegar no existe a menos que uses tijeras y pegamento.
Por eso escribí el primer borrador de mi libro a pluma, pero acabé reescribiendo el libro en mi portátil (también porque mi editor se negó a aceptar una pila de papel amarillo que le llegó por correo ordinario en lugar de correo electrónico). Hice lo mismo con este artículo.
No espero que muchos lectores abandonen sus portátiles y se unan al movimiento de la pluma. Pero espero que algunos se planteen coger bolígrafos y lápices más a menudo. No obtendrán ese sonido gratificante ni la satisfacción de crear su propio instrumento de escritura, pero sigue siendo un paso adelante (retrocediendo). Y si no puedes hacer eso, tal vez incluso desconectar el portátil de Internet durante unos dichosos minutos de escritura concentrada e ininterrumpida.
Pero ahora tengo que dejar la pluma, lavarme las manos y poner rumbo a la oficina de correos, uno de los muchos regalos de los Fundadores a Estados Unidos.
A.J. Jacobs es autor del nuevo libro The Year of Living Constitutionally: La búsqueda de un hombre para seguir el significado original de la Constitución. Presenta el podcast de iHeart The Puzzler.
Este artículo se publicó originalmente en inglés en nationalgeographic.com.
National Geographic
Fuente de esta noticia: https://www.nationalgeographic.es/historia/2024/05/escribir-pluma-siglo-xviii-como-por-que-mejor-ordenador
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