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El pasado 21 de mayo se cumplieron treinta años de la presentación de Pulp Fiction en el Festival de Cine de Cannes. Esta obra maestra, dirigida por Quentin Tarantino no solo desafió los cánones establecidos en la industria cinematográfica, sino que se convirtió en un símbolo perdurable de la cultura popular y un hito del movimiento posmoderno en el cine.

El guión, magistralmente escrito por Tarantino y Roger Avary, rompió con los grandes relatos de la modernidad al cuestionar las narrativas lineales tradicionales y presentar una estructura fragmentada, donde múltiples historias convergen y divergen.

La intertextualidad es una de las piedras angulares de Pulp Fiction. Tarantino teje una red de  referencias que abarca desde la literatura pulp hasta la novela negra, pasando por la música pop y el cine clásico, creando así un collage que da vida a su universo cinematográfico. Esta técnica no solo homenajea las influencias del director, sino que también establece una conexión profunda con el imaginario colectivo de la audiencia, invitándola a participar en un juego de referencias y significados.

Aunque los precursores de la corriente posmoderna pueden rastrearse en movimientos vanguardistas como el expresionismo alemán de la década de 1920, muchos consideran que el verdadero punto de partida del cine posmoderno  fue La naranja mecánica, dirigida por Stanley Kubrick en 1971. Esta clase de largometrajes buscaban desmitificar las certezas que planteaba la modernidad.

En este nuevo contexto, las historias dejaron de ser relatos unilaterales para adoptar un relativismo moral que caracterizaba a los personajes y sus acciones. Tras el desplome del comunismo en 1989 y la creciente desilusión hacia el capitalismo como solución política, los discursos ideológicos extremos desaparecieron y se proclamó el fin de los grandes relatos, como había vaticinado el filósofo Jean-Francois Lyotard.

Es en este entorno de quiebre ideológico y cultural que Pulp Fiction emerge como una de las mejores muestras del cine posmoderno. Al exponer una visión escéptica de la realidad, la película se fragmenta en verdades parciales sostenidas por diversos puntos de vista. Esta ruptura sustancial que se observa en el pensamiento permitió que el arte cinematográfico empiece a explorar con mayor frecuencia relatos que no se adherían a discursos absolutos. De tal forma, este tipo de narraciones se sustentan en puestas en escena que no son naturales ni buscan representar la realidad, sino que más bien pretenden parodiarla.

Para conseguir este efecto, Quentin Tarantino utilizó una amplia gama de referencias culturales que crearon una sátira de la sociedad estadounidense y a la vez homenajeó a sus autores y géneros predilectos. La intertextualidad de su filme con las revistas pulp, populares en la primera mitad del siglo XX, sugiere la acción y las tramas sensacionalistas,  no solo de su filme de los noventa sino de toda su obra cinematográfica.

Adicionalmente, el director tennesiano incorpora elementos característicos de la novela negra en sus creaciones. Los encuentros fogosos, la corrupción, los entornos urbanos sombríos, las femmes fatales y los antihéroes son componentes recurrentes en los universos que recrea. La estrategia permite  desafiar los argumentos tradicionales para incorporar ciertas visiones cínicas del mundo que cuestionan la realidad y la identidad de los personajes dentro de los relatos.

Pero sobre todo, la violencia emerge como una temática  distintiva, y a la vez controvertida en las obras de Tarantino. Por ello, Pulp Fiction en su momento desató arduos debates sobre los límites de su representación y su papel en el arte y la sociedad. Mientras algunos críticos cuestionaron los excesos y la crudeza de sus escenas, señalando una falta de sensibilidad, el propio realizador defiende su enfoque, argumentando que su representación de la violencia se distingue por su estilización y coreografía meticulosa.

Para Tarantino, las situaciones extremas que expone están tan exageradas y  cuidadosamente seleccionadas que se convierten en juegos y caricaturas, desvinculadas de la realidad. Esta ironía no pretende ser una crítica social directa, sino más bien una desmitificación de la censura, mostrando imágenes sin tabúes que sirven para crear un impacto visual y lograr un estilo único.

Finalmente, los diálogos del filme, que ganó la Palma de Oro de Cannes en 1994, son arquetípicos de la posmodernidad, repletos de ironía y meta-comentarios sobre la música, la gastronomía, el séptimo arte y la cultura pop en general. Dentro de esa corriente de pensamiento, el lenguaje es crucial porque  se ve como un sistema flexible y abierto a múltiples interpretaciones. Así, la obra del estadounidense presenta numerosas conversaciones entre sus personajes que revelan contradicciones y absurdos, invitando al espectador a descifrarlos de manera polisémica.

A tres décadas del estreno de Pulp Fiction, este filme sigue siendo un referente esencial para el cine independiente y el arte posmoderno. Su ruptura con los grandes relatos de la modernidad, su intertextualidad con la novela negra y las revistas pulp, la estilización de la violencia y los ingeniosos diálogos entre los personajes lo convirtieron en un icono surgido tras la caída del telón de acero. Tarantino construyó un relato que anticipó el relativismo moral y la hibridación cultural, elementos fundamentales en la configuración del espíritu de esta época.

Esteban Ponce Tarré

Carlos Jijón
Fuente: https://www.larepublica.ec/blog/2024/05/25/la-huella-posmodernade-pulp-fiction/


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