En apenas ocho meses, tres inundaciones históricas arruinaron ciudades enteras en la región del Valle del Taquarí, que abarca decenas de municipios del centro de Río Grande del Sur, con fuerte presencia de la agricultura familiar y de una agroindustria hasta entonces pujante.
El panorama tras la catástrofe más reciente es el de una zona de guerra, con puentes destruidos, casas en ruinas, escombros y barro amontonados por todas partes, y la población conmocionada. La tragedia en el estado comenzó a finales de abril y las crecidas de los ríos han afectado prácticamente a todos los municipios de Río Grande del Sur.
El domingo (19), el reportaje de la Agência Brasil recorrió parte del Valle, donde todavía hay bloqueos y restricciones de acceso a localidades como Roca Sales y Arroio do Meio, que están entre las más devastadas. Hasta hace poco más de una semana, ni siquiera las principales autopistas que conectan la capital con el interior, como la BR-386, estaban totalmente abiertas debido a las inundaciones.
Una de las escenas que se hicieron virales en Internet durante los trágicos días de la inundación mostraba el puente de la autopista federal sobre el río Taquarí, a la entrada de Lajeado, prácticamente cubierto de agua y el río desbordándose por sus orillas, cubriendo fábricas y tiendas.
Dos semanas después, las marcas de la fuerza de la naturaleza aún son visibles, con el parapeto de hormigón del puente lleno de ramas y los barrancos de las orillas del río con grandes árboles muertos arrancados de raíz. Una fábrica de vidrio que se encontraba cerca del puente, también a orillas de la autopista, ha anunciado en las redes sociales que se trasladará tras ser destruida por la corriente del río.
Un poco más al norte de Lajeado, en la carretera que bordea el río Taquarí, gran parte de las casas de la zona rural han quedado destruidas. “La crecida de este mes de mayo fue mucho más alta de lo que habíamos visto en el pasado. En septiembre, estaba 2,20 metros por encima de la crecida más alta de la historia, pero ahora, a principios de mes, ha superado la crecida de septiembre en otros 2 metros. El río subió 24 metros por encima de su nivel normal”, dice Sandro Herrmann, alcalde de Colinas, un pequeño pueblo a orillas del río que da nombre al valle. Sólo en esta localidad, más de 300 casas y 1.400 personas resultaron directamente afectadas, casi el 60% de los poco más de 2.500 habitantes.
“Estas inundaciones han demostrado que el plan director existente no es suficiente y ahora, con las nuevas cuotas de inundación, el municipio tendrá que reformularse y reorganizarse en diferentes lugares. No es sólo la población ribereña la que vive en las zonas inundables, sino también en las zonas de ladera, donde tuvimos 30 familias que sufrieron desprendimientos”, señala.
No lejos de allí, otro punto de destrucción sigue causando molestias a los residentes y trabajadores de la región. Arrastrado por la corriente del río Forqueta, afluente del Taquarí, el puente de la carretera estatal RS-130 entre Lajeado y Arroio do Meio se ha convertido en un trozo de hormigón caído al río.
Desde el 15 de mayo, el aislamiento ha sido sustituido por un paso sólo para peatones instalado por el Batallón de Ingenieros del Ejército.
“Yo trabajo en Arroio do Meio, pero cruzo aquí porque como ya no tenemos acceso, ya no vienen mercancías [a Arroio] y entonces cruzamos para coger un suplemento y volver, ¿no?”, dice la vendedora Simone Feil.
Cientos de trabajadores que viven en una ciudad pero trabajan en la otra tienen ahora que coger el transporte a un lado del río y cruzar el paso improvisado de madera sobre barcas.
El flujo de personas que cruzan de un lado a otro es intenso. No hay cifras oficiales, pero en poco menos de una hora que estuvimos allí cruzaron cientos de personas. El procedimiento está organizado por soldados del ejército. Es obligatorio utilizar chalecos salvavidas.
Como la pasarela es estrecha y unidireccional, los grupos de cada orilla se liberan en turnos. Los ancianos, las personas con movilidad reducida y los niños lo tienen aún más difícil, ya que el cruce exige descender por un barranco empinado y resbaladizo, empapado por la lluvia.
La joven estudiante Letícia Elegeda era una de las personas que cruzaban la pasarela desde Arroio do Meio, cargada con dos maletas grandes, una mochila y una caja. “Decidí dejar la ciudad, tengo 20 años, soy muy joven. Y la ciudad se ha perdido, los pequeños comercios fueron afectados. Los barrios bajos que estaban cerca del río ya no existen”, dice de la ciudad donde creció y vivió.
Letícia cuenta que en la inundación de septiembre del año pasado, que hasta entonces había sido la peor de la historia, ella y sus padres se vieron afectados y se trasladaron a un barrio más alto con la esperanza de estar protegidos, pero el río volvió a alcanzarlos. Todo sucedió muy deprisa. Letícia y sus padres sólo tuvieron unas horas para coger su ropa y algo de material de trabajo y acamparon en casa de un vecino.
“Pensábamos que no iba a llegar a toda nuestra casa, pero al final sí y nos fuimos al piso de arriba del vecino. Entonces, sobre las 5 de la mañana, todos despertamos con agua en el patio del vecino. Luego fuimos a ver a otros vecinos más arriba, nos estábamos quedando aislados en nuestro propio barrio. Al día siguiente, gracias a Dios, el río dejó de subir, pero teníamos miedo y nos refugiamos unos días en una guardería que estaba en obras. Fue una pesadilla”, cuenta Letícia, que ahora se va a vivir a la ciudad vecina de Venâncio Aires, también en la región del Valle del Taquarí, pero lejos de las inundaciones.
El pasado sábado (18), en una visita a la zona, el gobernador Eduardo Leite anunció la construcción de un nuevo puente entre Lajeado y Arroio do Meio, que costará unos R$ 14 millones y tardará más de 180 días en construirse. Mientras tanto, habrá que instalar una segunda pasarela peatonal en el lugar para garantizar el cruce simultáneo entre un lado y otro.
Preocupaciones económicas
El estudiante Leonardo Friedrich cuenta que las inundaciones dejaron un rastro de destrucción en Arroio do Meio, su pueblo natal, y que incluso evita ver los vídeos que circulan por las redes sociales.
“Se dice que no quedó nada. Hoy vivo en Lajeado, pero los vídeos que menos he visto han sido los de Arroio do Meio. Ver todo destruido es complicado. Tengo amigos que fueron afectados en todos los pueblos cercanos, y todos dicen lo mismo: que lugares donde nunca había llegado el agua, esta vez cubrió el techo.”
La preocupación ahora es por el futuro económico de toda la región. “Nos preguntamos cómo van a poder mantenerse las empresas. Van a tener que reubicar barrios, por ejemplo. El centro de Arroio do Meio no sé si podrá seguir ahí.”
“No hay nadie que no esté conmocionado. Vemos a la gente sufrir”, dice la fisioterapeuta Mariana Cásper, novia de Leonardo. “Vivienda, saneamiento básico, acceso. Es difícil pensar qué resolver primero, a qué prestar más atención. Es todo muy complejo”, añade.
Para el alcalde de Colinas, Sandro Hermann, el futuro económico del municipio que gobierna es incierto, ya que las empresas e industrias locales aún se estaban recuperando de las inundaciones de septiembre.
“No sabemos cómo van a salir adelante las empresas, porque son negocios que han sido golpeados dos, tres veces por las inundaciones y han perdido todas sus existencias, han perdido todos sus equipos y todavía no hemos conseguido resolver el tema de la financiación de las empresas tras la inundación de septiembre. Han pasado nueve meses, así que es difícil que los empresarios encuentren fuerzas para volver a poner en marcha su industria, comercio o servicio”, lamenta Herrmann.
El alcalde espera que esta vez las ayudas lleguen más rápidamente. En todo el estado, unas 700 mil micro y pequeñas empresas se vieron directamente afectadas por las inundaciones. En la zona agrícola del Valle del Taquarí, muchas propiedades rurales han quedado completamente abandonadas. “La gente no quiere volver, esta inundación ha devastado sus emociones”, dice.
En la pequeña localidad de Colinas, la Iglesia Evangélica Luterana se ha convertido en un punto de distribución de donaciones, como alimentos, ropa, material de limpieza, mantas, colchones y agua, procedentes de la ciudad de Taió, en Santa Catarina. Todo lo que la gente tiene que hacer es llegar y coger lo que quiera. Algunas de las donaciones son para niños, procedentes de la escuela Leopoldo Jacobsen, también en Santa Catarina.
El presidente de la comunidad luterana es Marcos Roberto, quien tuvo su propia granja afectada por el agua. “Conseguí salvar a mis animales, pasé toda la noche encima del agua con mi barco. Tuvimos que vivir cinco días en la iglesia”, cuenta.
*Gabriel Brum, reportero de la Rádio Nacional.
Fuente de esta noticia: https://agenciabrasil.ebc.com.br/es/geral/noticia/2024-05/lluvias-el-valle-del-taquari-cuenta-danos-y-se-replantea-el-futuro
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