Se trata de Santino Casabonne, quien entró en la historia del montañismo argentino en plena cordillera catamarqueña. El niño comenzó a los 8 años, interesado por la actividad que su papá realiza desde hace dos décadas.
“Siento que estoy cumpliendo mi sueño”, expresó Santino Casabonne, quien a sus cortos 10 años ha logrado una hazaña que pocos adultos alcanzan en el mundo del montañismo. Su reciente escalada al Volcán San Francisco, a 6026 metros sobre el nivel del mar, lo convierte en el argentino más joven en superar los 6000 metros, un logro que destaca su valentía y determinación desde temprana edad.
El camino fue pesado, duro y extenuante, pero él, con ese corazón de niño salido de una película de superhéroes, lo vivió con entusiasmo, alegría y, asegura, que fue la experiencia más feliz de su vida. Saber que lo que logró lo deja en la historia del montañismo nacional lo emociona y alienta: cuenta que seguirá buscando nuevas cumbres y desafíos porque eso es a lo que quiere dedicarse siempre.
“Me sentí muy feliz. Muy feliz de hacer esa cumbre. Me tenía fe. En el camino me divertí mucho y lo disfruté, había muy linda vista. En la bajada no me divertí. En la cumbre se veía de fondo el Volcán Incahuasi, que estaba lleno de nieve”, resume la experiencia.
“Le digo a mi papá que cuando sea viejito y yo tenga armado mi grupo de alta montaña, lo voy a llevar conmigo. Seré para él como un sherpa”, revela, en referencia a esos habitantes de las regiones montañosas de Nepal que se ocupan de cargar los bultos más pesados de quienes aspiran a conquistar la cima del Himalaya.
Su primera cumbre la realizó con 8 años. “Fue en el Cerro Tres Picos, en las Sierra de la Ventana, Buenos Aires. Tiene 1239 metros y es el más alto de la provincia. Ahí comencé y fue el del peor clima. ¡Hubo un huracán! El error fue que arrancamos tarde el trekking, hicimos cumbre tarde y bajamos de noche. ¡Error”; dice y relata cada una de los obstáculos que superó. “Cuando llegué, como era el más chico, todos los que estaban me aplaudieron”.
Cuenta que en el momento de la cumbre, la mochila que llevó tenía 3 kilos, pero que durante la expedición, al igual que en otras, el peso oscila entre los 8 y 9 kilos. “Mi récord fue de 11 kilos, cuando fueron varios días de campamento y había que llevar bastante agua.
Con esta, Santino suma 60 cumbres. Cuando su papá regresaba de sus expediciones personales o grupales, le contaba y él, un día le pidió acompañarlo. Así llegó a su primera experiencia.
“Tengo dos cumbres a 4 mil metros, dos a 5 mil, otras a 3 mil y varias de mil metros. El Cerro Vallecitos (Mendoza) fue nuestra primera cumbre a 5475 msnm. Fue uno de los mejores cerros. También hicimos cerros del Cordón del Plata (un cordón montañoso de los Andes, ubicado en su totalidad en la provincia de Mendoza, en los departamentos de Tupungato y Luján de Cuyo). También, Lomas Amarillas, que es pesado porque el acarreo tiene una inclinación de 65º… Era imposible ir por el medio, y fuimos por el lateral, zona de piedras”, recuerda y describe detalladamente esa expedición, la segunda más dura hasta el momento.
La gran hazaña
El sábado 23 de marzo, Santino y Juan salen de Buenos Aires con destino a Mina Clavero, Córdoba, donde pasaron la noche. Al otro día, salieron con destino a Fiambalá, Catamarca. En ese camino, sufrieron problemas mecánicos y las fallas en el automóvil los hizo pensar en que la odisea acabaría antes de empezar. Pero, encontraron ayuda y pudieron avanzar. “Un mecánico nos arregló el turbo, pero continuaron los problemas con la batería”, cuenta Juan.
Al amanecer partieron al primer refugio donde padre e hijo realizaron la primera etapa de aclimatación (permanecer en la altura para acostumbrar al cuerpo y no apunarse) a los 3200 metros. Continuaron el camino y evaluando su propia tolerancia a la altura e hicieron dos cumbres de aclimatación en el Cerro Coquena (4051 msnm); Cerro Pastos largos (4120), donde acamparon dos noches para salir al Cerro Falso Morocho (4500 msnm) hasta el Paso San Francisco, a 4750 msnm. Ese paso fue el punto de despegue hacia la cumbre, a 6026 msnm.
A las 5.15 de la mañana iniciaron el camino a la cima. “La cumbre fue a las 3 de la tarde. Fueron 9 horas y 45 minutos”, explica el papá, que agradece a quienes interiormente lo acompañaron: “Gracias a Dios y mi vieja, que es nuestra patrona y protectora celestial en las montañas. Ella siempre nos cuida”, dice al borde de las lágrimas. (fuentes de infobae)-
Esos agradecimientos tan sentidos, se deben a que llegar hasta allí no sólo no fue fácil en el terreno montañoso sino que hubo muchos contratiempos en el camino. “Desde Mendoza sufrimos por el auto durante casi toda la expedición, bajamos a Fiambalá con el alternador detonado, pero milagrosamente a la noche estábamos de vuelta en Las Grutas”, resume el hombre, que desde joven realiza expediciones en las montañas y que entrena a su hijo para que logre cada uno de sus objetivos.
Todo, lo vivido hasta el 30 de marzo, Santino lo cuenta con el mínimo detalle. Recuerda cada horario, el tiempo de descanso e incluso, el que les llevó desayunar y preparar la mochila que 11 kilos que cargó en su espalda.
“Salimos desde los 4750 msnm con -8 grados, estaba todo completo de nieve. A eso de las 10 de la mañana llegamos a la famosa diagonal del volcán, que es larguísima, y la nieve me llegaba hasta la mitad de la pantorrilla. A la media hora el sol ya estaba fuerte y se puso muy caluroso. La nieve comenzó a derretirse y así llegamos al fin de la diagonal. Después empezó la parte más empinada”, recuerda.
A más de 5 mil metros de altura, las dificultades no tardaron en asomar: el peso de la mochila se duplica, las piernas comienzan a sentir el cansancio, la geografía se convierte en un desafío y el clima no da tregua.
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