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Jue. Nov 28th, 2024
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A Hao Pengfei, un vecino de Namjing, al este de China, la jubilación le ha cambiado la vida. Y no para bien precisamente. Al cumplir 60 años, la edad oficial de jubilación, Hao tuvo que abandonar su cargo de administrador en una empresa estatal y buscarse dos empleos a tiempo parcial: uno como guardia nocturno en un hotel; otro como contable en un restaurante. El motivo es simple: hipoteca, gastos médicos y demás facturas exceden lo que ingresaba cada mes con su pensión. Y eso que la suya, de 470 dólares, supera con creces la asignación promedio del país.

Para Hao su experiencia deja una lectura clara, como explica a Al Jazeera: “Creo que demuestra que para mucha gente nuestro sistema de pensiones no puede aportar una vida digna hoy, lo que no augura nada bueno para el futuro”.

El suyo podría ser un caso único, pero conecta con uno de los grandes desafíos que tiene por delante China: ¿Cómo mantener el sistema de pensiones en una nación gigantesca, con claros síntomas de envejecimiento y que se prepara para que en 10 años lleguen a la edad oficial de jubilación otros 300 millones de personas?

¿Qué dicen las cifras? Que China envejece. En un contexto marcado por una economía en desaceleración y la herencia de la política de hijo único que se aplicó durante décadas, entre los años 80 y 2015, China está mostrando claros síntomas de crisis demográfica. El mejor ejemplo lo dejan sus estadísticas de 2023: el país perdió población por segundo año consecutivo, agravando aún más su “pinchazo” demográfico, y anotó su marca de nacimientos más baja desde que hay registros.

300 millones de jubilados (más). Mientras, su bolsa de población de más de 60 años —y que por lo tanto ya ha alcanzado la edad oficial para retirarse— crece a buen ritmo. Si en 2022 rondaban los 280 millones, el año pasado eran ya casi 297 millones, el 21,1% del censo total. Hay estimaciones que ya advierten que durante los próximos diez años 300 millones más alcanzarán la edad de jubilación, situada en los 60 años para los hombres y en los 50 o 55 para las mujeres, en función de a qué se dediquen. The Economist estima que para mediados de siglo la población mayor de 60 años rondará los 520 millones, el 38% del padrón global.

De empleados y pensionistas. Hace no mucho Larry Hu, economista de Macquarie, echó cuentas para estimar qué supondrá esa deriva demográfica para la economía y sobre todo las pensiones del país. Y sus resultados son preocupantes. Si en 2002, de media, diez chinos en edad de trabajar mantenían a un jubilado; a principios de esta década (2021) esa proporción se había reducido hasta los cinco ciudadanos trabajadores. Las previsiones de cara a futuro son aún más alarmantes: en 2030 serán cuatro trabajadores por cada jubilado; y en 2050, solo dos.

Mirando a 2035. “La presión sobre los fondos de pensiones aumentará todavía más en el futuro a medida que la creciente población anciana de China viva más y envejezca antes de enriquecerse”, señala Jiang Quanbao, de la Universidad Xi’an Jiaotong. Ese matiz es importante. China no es el único país preocupado por cómo cubrir una población cada vez más envejecida, desafío que también afronta Japón; pero entre ambos hay una diferencia crucial: el país nipón ya era rico cuando se encontró con el reto de atender a una población cada vez más mayor.

En 2019 la Academia China de Ciencias Sociales (CASS) elaboró un informe que advierte que, a medida que disminuya la proporción entre trabajadores y jubilados, el Fondo Nacional de Seguridad Social (NSSF) encarrilará una situación delicada. Es más, sus previsiones apuntaban a que en 2035 podría agotarse. Y el análisis, como recuerda la cadena BBC, se realizó hace cinco años, en un contexto distinto y antes de que la crisis sanitaria asestase un fuerte golpe a la economía del país.

La arquitectura del sistema. La crisis demográfica no es el único desafío del sistema de pensiones chino. Su arquitectura se apoya en tres grandes pilares, el sistema básico, controlado por la administración; otro corporativo y voluntario, para empleados; y un tercero de carácter voluntario también y privado. De los tres, el primero es clave y se administra en gran medida a nivel provincial. El problema es que en China hay gobiernos, como los del norte, que sufren déficit de pensiones por la debilidad de sus economías y la pérdida de población. Reuters asegura que se encuentran en esa situación un tercio de las jurisdicciones provinciales.

El caso de Heilongjiang. Para corregir esos desfases el Gobierno creó en 2018 un sistema para trasladar fondos de las provincias más ricas a otras como Liaoning o Heilongjiang, en el noreste. Esta última deja un dato interesante: Reuters precisa que, si bien 11 de las 31 jurisdicciones provinciales de China sufren déficits en sus presupuestos de pensiones, Heilongjiang soporta el peor, con un -2,4% de su PIB.

Allí el ingreso per cápita fue en 2022 de 50.900 yuanes, considerablemente por debajo del dato nacional (85.700) y una cuarta parte de su población tenía al menos 60 años, por encima también del nivel nacional. Heilongjiang pierde además población y su fuerza laboral se ha contraído de forma notable.

“Es un problema de todo el país”. Los vacíos del sistema se llenan gracias a las regiones ricas, pero ya hay expertos, como Xiujian Peng, del Centro de Estudios Políticos de la Universidad Victoria en Australia, que advierten que “no podrán hacerlo para siempre”. “Es un problema de todo el país”, insiste. Con ese complejo telón de fondo, hay expertos que apuntan posibles soluciones, como apostar por un sistema nacional y unificado que descargue a los asfixiados organismos regionales; crear hogares para ancianos, planes privados o replantearse la edad de jubilación.

El melón de los melones. China ofrece ahora mismo una de las edades de jubilación más bajas del mundo: 60 años para los hombres, 55 para las mujeres con trabajos administrativos y 50 para aquellas que desempeñan trabajos más exigente físicamente, como las que se emplean en factorías. El problema es que si algo demuestran las últimas pirámides poblacionales de China es que el país está cambiando. Y a buen ritmo. En plena crisis demográfica, cada vez hay más personas que han superado la edad oficial para dejar sus empleos.

Las propias autoridades chinas cuentan con que la bolsa de población de al menos 60 años pase de 280 millones a más de 400 a mediados de la próxima década. En paralelo, crece también la esperanza de vida, que en los años 60 no llegaba a los 50 años. En 2021 ya se situaba en 78 años y podría pasar de los 80 en 2050.

De forma gradual y por fases. Con esos datos, en el país se habla ya abiertamente de la necesidad de aumentar la edad de jubilación de forma gradual y por fases. El tema se planteaba de hecho en marzo en el Global Times, un diario respaldado por el Estado. “Las personas que se acercan a la edad de jubilación solo tendrán que retrasar la jubilación durante varios meses”, explica Jin Weigang, de la Academia China de Ciencias del Trabajo, al rotativo asiático, en el que apunta que “la característica más importa de la reforma” pasaría por permite a los chinos elegir cuándo jubilarse atendiendo a “sus circunstancias y condiciones”.

Por lo pronto, Hao sigue dividiendo su tiempo entre sus dos empleos a tiempo parcial para ahorrar lo suficiente para que el día de mañana él y su esposa puedan disfrutar de su jubilación con todas las de la ley. Una relajada, sin agobios ni depender de una pensión que les obligue a hacer equilibrismos contables.

Xataka

 


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