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Sáb. Nov 23rd, 2024
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Los diamantes poseen un inconfundible atractivo social, diferente al de casi cualquier otra piedra preciosa. Para muchos, su antigua procedencia y su invulnerabilidad cotidiana simbolizan la fuerza duradera de una relación amorosa. No siempre fue así; a finales de los años 40, una agencia de publicidad que trabajaba para el Consorcio de Diamantes De Beers ideó ese eslogan que cambió el paradigma: “Un diamante es para siempre”. La piedra se convirtió en la embajadora geológica casi inmutable de todo tipo de romances y compañía.

Sin embargo, en las dos últimas décadas ha surgido un nuevo competidor para desafiar el dominio de los diamantes extraídos: los diamantes sintéticos.

En muchos aspectos, los diamantes sintéticos (o cultivados en laboratorio) son iguales a los extraídos de la tierra: ambos son prismas de carbono, fuertemente unidos para formar esa gema extremadamente dura y bastante brillante. Pero en lugar de cristalizar en las profundidades ardientes del planeta hace miles de millones de años, estas gemas se cultivan en un laboratorio utilizando la alquimia moderna. Y estos diamantes fabricados en laboratorio no sólo son más baratos por quilate que sus equivalentes naturales, sino que también se promocionan como más éticos desde el punto de vista social y más respetuosos con el medio ambiente.

Sin embargo, las empresas dedicadas a la venta de diamantes extraídos de minas han presentado argumentos contrarios, sugiriendo que su industria aporta más beneficios socioeconómicos. Y según la Sociedad Internacional de Gemas -citando un informe de 2019 para el Consejo del Diamante Natural (antes conocida como Asociación de Productores de Diamantes)- la producción de un quilate pulido de diamante cultivado en laboratorio libera tres veces más gases de efecto invernadero que el equivalente de diamante extraído.

Entonces, ¿son los diamantes cultivados en laboratorio mejores para las personas y el planeta que los diamantes extraídos? ¿O es esta magia científica demasiado buena para ser verdad? Por el momento, la respuesta parece depender del aspecto que más te preocupe.

“Desde el punto de vista medioambiental, no hay duda de que los diamantes cultivados en laboratorio son mejores”, afirma Saleem Ali, experto en energía y medio ambiente de la Universidad de Delaware (Estados Unidos); “pero el aspecto social no puede disociarse. Ahí es donde la minería tiene ventaja”.

Diamantes, extraídos o cultivados

Los diamantes son minerales como los demás, lo que significa que probablemente cristalizan a partir de una masa fundida de una sopa supercaliente rica en carbono en las profundidades del manto terrestre.  Además, a menudo tienen varios miles de millones de años, lo que significa que muchos se cocinaron en la adolescencia geológica de la Tierra.

Se cree que el manto y la corteza están repletos de diamantes. Pero muy pocos han llegado a la superficie. Los que sí lo han hecho se encuentran en las kimberlitas: formaciones volcánicas en forma de tubo creadas por violentas erupciones que, en su mayoría, se produjeron hace cientos de millones de años.

La extracción de estas gemas suele realizarse a cielo abierto o bajo tierra. Pero algunos diamantes también se recuperan de los lechos de ríos cuyas corrientes erosionaron depósitos de kimberlita aguas arriba, mientras que otros se extraen del fondo del mar.

Hay dos formas principales de crear diamantes cultivados en laboratorio. La primera es la deposición química de vapor (CVD). En este caso, se expone una pequeña “semilla” de diamante a un gas rico en carbono a temperaturas extremadamente altas; las partículas de carbono se adhieren a la semilla, que crece hasta convertirse en una gema completa en unas pocas semanas.

El segundo método es el de alta presión y alta temperatura (HPHT): en este caso, otra “semilla” de carbono (normalmente otro diamante diminuto) se somete a presiones y temperaturas inmensas, lo que hace que la semilla cristalice y crezca hasta convertirse en un diamante más grande. En ambos casos, estos diamantes se tallan y pulen de forma muy similar a sus equivalentes extraídos de las minas.

¿El artículo genuino?

Aunque las empresas centradas en los diamantes extraídos pueden referirse a los diamantes cultivados en laboratorio como artículos comunes y producidos a toda prisa sin ningún valor duradero, la realidad es mucho más confusa.

Para las personas decididas a tener diamantes con una procedencia primigenia, los diamantes extraídos siempre serán preferibles. Y los geólogos siempre optarán por los diamantes extraídos, en parte porque estas joyas casi indestructibles contienen pistas químicas sobre la historia más antigua de la Tierra. “Sus inclusiones son muy atractivas”, afirma Thomas Stachel, geólogo especializado en diamantes de la Universidad de Alberta (Canadá).

Pero, a pesar de estar hechos de carbono casi puro y de ser tan resistentes y brillantes como los diamantes naturales, los diamantes cultivados en laboratorio presentan algunas idiosincrasias: las huellas químicas de los diamantes sintéticos pueden diferir de las de los diamantes naturales en función de la fuente de carbono utilizada para fabricarlos, por ejemplo, y los expertos con las herramientas adecuadas pueden detectar estas sutiles diferencias.

“¿Es algo de lo que tenga que preocuparse el usuario final? Por supuesto que no. Nunca lo sabría”, afirma Stachel; “desde el punto de vista de la estructura cristalina, son diamantes absolutamente perfectos”.

¿Un diamante “auténtico” se define por su origen o por su estructura atómica? Las empresas de diamantes cultivados en laboratorio prefieren esto último. En última instancia, lo que hace que un diamante valga la pena es algo subjetivo. “En realidad, depende de lo que perciba el mercado”, afirma Stachel.

¿Y si el mercado está preocupado por la sostenibilidad? Los diamantes cultivados en laboratorio son difíciles de superar.

La batalla de las piedras preciosas

Un reciente informe de Gbemi Oluleye, investigador del Centro de Política Medioambiental del Imperial College de Londres (Reino Unido), sobre el impacto medioambiental de los diamantes extraídos de las minas, lo deja claro. El  impacto varía en extensión y gravedad de una mina a otra, y si se utilizan energías renovables para alimentar ciertos procesos y se recicla el agua empleada durante las labores de extracción, sus nocivas huellas medioambientales pueden reducirse algo.

Pero los problemas de la minería siguen siendo innumerables. La desecación de lagos y la destrucción de arroyos, así como la filtración de contaminantes, pueden dañar irreversiblemente los ecosistemas acuáticos. Las propias minas, a menudo inmensas, devoran enormes extensiones de bosques y campos, lo que puede devastar la fauna terrestre.

Cuando cierran, las minas a cielo abierto pueden convertirse en vertederos repletos de contaminación. El polvo y los gases peligrosos y a veces cancerígenos de las actividades mineras no sólo pueden dañar a los animales, sino también a los trabajadores de las minas. Y el gasóleo utilizado por los camiones y otros equipos mineros bombea abundantes gases de efecto invernadero.

“Es mucho”, afirma Oluleye. Y basándose únicamente en los gases de efecto invernadero, sospecha que los diamantes extraídos (a pesar de que la industria afirme lo contrario) están perdiendo esta batalla. Olueye calcula que, por término medio, los diamantes extraídos consumen 158 kilogramos de CO2 por quilate. Los diamantes cultivados en laboratorio en la Unión Europea, señala, sólo consumen 20 kilogramos de CO2 por quilate; ese valor es igualmente bajo en China.

Algunas empresas de diamantes sintéticos aspiran a alimentarse exclusivamente de energías renovables, mientras que otras optan por compensar las emisiones de carbono. En ambos casos, la huella de carbono de los diamantes cultivados en laboratorio puede reducirse a un solo dígito o incluso llegar a un valor negativo.

La advertencia social

Vale la pena señalar que, al igual que a veces puede ser difícil extraer este tipo de datos de las empresas de diamantes extraídos, que no siempre son transparentes, algunas empresas de diamantes cultivados en laboratorio y sus vendedores se han negado ocasionalmente a divulgar información sobre sus procesos o huellas de carbono, diciendo a los periodistas que o bien no tienen las cifras o no pueden revelar información por razones de propiedad.

Tampoco puede ignorarse el aspecto socioeconómico de la creación y extracción de diamantes. “La minería crea muchos más puestos de trabajo”, afirma Ali. Se ha sugerido (no sin razón) que la extracción de diamantes ha transformado la economía general de países con gran densidad de kimberlita, entre ellos Botsuana. La industria del diamante cultivado en laboratorio va en ascenso y crea más puestos de trabajo, pero hay quien sostiene que la industria minera siempre será más intensiva en mano de obra.

En este sentido, los diamantes cultivados en laboratorio “nunca competirán con los diamantes extraídos”, afirma Ali.

Pero ahí no acaba el debate. Los diamantes extraídos reportan grandes beneficios económicos a todo el país, a menos que financien a una “élite corrupta y todo se vaya al garete”, señala Stachel. De hecho, la historia de la industria del diamante tiene sus capítulos oscuros. Lo más tristemente célebre es que los diamantes extraídos han sido vendidos por grupos armados, sobre todo en África central y occidental, para financiar actos de guerra, insurrección, delincuencia organizada, terrorismo y opresión.

El Proceso de Kimberley, un marco internacional creado en 2003, ha aportado el rigor y la transparencia necesarios a la cadena de suministro de diamantes, dificultando la venta de diamantes de zonas en conflicto (a veces denominados “diamantes de sangre”).

Aunque pocos afirman que sea un sistema perfecto, algunos consideran que el Proceso de Kimberley tiene profundas deficiencias; todavía puede ser muy difícil, a veces imposible, saber si un diamante comprado a un vendedor legítimo está realmente libre de conflicto. Y en los últimos dos años, ha surgido una nueva y compleja complicación a este respecto: apenas unos meses después de que Rusia invadiera Ucrania, se informó de que los diamantes rusos seguían entrando en la cadena de suministro mundial, algo que podría incomodar a los clientes que buscan diamantes.

Por el contrario, si se conoce el laboratorio que cultiva el diamante, se puede garantizar efectivamente que es éticamente sólido.

En resumen: argumentar que los diamantes extraídos son mejores para la gente, a nivel socioeconómico, no es imposible, pero puede ser un argumento problemático. En cuanto a la sostenibilidad, es como tirar a portería vacía para esta industria relativamente nueva. “Desde el punto de vista medioambiental, de momento, los diamantes cultivados en laboratorio van ganando”, afirma Oluleye.

Este artículo se publicó originalmente en inglés en nationalgeographic.com.

National Geographic
Fuente de esta noticia: https://www.nationalgeographic.es/medio-ambiente/2024/03/de-verdad-los-diamantes-sinteticos-son-mejores-para-el-planeta

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