A la tercera no fue la vencida. Ni en 2007 ni en 2019 ni en 2024. Por tercera vez en dos décadas de negociaciones el Acuerdo de Asociación Unión Europea – Mercosur volverá a meterse durante años en un cajón de un despacho del Berlaymont, el edificio que alberga la sede central de la Comisión Europea. Se muere un acuerdo que España buscó con ahínco durante su Presidencia europea porque Francia, y otros que se esconden tras Francia, lo matan. Porque no nació todavía el inquilino del Elíseo capaz de firmar un acuerdo que provocaría tal revuelta en el campo francés que la de estos días sería un cuento infantil.
La cumbre europea de este jueves debía servir para torcer el brazo al primer ministro húngaro Viktor Orban y que acepte desbloquear de una vez el paquete financiero de 50.000 millones de euros para sostener la economía ucraniana los próximos cuatro años. Pero tras una semana de protestas masivas de agricultores europeos, sobre todo en Francia y Bélgica, el presidente Emmanuel Macron exige una declaración de los 27 de suspensión definitiva de las negociaciones con Mercosur.
La presión del campo francés hizo que el Gobierno del recién nombrado primer ministro Gabriel Attal hiciera cesiones, por ejemplo en fiscalidad del carburante profesional, pero París cargó las tintas sobre Bruselas, que es lo que hacen habitualmente los gobiernos europeos cuando pueden echar las culpas a la Comisión Europea, aunque sean ellos los responsables de las medidas nacionales y, a 27, de las europeas.
Attal anunció que su Gobierno no firmará el acuerdo que se negocia todavía con Mercosur. Sus palabras, ante la Asamblea Nacional, dejan ver por dónde irá Macron este jueves en Bruselas, cuando pedirá esa suspensión de negociaciones.
Los acuerdos comerciales europeos se aprueban por mayoría cualificada y Francia en solitario no podría vetarlo, pero a nadie se le pasa por la cabeza ponerlo a votación contra la opinión francesa, en el Parlamento Europeo tampoco hay una mayoría suficiente para aprobarlo y París no está solo. Tras la diplomacia francesa, más ruidosa en este asunto, se esconden otros países como Bélgica, Irlanda, Austria, Polonia, Luxemburgo o los Países Bajos.
La Comisión Europea ya cedió este miércoles reduciendo las importaciones de productos agropecuarios ucranianos y suspendiendo por un año la norma que obliga a mantener el 4% de los campos en barbecho, pero de la cumbre podría salir el féretro del acuerdo con Mercosur, un pacto que aterra al campo europeo en general, pero sobre todo al francés.
Francia siempre se negó a firmar ese acuerdo y siempre encontró excusas, como el maltrato del Brasil de Bolsonaro a la Amazonia. Pero cuando volvió el presidente Lula da Silva París no varió su posición. El Ejecutivo comunitario todavía no tomó una posición, pero los gobiernos podrían quitarle el mandato negociador igual que se lo concedieron. Así que la Comisión, muy partidaria del acuerdo, ya frena. El martes, durante una conferencia de prensa, el portavoz jefe de la Comisión Europea, Eric Mamer, dijo que las negociaciones seguían, pero tuvo que reconocer que “ahora mismo no se reúnen las condiciones para concluir las negociaciones con Mercosur”. Los diplomáticos consultados en Bruselas lo dan por muerto para los próximos años.
¿Por qué la Unión Europea pudo cerrar acuerdos comerciales con países relativamente grandes como Japón, México o Canadá, pero no puede con Mercosur? Se ven dos razones principales. La más evidente es el miedo a las importaciones a Europa de productos agropecuarios de una potencia agrícola y ganadera como Mercosur.
La segunda razón es de política comercial en general. Los acuerdos que firma la Unión Europea los hace siempre con socios menores, no con Estados Unidos o China, y los hace cediendo menos que su contraparte porque a cambio ofrece acceso a un mercado de 448 millones de personas, el mayor del mundo en términos de capacidad de compra. El de Mercosur sería su mayor acuerdo comercial y ahí está el obstáculo. Argentina, Brasil, Paraguay y Uruguay se ven como un bloque potente que no tiene por qué ceder en todo lo que le exige la Unión Europea para alcanzar un acuerdo, no hará cesiones que no tengan contraprestación.
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