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Jue. Nov 21st, 2024
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Era la imagen que muchos esperaban, con los teléfonos en alto para captar el momento y, sobre todo, el símbolo. La imagen de los agricultores vertiendo sus residuos frente a la prefectura de Montpellier, punto central de la acción departamental del viernes 26 de enero.

A mediodía, se esparció estiércol, leña y balas de paja para luego quemarlo frente al edificio gubernamental, bajo los silbidos y vítores de “¡No cedemos en nada!” de los manifestantes que habían aparcado sus tractores en la muy chic rue Foch, a dos pasos de allí.

Un joven con una gorra con cruz occitana en la cabeza se adelanta y arenga a la multitud, invitándola a gritar más fuerte y coreando “¡Más dinero para los agricultores! No es un agricultor, sino un miembro del grupo identitario Jeunes d’Oc, formado por ex miembros de Génération Identitaire (movimiento de extrema derecha ilegalizado en 2021, ndt).

Pero el que trata de animar el ambiente no está solo, ni mucho menos. Allí acudió casi toda la extrema derecha local. La Action Française-Montpellier, el enigmático Bloc Montpellerino, la Cocarde Étudiante y el grupo Novelum Carcassonne llamaron a sus militantes a acaparar el movimiento campesino, con un claro objetivo: “No dejemos que la lucha popular caiga del lado equivocado y luchemos juntos contra el diktat del capital”, proclamaba el Bloc la víspera de la manifestación en su cuenta de Telegram.

Los identitarios de la Ligue du Midi también están allí, al igual que el matrimonio Ménard de Béziers –el alcalde elegido con el apoyo de la extrema derecha y su esposa, diputada de la región del Hérault–, así como Frédéric Bort, ex director de gabinete del socialista Georges Frêche, que se unió a la Agrupación Nacional (RN), el partido de Le Pen, en 2021. Frédéric Bort, consejero regional, ex director de gabinete del alcalde de Perpiñán y ex delegado departamental del RN, es viticultor desde 2009, cuando se hizo cargo del negocio de su abuelo.

A primera hora de la mañana, a la salida de un convoy de tractores en Béziers, Robert Ménard denunció a “los ecologistas de mierda que te cabrean” en una entrevista en vídeo con Midi Libre. “¿Dónde íbamos a estar esta mañana sino aquí?”, se preguntó el consejero, que lleva diez años en el cargo. Esta ha sido la estrategia del RN desde el inicio del movimiento campesino. Discursos antiecologistas, antieuropeos, antigubernamentales y pro-rurales se han repetido una y otra vez, mientras Jordan Bardella, Presidente del RN, ha intentado erigirse en la voz de las protestas.

“El discurso del RN funciona bien”, reconoce Olivier, viticultor de Saint-Aunès, a diez kilómetros al noreste de Montpellier. “Nos gusta Bardella. Es joven, defiende a los trabajadores”, coinciden Pascal y Françoise, una pareja de viticultores de la región de Biterrois, sentados al borde de la fuente frente a la prefectura de Montpellier.

Apenas llegan a 1.200 euros al mes y se quejan de que los precios son demasiado bajos, las normas demasiado estrictas y la carga administrativa abrumadora. “Somos gente de la tierra, no gente sobre el papel”, dice Pascal. La pareja, que dice estar “yendo a pique”, es muy consciente de que varios partidos políticos han puesto ojitos a los agricultores desde que empezó el movimiento. “¡Ah, son todos muy amables con nosotros!”, se ríe Pascal. Pero hasta ahora, sólo el RN parece haberle caído en gracia.

No cabe duda de que el Midi rojo está muerto o, como mínimo, agonizando en la zona del Languedoc-Rosellón. De hecho, el ambiente se ha vuelto más bien pardo en los últimos años. El departamento del Aude, fronterizo con el Hérault, cuna de las revueltas vitivinícolas de 1907 y los años 70, ha estado asociado durante mucho tiempo a una izquierda resistente y triunfante. Pero en toda la región, a medida que el sector vitivinícola se hundía en la crisis y las cooperativas cerraban para dejar paso a un puñado de neorrurales (nuevos habitantes que escapan de las ciudades, ndt), la retórica se volvía cada vez más tensa.

Poco a poco, ante la impotencia de la izquierda y la inexistencia de la derecha clásica, algunas figuras de la extrema derecha se vieron aupadas al rango de alternativas legítimas. Tanto es así que, tras 100 años de gobierno socialista, las tres circunscripciones del departamento del Aude cayeron en manos del RN en las elecciones legislativas de 2022. 

Jean Huillet, cerebro de las manifestaciones vitivinícolas de los años 70 y ex dirigente de los CAV (Comités d’action viticole), ha visto cambiar el viento. “En aquella época, cuando convocábamos manifestaciones en las calles, la solidaridad era total. Participábamos en política, pero no estábamos manipulados por organizaciones políticas“, afirma este ex viticultor. Para él, el espíritu colectivo y la solidaridad se disiparon al desmoronarse la profesión.

“Hemos perdido casi la mitad de los productores de Languedoc-Rosellón. Y dado el lamentable espectáculo que estamos viendo por parte de nuestros políticos, el RN está al acecho, cosechando los frutos de la justa ira de los viticultores. Esto es un desastre”, suspira el jubilado, que sin embargo se subió a su tractor para participar en los bloqueos de la autopista A9 el jueves 25 de enero, convocados por los agricultores del Gard.

Al día siguiente, a la llamada de los sindicatos FDSEA y Jóvenes Agricultores (JA), los agricultores del departamento del Hérault llegaron de todo el departamento para entrar en Montpellier. 570 vehículos, entre ellos 315 tractores, invadieron la red de autopistas (la A9 estaba completamente cerrada en su tramo del Hérault, lo nunca visto) y las carreteras secundarias, dejando tras de sí estiércol, manzanas y sarmientos.

Delante de algunos centros comerciales se encendieron fogatas, como en Saint-Jean-de-Vedas, frente a la entrada del Carrefour. “Los hipermercados son unos bandidos”, protesta Olivier, el viticultor de Saint-Aunès. Prefirió coger su coche y unirse al convoy, que salió al amanecer de Vergers de Mauguio, una cooperativa de manzanas a unos treinta minutos de Montpellier.

Olivier se dedica a la agricultura desde 2002. Es agricultor ecológico, pero ha renunciado a solicitar algunas de las subvenciones asociadas. Demasiado engorroso, demasiado largo, se pierde mucho tiempo. Este viticultor, que fue miembro de las fuerzas especiales del ejército, cobra una pequeña pensión que le permite “alimentar a su familia”, mientras que su vino le reporta pocos o ningún ingreso, según el año.

Durante casi dos horas, a 20 kilómetros por hora en la autopista, habla de sus reivindicaciones, de su rabia y de la desesperación de toda una profesión. “He participado en bastantes manifestaciones, pero esto no es una pequeña crisis, esto va a acabar mal”. Con la mirada seria y fijada en la carretera, prosigue: “Esta mañana he hablado con personas que ya no tienen para comer, que apenas ganan 300 euros al mes. Ni siquiera han podido comprar regalos de Navidad a sus hijos…”.

Olivier señala que “300 euros es lo que acaban de añadirse de más los diputados” para sus gastos. “A toda esta gente les importamos un bledo. Todos proceden de los mismos distritos parisinos, del mismo clan”.

Menciona el Liceo Stanislas y el asunto Oudéa-Castéra, así como el sueldo de la ministra cuando dirigía la Federación Francesa de Tenis. Está indignado.

El Ejecutivo aún no ha anunciado su plan para salir de la crisis, que puede resultar muy decepcionante, pero Olivier no se hace ilusiones. “¿Qué pueden prometernos? Preguntado por los distintos intentos de recuperación política, este viticultor cuarentón, “que siempre ha votado, pero nunca a la izquierda”, explica su pensamiento. “Algunos hacen el diagnóstico correcto de la crisis actual. Bardella no es tonto y está aconsejado por gente que sabe. Zemmour visitó a un agricultor que conozco durante la campaña presidencial. Al parecer era bueno, hacía muchas preguntas y tomaba nota de todo. También escuché a un miembro del La France Insumise, no recuerdo su nombre, pero se ve que sabe de lo que habla.”

Olivier está muy bien informado –conoce incluso los perfiles y los antecedentes de los jefes de gabinete de los ministros– y es un devorador de libros. A lo largo de la conversación, enumera sus lecturas, que son más que variadas: desde el informe del IPCC (Grupo Intergubernamental de Expertos sobre el Cambio Climático), hasta Gramsci, fundador del Partido Comunista Italiano, que ha “leído de la A a la Z”, pasando por el libro de Steve Koonin, ex asesor de Obama en materia climática…

“También he leído todas las memorias de Jean-Marie Le Pen”, añade Olivier. “Es un antisemita y un negacionista del Holocausto, cosa que yo no soy. Mis abuelos eran miembros de la Resistencia. Nunca voté al FN cuando él estaba. Pero Marine Le Pen y Bardella no son así ni mucho menos. Me gusta su programa de educación, pero no el de economía, que es demasiado de izquierdas. Me gusta el programa de Reconquête [el movimiento ultraderechista de Éric Zemmour].”

Cuando se le pregunta por los ecologistas, a los que apoda “z’écolos”, se muestra molesto: “Su ideología es el decrecimiento”, aunque admite de entrada que “algunos saben de lo que hablan”. Olivier también reconoce que la profesión “ha abusado de los pesticidas”, pero le indigna que los agricultores carguen con toda la responsabilidad. “¡Hemos utilizado lo que nos vendieron y lo que estaba autorizado! ¡No se nos puede culpar de todo el daño! De niño, recuerda las visitas de “vendedores de Monsanto” a las granjas de sus padres, que eran viticultores. “Nos aconsejaban que lo pusiéramos en todas partes y nos juraban que era seguro.”

No afiliado a sindicatos –”no me siento representado por esta gente de la FNSEA”–, cree que políticamente su profesión se está desplazando hacia la extrema derecha, pero no se hace ilusiones al respecto. “Muchos estamos pensando que si los del RN llegan al poder, ellos también querrán comerse el pastel…”.

Jérôme (nombre ficticio) “alucinó” con el ambiente de la gran concentración del vino en Narbona el 25 de noviembre, pero esta semana prefirió quedarse en su tierra. “Cuando escucho lo que nos dice la FNSEA, no me identifico en absoluto”, confiesa este viticultor de la región de Gard. Aunque comparte algunas de las reivindicaciones de los manifestantes, en particular lo absurdo del sistema administrativo y la necesidad de revalorizar los productos agrícolas, lamenta la falta de representatividad del sindicato mayoritario y el giro político divisionista de las últimas reuniones en el Midi.

“En Narbona, algunas personas utilizaron una retórica nacionalista y antimigrante, cuando eso no venía a cuento... Me sentí como en un mitin de Trump. En la tribuna, los tipos apoyaban las balsas de riego, el Roundup (herbicida con glifosato) y las políticas productivistas de los años setenta… Negaban completamente el impacto negativo de los productos fitosanitarios. Solo la tomaban contra el ministerio de Sanidad”, afirma este agricultor de unos cuarenta años, que gestiona una docena de hectáreas de viñedos bio.

El viticultor Guilhem Dardé, de Octon, Hérault, estaba igualmente exasperado. “Que los agricultores hayan volado la sede de la Dirección Regional de Medio Ambiente de Carcasona el viernes 19 de enero es extremadamente grave. Demuestra una terrible falta de conciencia. Desde el punto de vista de la penosidad en el trabajo, la llegada de los herbicidas se consideró un milagro en el siglo XX. Hoy, si aplicas herbicida en marzo, no hay hierba entre tus viñas durante el resto del año… Para ellos, es imposible volver atrás”, se lamenta el propietario de Mas des Chimères, que fue alcalde de Octon de 2001 a 2008.

Con los años, la extrema derecha parece haberse infiltrado en algunos de los argumentos agrícolas. Hay que decir que los políticos del RN son ahora los más asiduos sobre el terreno, y si gozan de cierto eco es porque son maestros en el arte de la demagogia. Entrevistado por Mediapart, el diputado del RN Christophe Barthès se muestra exultante: “Me recibieron muy bien, y eso que el sector vitivinícola del Aude no estaba de nuestra parte. Pero entendieron quién les defendía, tanto aquí como en Bruselas. No en vano nos hicimos con las tres circunscripciones del departamento”.

Un reflejo claramente identificado por el ex militante Jean Huillet: “Yo fui un líder, he celebrado manifestaciones con más de 80.000 personas, así que también sé cómo conseguir aplausos… Cuando alguien se siente abandonado y despreciado, basta con decirle que tiene razón y que es lo más… Pero en realidad, la extrema derecha no tiene solución alguna. Y como cada vez tenemos menos cultura política y democrática, creemos al primer pringado que se presenta“, afirma este viticultor jubilado, que lamenta que los actuales dirigentes sindicales se hayan deslizado hacia un “discurso nacionalista populista y estúpido, bajo el disfraz del apoliticismo“.

Frédéric Rouanet, presidente de la asociación de viticultores independientes del Aude y organizador de la manifestación del 25 de noviembre en Narbona, discrepa de ese análisis. “En nuestro movimiento no hacemos política. Mañana, el senador socialista, el consejo departamental del PS y los diputados del RN estarán a mi lado para defender la causa vitivinícola. No me fijo en las siglas, recibo a todos los políticos que quieren reunirse conmigo”, explica Frédéric Rouanet, que sólo rechaza las llamadas de posibles candidatos en busca de promoción. Como el conocido bearnés Jean Lassalle la víspera de la concentración de Narbona, o el presidente de Reconquista Éric Zemmour, que intentó invitar al sindicalista a su mitin de Montpellier el martes pasado.

Sobre el terreno, durante la jornada de movilización del 26 de enero en Hérault, los identitarios se autoinvitaron e intentaron imponer su ley, provocando los únicos momentos de tensión de la concentración, frente a la prefectura. Algunos de ellos llevaban guantes de protección, otros chaquetas entalladas. Se mezclaron con la gente al grito de “¡Vivan nuestros campesinos! y expulsaron sin contemplaciones con gritos de “Fuera, comunista”, a un viejo militante del PCF, muy conocido por los montpellerinos, que les advertía de no dejarse llevar por los cantos de sirena del RN. También la tomaron con un periodista independiente, obligándole a marcharse bajo amenazas.

Según el investigador Emmanuel Négrier, si la extrema derecha siente que le crecen las alas es porque se aprovecha de la lógica del “agujero negro”. “El RN utiliza todos los recursos, con la imagen de la oferta política de que nunca ha ejercido el poder. Absorbe todas las partículas posibles y pretende poder resolverlo todo con apariencia de virginidad. Pero su legitimidad descansa en tristes pasiones, sin adelantar nada en términos de programa”.

Y también sin resolver sus contradicciones internas: como su retórica antieuropeísta, en un momento en el que la PAC (Política Agrícola Común) ha puesto en peligro a miles de agricultores y productores angustiados. Para el director del Centro de Estudios Políticos y Sociales (Cepel) de la Universidad de Montpellier, una parte del mundo rural se ha forjado una “cultura política por defecto”, atraída por un “cheque en blanco”.

Pascal y Françoise, viticultores de la región de Béziers con los que nos reunimos a las afueras de la prefectura de Montpellier, afirman que el RN les atrae sobre todo porque no han estado nunca en el poder. “No podemos juzgar, nunca hemos tratado de hacerlo”, dice Pascal. “Conocemos a los demás, ya están quemados. Una vez que entran, ya no hacen nada más”, añade su compañera.

El martes 23 de enero, Éric Zemmour llenó un auditorio tras una convocatoria pública organizada a toda prisa en Montpellier, a pesar de la protesta de más de 400 personas reunidas en las inmediaciones. Acudieron cerca de 800 personas de todo el sur de Francia. Pero el presidente de Reconquista llegó con algo de retraso, tras desviarse a Trèbes, en el departamento de Aude, para rendir homenaje a las víctimas del atentado de 2018, y después al interior del Hérault para fotografiarse con un agricultor enfadado.

Una vez en el escenario, el ex periodista aprovechó el encuentro para desplegar su programa agrícola reaccionario y escéptico con respecto al clima, entre los aplausos de un público conquistado. Jóvenes activistas de bigote fino y gabardina, sesentones dándole a enormes paquetes de cacahuetes, militantes de la Ligue du Midi, skinheads, camisetas serigrafiadas con Trump… Las mil caras de la derecha dura del Midi estaban allí, en apretadas filas detrás de la exangüe comunidad agrícola a la que les gustaría chupar la sangre. “Los agricultores se van a levantar”, arengó Éric Zemmour al final de la velada. “Y Reconquista estará a su lado.” O más bien encima de ellos, como un buitre.

Caja negra

Contactado Jérôme Despey, vicepresidente de la FNSEA, no ha querido responder.

Traducción de Miguel López

Fuente de esta noticia: https://www.infolibre.es/mediapart/midi-rojo-midi-pardo-extrema-derecha-francesa-infiltra-protestas-agricultores_1_1700647.html


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