Pedro Guerra (Güimar, Tenerife, 1966) regresa, rodeado de grandes amigos y colaboradores, con su trabajo más ambicioso hasta la fecha: Parceiros. Un gran proyecto dividido en tres volúmenes que se publicarán entre 2023 y 2024. El primero de ellos ya ha visto la luz y marca el camino de los dos siguientes con canciones totalmente inéditas y originales compuestas e interpretadas a medias con algunos de los mejores genios musicales que ha dado la música en español y en portugués de los últimos años: Bunbury, Alice Wonder, Conchita, Rita Payés, El Kanka, El David Aguilar, Miguel Inzunza, Lenine, Ede, Pedro Pastor, Pablo Cebrián y Marazu. Una docena de artistas de distintas generaciones y latitudes (México, Brasil y España) que se unen al cantautor canario ya sea aportando la música o escribiendo las letras en un proceso colaborativo que ofrece resultados variopintos, tal y como cuenta el músico a infoLibre.
Hola, Pedro. Explícanos a grandes rasgos qué es Parceiros.
Parceiros es mi nuevo trabajo, con el que llevo tres años, porque empecé durante el confinamiento con una labor de ponerme en contacto con cantautores amigos para escribir canciones juntos. Esa fue la semilla y, a partir de ahí, pensé que esas canciones podían formar parte de un proyecto mayor y me puse a contactar con más artistas.
¿Por qué Parceiros?
Porque es la manera en la que los brasileños denominan a dos compositores que se juntan para hacer una canción. Parceiros eran por ejemplo Vinicius de Moraes y Antonio Carlos Jobin, que hicieron muchas canciones juntos, entre ellas La chica de Ipanema. Eso es hacer parcerías, con dos compositores que se juntan. No es un proyecto de dúos, porque la colaboración va más allá de cantar la canción y empieza escribiendo la propia canción. Poco a poco le fui dando forma hasta que se me fue incluso un poco de las manos, porque empecé a hablar con gente y el proyecto empezó a crecer y finalmente van a ser tres volúmenes, de los que acaba de salir el primero. Como en cinco o seis meses saldrá el segundo y a finales de 2024 saldrá el tercero. Cuando estén los tres volúmenes en las plataformas digitales, lanzaremos un triple CD en formato físico.
¿Cómo ha sido el proceso de ir componiendo las canciones? Porque en algunas pones tú la letra y en otras la música.
Fui contactando a los diferentes artistas proponiéndoles hacer una canción juntos, ofreciendo las dos posibilidades: o te envío unas letras o si prefieres me la envías tú y le pongo música yo. Hablando siempre del primer volumen, son casi todas las letras mías excepto las de El Kanka, EDE y los mexicanos Miguel Inzunza y El David Aguilar. En estos casos aportaron ellos las letras.
Cada canción es un mundo propio, por tanto.
Sí. Me pongo en contacto con Conchita, por ejemplo, y le paso unas letras y ella escoge una y me devuelve una propuesta musical. A partir de ahí hay un feedback y yo hago una demo y le doy una forma. La composición ha sido una labor como de ping pong hasta terminar la canción. Es un proceso en el que tanto ellos como yo estamos involucrados en la composición y la interpretación. Luego hacia dónde va el concepto global del álbum es una cosa que decidimos entre Pablo Cebrián, que es el productor, y yo, que lo coproduzco con él.
Llama mucho la atención lo variado del elenco de artistas, que no solo son de diferentes países, sino de distintas generaciones y estilos.
Sí. Hay gente de España, mexicanos, dominicanos, colombianos y brasileños. También quería que hubiera mujeres y hombres y de diferentes edades y estilos. Lo primero que les une es que por mi parte hay una admiración, porque conozco su trabajo y sé hay algún punto donde nos vamos a encontrar. Si pensamos en Bunbury o Alice Wonder, son dos personas efectivamente de dos generaciones diferentes y de dos mundos diferentes al mío. Bunbury pertenece más al rock, fundamentalmente, y Alice hace una música más del pop de los tiempos que corren. Lo más curioso es buscar a alguien con quien aparentemente no tienes cosas en común pero demostrar con la canción y con el trabajo que sí que las tienes.
Esa es la curiosidad por aprender de los demás. ¿Qué has aprendido haciendo estas colaboraciones?
Claro. Aprendo muchísimo en cada canción y con cada uno de los compañeros. Primero hubo un esfuerzo por mi parte, por ejemplo cuando doy letras, de pensar que también son de diferentes estilos porque lo que creo que va a conectar con Alice Wonder es un lenguaje y una forma de hacer la letra que es diferente a alguien con quien comparto generación como Rita Payés. Yo sé que a Rita le podría pagar una letra con un universo más poético y con Alice igual un lenguaje más directo y urbano. Después, cuando ellos ponen su parte y ves lo que son capaces de hacer, es muy inspirador. EDE por ejemplo me mandó una letra maravillosa para la que en seguida encontré una letra. Se aprende mucho de los demás, y porque es una gente que tiene un nivel de talento muy alto, lo cual es un gustazo.
Viendo este proyecto tan elaborado durante tantos años, hecho a fuego lento, llama la atención eso que se dice tanto ahora de que hay que estar publicando canciones todas las semanas y creando contenido para que el público no se olvide de ti. Parceiros es casi una forma de resistencia.
Sí, pero es un poco las dos cosas al mismo tiempo. El proyecto empezó en el confinamiento de 2020 y para cuando termine será 2024, cuatro años, pero es verdad también que tiene que ver con esas formas más modernas. Todo el mundo está, efectivamente, con esta cosa de que hay que generar contenido, y yo he hecho un proyecto que me garantiza que durante un año voy a estar generando contenido y en marzo sale ya un adelanto del segundo volumen. Estamos haciendo casi una canción al mes y cada seis meses un volumen entero. Al final, creo que he conseguido mezclar mi forma de trabajo de toda la vida con las exigencias de la industria contemporánea.
Lo de ‘crear contenido’ es que suena fatal, ¿no te parece?
Estoy de acuerdo. Para entendernos, uso las expresiones que se usan, pero tampoco me gusta. No me gusta la palabra ni lo que significa, esa cosa de esta sociedad hoy ansiosa que lo quiere todo para ya y donde siempre tienes que hacer algo nuevo porque eso que hiciste el mes pasado ya fue y está viejo (risas). Es como de una inmediatez y un estrés en sí mismo que no me gusta, no. Y yo Parceiros lo he hecho a mi ritmo y con calma.
Tampoco sobra calma precisamente para escuchar un disco entero, que supongo que es lo que te gustaría con Parceiros.
Así es. También te digo que ahora tenemos herramientas para ir viendo como van funcionando los discos día a día con estadísticas. Y me voy dando cuenta de que aunque hay algunas canciones que se escuchan más, se están escuchando todas más o menos. Hay un mínimo que me dice que la gente está escuchando el disco entero, que es lo que yo quiero que hagan. Y también te das cuenta por momentos de que hay canciones que de repente la gente la escoge como preferida y la empieza a escuchar un poco más, como puede ser la de EDE. A mí me sigue gustando el concepto disco porque quiero que la gente quede atrapada con el volumen entero, pero es verdad que luego la gente elige. Y en este tipo de proyectos en los que trabajas con otros artistas tienes que contar con que los demás tienen sus propios seguidores.
Tratas temas diversos a lo largo del disco, pero parece que el amor está por encima de los demás. ¿Es así o no tanto?
No hay una intención de que nada sea primordial. Además, hay algunas letras, como las de Loco, Acaso y La mentira, que están escritas hace muchos años, cuando yo todavía vivía en Tenerife, porque tengo mucho material acumulado. Y en Parceiros hay letras que están escritas de ahora y otras que ya tenía y las recupero y las reviso y actualizo. He ido trabajando con lo que tenía y lo que he podido generar, más pensando en el estilo que en el contenido a la hora de decir cosas. El disco tiene un poco de todo. La letra de la de Bunbury tiene más de veinte años y habla de la enfermedad mental, que es un tema de siempre pero que por suerte se ha visibilizado mucho en los últimos tiempos. Es verdad que hay muchas más de amor, poro también asuntos más sociales o políticos, si bien las temáticas han ido surgiendo.
En Que te quiero dices ‘te quiero’ 18 veces, concretamente.
Sí (risas). Es una letra de David y es un ejercicio poético muy potente. Porque esa canción empieza con una frase que se plantea y cada vez que se repite la frase va perdiendo una palabra y se va acortando. Es una letra muy bien escrita y un ejercicio curioso. Y sí, en realidad lo único que dice esa canción es te quiero.
Que tendríamos que decirlo mucho más y que se contrapone de alguna manera a otra de las canciones, La rueda de la violencia, que es más social y de denuncia política, como bien decías. Más te quiero y menos violencia, en definitiva.
Eso seguro. Y sí, esas dos canciones pueden ser dos polos opuestos de la realidad, con alguien que no tiene reparo en decir te quiero y en utilizar esas palabras, que para alguna gente puede ser un concepto ñoño, aunque yo creo que no lo es en absoluto. La rueda de la violencia es una letra que tenía escrita desde hace algún tiempo y que dice que hay muchas formas de ejercer la violencia. El sistema ejerce violencia constantemente, todo el tiempo, contra las personas, porque hay una violencia que es económica, otra que es física y también mental. Puedes ejercer la violencia de mil maneras y la violencia lo único que genera es más violencia. Esa es una rueda que no tiene final. Hay personas que acaban robando de una manera violenta, y sin justificarlo, es que es verdad también que el sistema lleva años ejerciendo violencia de otras formas contra ellos. La desigualdad es otra forma de violencia sistémica y la gente sufre esa agresión violenta constantemente. Para mí es importante saber que esa es una rueda que o se ataja desde el primer momento o no para. La violencia genera violencia.
Lo vemos cada día, una y otra vez.
Y podemos mirar al conflicto entre Palestina e Israel, donde hay una rueda de violencia que empezó a hace muchísimos años con una primera agresión que genera una respuesta y otra agresión y así empieza toda una cadena que provoca el espanto que está sucediendo hoy. Pero hay que tener claro que las cosas no surgen de la nada y son 75 años desde que empezó a rodar esa rueda de agresiones. Y no pondría todas las agresiones en el mismo nivel, porque también hay una desigualdad en la respuesta de la violencia generando violencia.
Pues respondemos a la violencia con canciones. No sé si puede sonar un poco utópico, pero con las canciones se puede hacer el mundo un poquito más bonito para los demás.
Sí. Y está en mí eso también. Yo quiero pensar que contribuyo, me gusta sentir que contribuyo, porque cuando estoy escribiendo una canción estoy haciendo una reflexión sobre un tema para que cuando la gente la escucha hay una conversación, un debate, una reflexión. A través de la canción podemos entrar en un debate sobre una temática como la violencia y, además, está luego la canción como forma de sanación, porque hay gente que escucha canciones que le dicen cosas y le ayudan a sobrellevar. Ya lo decía Mario Benedetti hace muchos años, las canciones no cambian el mundo, no hacen la revolución, pero también es verdad que no ha habido ningún movimiento revolucionario o de cambio que no estuviera acompañado de una canción, a veces en forma de himno. En la vida de las personas las canciones están ahí en todo momento cumpliendo una función. Por eso creo que las canciones no transforman la sociedad, pero sí ayudan.
Veo otras dos canciones que pueden ser también complementarias. Me refiero a El mundo era otro, que puede ser un poco nostálgica, y Todo puede suceder, que es más bien esperanzadora. ¿El mundo era otro y era mejor?
El mundo era otro me hace pensar en mi generación. Yo tenía catorce años cuando mataron a John Lennon, era muy fan de los Beatles y recuerdo estar en el instituto cuando un amigo me dijo que le habían matado. Lo que plantea la canción es una contradicción en sí misma, que es que yo tiendo a recordar aquella época como mejor a la actual. Pero no sé si era mejor, si el recuerdo que tengo está ya idealizado por mí mismo, porque en el fondo creo que era igual. La nostalgia está modelada por el tiempo y manipulada por uno mismo, así que no sé si eran mejores o no, aunque sí creo que en el fondo era igual porque había gente intentando vivir, moviéndose por la calle, dando paseos por la playa… el mundo aparentemente era otro, pero en el fondo no lo sé y es probable que fuera el mismo (risas). También creo que ahora mismo estamos viviendo un momento de involución, sin ninguna duda. La lógica de la humanidad es que las cosas vayan hacia delante y a mejor, y hay mucha gente que se deja la piel para ello, hombres y mujeres que se dejan incluso la vida por mejorar los derechos y el mundo en el que vivimos. Y creo que ahora mismo, en este momento, de unos años para acá, se están dando pasos hacia atrás, con logros que ya se habían conseguido y que estamos que los perdemos. En ese sentido, sí puedo afirmar que el mundo era mejor y que si seguimos por este camino vamos mal.
Ya que estamos echando la vista atrás, para terminar, ¿dirías que ha cambiado el significado del éxito para ti a lo largo de tantos años de canciones?
Cuando tuve mi pico de popularidad en los noventa con Golosinas y Raíz me convertí en una persona famosa y la gente me reconocía por la calle en muchos sitios. Recuerdo que tuve que lidiar mucho con eso porque no es cómodo y pierdes tu intimidad, lo cual es se vuelve invasivo e incómodo. Hay gente a la que le gusta, pero a mí en concreto no. Pero luego uno crece, el público crece y la relación es distinta y todo se va colocando más o menos en su sitio. Pero lo importante no es tanto el éxito, incluso la fama, que son pasajeros. Lo importante es hacer lo que quieres hacer, vivir, poder mantenerte con el trabajo que haces… lo demás es como el minuto de gloria del que hablaba Andy Warhol, que todo el mundo puede conseguir pero no es lo más importante. Lo importante es saber colocar cada cosa en su sitio, saber estar en el mundo.
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