Pedro Sáenz / Pedagogo
En el mundo laboral actual, los jóvenes profesionales a menudo se enfrentan a una paradoja desafiante: la necesidad de tener experiencia laboral para obtener un empleo, con la dificultad obvia de certificar esa experiencia sin haber tenido previamente un trabajo formal.
Este ciclo aparentemente interminable plantea preguntas cruciales sobre la relación entre la formación académica y las expectativas del mercado laboral.
Es innegable que existe una brecha entre los procesos de formación académica y los requerimientos del mercado laboral. Las instituciones educativas forman a los profesionales con sólidos conocimientos teóricos, pero la transición hacia el mundo laboral requiere más que habilidades académicas.
La demanda de dos a cinco años de experiencia para posiciones de nivel inicial se convierte en un obstáculo significativo para aquellos jóvenes profesionales que buscan obtener su primer empleo.
Si bien la experiencia es fundamental para demostrar una competencia práctica en un campo específico del saber, en un primer empleo también es importante que al candidato se le dé la oportunidad de demostrar su potencial y capacidad de adaptación a los entornos en los que se vinculan.
Los empleadores actuales buscan más que conocimientos teóricos; buscan entusiasmo por aprender, habilidades blandas como liderazgo, gestión del tiempo, trabajo en equipo, capacidad para integrarse a ese espacio laboral y, sobre todo, contribuir a la cultura de la empresa.
También, son conscientes de la brecha existente y buscan candidatos que hayan cultivado habilidades a lo largo de su formación, ya sea a través de trabajos de verano, pasantías, actividades extracurriculares o, incluso, voluntariado. Estas experiencias no sólo fortalecen las habilidades blandas, sino que también demuestran al empleador la disposición del candidato para aprender y contribuir al entorno laboral.
Para aquellos que están a punto de elegir una carrera y una universidad, es crucial centrarse en instituciones de educación superior que ofrezcan experiencias relevantes, con estudio de casos, pasantías, proyectos integradores o simuladores integrados en el desarrollo del plan de estudios que pueden ser la clave para el éxito futuro en el desempeño profesional.
Además, los nuevos profesionales deben comenzar a cultivar redes profesionales desde el principio. Participar en ferias de empleo, desarrollar perfiles en redes sociales profesionales como LinkedIn y buscar oportunidades de aprendizaje continuo como estrategias esenciales.
La educación superior debe evolucionar para satisfacer las demandas del mercado laboral futuro. La combinación de aprendizaje académico y desarrollo de habilidades prácticas, tanto técnicas como blandas, es esencial.
Las instituciones académicas deben ofrecer programas que integren experiencias prácticas desde los primeros semestres, preparando a los estudiantes para resolver problemas reales y enfrentar desafíos del mundo laboral.
El “aprender haciendo” no es un mero discurso que se queda entre las cuatro paredes del aula sino es entendido como el conjugar el conocimiento teórico, las habilidades prácticas y humanas, en la etapa de su formación, para formar ciudadanos activos que estén comprometidos con el bienestar de su comunidad.
Los años dedicados a la educación no deben considerarse aislados de la experiencia laboral. La experiencia universitaria debe ser una amalgama de aprendizaje académico y desarrollo de habilidades prácticas.
Los nuevos profesionales deben adoptar una actitud proactiva, buscando oportunidades de capacitación y aprendizaje continuo o a lo largo de la vida, para mantenerse relevantes en un mercado laboral en constante cambio.
Con la rapidez con la que se dan los cambios, sabemos que, en un proceso de formación que dura cuatro o cinco años en una institución de educación superior, cuando la persona termina sus estudios muchos de los conocimientos que se han adquirido pasan a ser obsoletos. De ahí la importancia que las universidades no sólo impartan conocimientos teóricos como lo hacían antaño, sino que también deben preparar a los estudiantes para el mercado laboral del futuro, con programas de estudio que consideren metodologías modernas y disruptivas, acordes a los tiempos actuales y del futuro.
Al cerrar la brecha entre la formación académica y las expectativas laborales, los jóvenes profesionales pueden construir un futuro laboral sólido desde el inicio de su carrera.
Fuente de esta noticia Diario El Deber Bolivia.
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