La postal reúne una Virgen con seis dedos, la siniestra imagen de lo que podría parecer un bebé muerto en la esquina inferior derecha y una bandera española, históricamente fuera de lugar, envolviendo al niño Jesús y sujetada por un individuo acuclillado y de manos imposibles. La imagen, compartida por el dirigente de Vox Jorge Buxadé, ha provocado un sinnúmero de comentarios, no pocos de ellos de mofa.
Pero lo que hay tras esta felicitación no es baladí. Y no se limita a Vox, ni a España.
Vox está inmerso en una amplia campaña de utilización de la imagen del nacimiento de Cristo en concreto y de la Navidad en general con fines políticos. En Andalucía lleva desde 2019 reclamando la instalación de un belén en “un lugar preminente” [sic] del Parlamento para homenajear los “valores” y “tradiciones cristianas”. También ha elevado una protesta por la celebración en Almería de un teatro con Peter Pan, Campanilla y Garfio, según Vox inapropiado para las fechas. El resbalón ha llegado en Mallorca, donde Vox puso el grito en el cielo por un vídeo en el que sonaba Els Segadors como música de un belén viviente. Nada podía haber más contrario a una celebración que, según Vox, es cristiana y españolísima. En realidad, era un vídeo editado, luego su resultado era falso.
No es nueva la obsesión de Vox con el belén. Cada año se renueva el repertorio de ocasiones para crear una polémica cultural. Como en 2021, cuando el partido llevó a los tribunales por ofensa a los sentimientos religiosos a un tienda de Sevilla que vendía dulces con forma de órganos sexuales presentados en forma de belén. O como en 2019, cuando salió en tromba por un belén artístico en Barcelona en el que los tradicionales elementos estaban representados por objetos. “Son como unas cajas de cartón espantosas, ¿no? Pues es como ella”, dijo Javier Ortega Smith, refiriéndose a Ada Colau.
La acción política más frecuente, replicada por numerosos cuadros y dirigentes de Vox, es publicitar la colocación del belén como un acto de defensa de España y Occidente. El mensaje es este: los españoles debemos celebrar con orgullo la Natividad del Señor, fiesta cristiana y línea de defensa de nuestra civilización. Pero, ¿defensa ante quién? ¿Quién nos roba la Navidad? Los de siempre para Vox: progresistas, laicistas e islamistas. No puede extrañar que estos días circule una noticia de La Gaceta, órgano de propaganda de Vox, según la cual “una célula terrorista islamista” prepara un atentado contra “lugares de culto cristianos durante el periodo navideño”.
La batalla contra el “laicismo progre” acompaña a Vox desde sus orígenes, hace ya diez años, se ha exacerbado con el ascenso de Buxadé e Ignacio Garriga y el mal momento del partido, que lo empuja a aferrarse a sus bases más cafeteras, explica Xavier Rius, autor de Vox, el retorno de los ultras que nunca se fueron. Siguiendo a Rius, hay un incentivo electoral para toda esta cruzada: Abascal y los suyos están convencidos de que existe un voto católico radical al que el PP tiene difícil llegar. Así que van a por ese nicho, que además, como recalca Adrián Juste, investigador en el centro sobre radicalismo derechista Al Descubierto, es ahora más visible a raíz de las protestas en Ferraz.
El historiador Alejandro García Sanjuán recuerda cuando, siendo niño, iba al campo a recoger musgo para el belén con su padre, que en absoluto era una persona religiosa. Ilustra con ello cómo en España hay una conexión con la religiosidad popular que va mucho más allá de las feligresías. Y culmina así el razonamiento: lo que intenta Vox con los belenes es “capitalizar” un sentimiento “transversal” a través de una polémica inducida. Coincide, pues, con que hay una lógica electoral en la guerra del belén. Pero no sólo eso.
Profesor de Historia de la Universidad de Huelva, García Sanjuán señala que la religión católica forma parte del “proyecto nacional” de la España conservadora desde los orígenes del Estado liberal en el siglo XIX. “Las derechas actuales, con matices, siguen inmersas en la idea de una España eminentemente católica”, añade García Sanjuán, que pone en relación el empeño por subrayar la catolicidad de todo lo navideño con otras tendencias extendidas en PP y Vox, como el revisionismo histórico reciente y remoto.
Pero no estamos ante un fenómeno sólo español, el rastro de la polémica sobre los belenes y sobre la verdadera esencia navideña muestra que es un asunto internacional. Los representantes de Hermanos de Italia, el partido de Giorgia Meloni, y La Liga, de Matteo Salvini, prodigan la colocación de belenes como muestra de defensa de un cristianismo que se presenta bajo asedio del multiculturalismo. La primera ministra, que mezcla la iconografía italiana con la navideña, anima a celebrar las fiestas con “orgullo”, cebando la tesis de que el cristianismo y el patriotismo viven hoy acomplejados cuando no oprimidos. Carlo Fidanza, jefe de la delegación del partido en la UE, felicita la Navidad animando a la “lucha” por la “libertad” de “quienes de verdad aman Italia y Europa”, que son los que “creen en sus raíces cristianas y honran sus tradiciones”.
La extrema derecha italiana ha sido la que más lejos ha llevado la explotación política de la Navidad. Y, de nuevo, utilizando el belén. Hermanos de Italia presentó la semana pasada un proyecto de ley para “salvaguardar” la esencia cristiana de las celebraciones navideñas en los colegios, cada vez más eclécticas como reflejo de la diversidad cultural del país. La Navidad, según el partido de Meloni, se ha convertido en una “inverosímil fiesta invernal”. El remedio de la ley, presentada por la senadora Mennuni Lavinia, es que los directores de los colegios que se nieguen a poner belenes sean castigados.
La lógica es parecida a la del pin parental en España: ante un supuesto problema de cuya dimensión no hay detalle, se propone una solución de dudosa aplicación, provocando una inmensa polémica. El historiador italiano Steven Forti, autor de Extrema Derecha 2.0. Qué es y cómo combatirla, no tiene dudas: la ley pretende “desviar la atención” en un momento delicado para Meloni, criticada por su escaso peso en Bruselas. “Ante una situación así, la guerra cultural es siempre lo mejorcito. Así se habla de pesebres, de temas identitarios, de Dios, patria y familia frente al islamismo, y no del fracaso en Europa, ni tampoco de los previsibles recortes presupuestarios”, dice.
La derecha radical busca la polémica cultural cuando está en el poder, pero también cuando lo busca. Como en España ahora. O como en Italia ya en 2018, cuando Meloni hacía campaña junto al belén, “un símbolo extraordinario que no puede ofender a nadie”.
La misma idea aparecerá insistentemente: el belén, la Navidad, las tradiciones, todo ello se vive ahora casi clandestinamente por la hipersusceptibilidad de los multiculturalistas. Por ello, toca recuperar el orgullo. El mensaje de RN, el partido de Le Pen, incide en la misma idea en Francia: “¡Nada ni nadie nos impedirá jamás honrar y defender nuestras tradiciones!”, arenga. Es el argumentario de Jordan Bardella, delfín de Le Pen, de sólo 28 años, que tiene fijación con la Navidad. “No dejes que nadie te quite estas preciosas tradiciones”, afirma. En un artículo en Le Figaro, señala al enemigo: “Ha llegado el momento de defender el laicismo contra sus verdaderos enemigos, no los belenes de Navidad, sino los predicadores islámicos”.
Es usual que la reivindicación belenista coja la pendiente del discurso antiinmigración explícito. En Portugal el diputado de Chega Pedro dos Santos tuitea así: “¡La Sagrada Familia también viajó por órdenes de un político tiránico! ¡También hoy los inmigrantes son meras piezas de ajedrez desechables, en manos de intereses globalistas y ocultos, que quieren destruir naciones soberanas y la cultura cristiana!”.
En España Vox no está solo en el nacionalbelenismo, que se extiende también a capas del PP, si bien es frecuente que el partido de Alberto Núñez Feijóo suavice o trate de eludir la guerra cultural. A veces, eso sí, ha incurrido en discursos similares a los de Vox. Así lo hizo en 2018 el entonces secretario general, Teodoro García Egea, en un acto en el acabó gritando bajo una ovación: “Porque nosotros celebramos la Navidad, ponemos el belén, ponemos el árbol, celebramos nuestras tradiciones, nuestra Semana Santa y nos sentimos orgullosos. ¡Y al que no le guste, que se aguante! ¡Porque nosotros somos españoles!”.
No obstante, la líder del PP que más uso político da a la Navidad es Isabel Díaz Ayuso, que año tras año logra titulares con un discurso sobre Dios, el niño Jesús, el belén la familia, España, Europa y la identidad…. Con matices, el mensaje es similar cada Navidad. “En el mundo que en otro tiempo era cristiandad y hoy llamamos Occidente, a diferencia de las sociedades colectivistas, cada uno es insustituible”, dijo en 2020. Este año, ataviada con un jersey navideño, ha reivindicando el “mensaje revolucionario” de Cristo y nuestras “raíces católicas” [ver al final de este texto el despiece Juan José Tamayo y el contraejemplo de Gandhi y Camus]. Según Ayuso, “ser católicos es la celebración de la familia, de la infancia, todos pilares de nuestra civilización occidental”.
Llegamos a un concepto clave, el que envuelve todo el discurso, tanto de Ayuso como de Vox: la defensa de la cultura/civilización cristiana/occidental. Sus resonancias en España son antiguas: Franco fue, durante la Guerra Fría, “el centinela de Occidente”. Hoy son muchos los líderes derechistas que se presentan como defensores de ese orden occidental/cristiano, amenazado por un enemigo que será identificado de forma más o menos clara según el grado de extremismo. Si Ayuso lo deja en el aire, Abascal sí explicita que son “islamistas” quienes quieren “destruir la civilización occidental”. Meloni y Salvini en Italia o Le Pen en Francia, país donde ha calado la teoría racista del gran reemplazo, aspiran también a su identificación con la figura del guardián de Occidente frente al invasor, explotada con especial éxito por dos líderes derechistas, uno en Europa y otro en EEUU: Donald Trump y Viktor Orbán. Los dos, por supuesto, hiperactivos políticamente cuando llega la Navidad, oportunidad idónea para colocar su mensaje.
Primero, veamos el caso húngaro. Al menos desde 2017 el mensaje central de Orbán es que la brújula occidental debe ser la “cultura cristiana”. La amenaza, según Orbán, es doble: las élites globalistas lideradas por George Soros y el Islam. Para concretar ese discurso, Orbán se ha valido del continuo recurso a la polémica cultural en torno a la Navidad. Un caso emblemático se dio en 2021, cuando el Fidesz, su partido, logró gran repercusión alertando de la supuesta prohibición por parte de la UE del empleo de la palabra “Christmas” en las felicitaciones. Todo el escándalo se montó por un simple documento interno de la Comisión de Igualdad con indicaciones de lenguaje inclusivo. No era una norma, ni siquiera un documento oficial. Dio igual. Hoy día, Navidad de 2023, el bulo de la prohibición de decir “Navidad” en la UE sigue circulando.
Pero la derecha que ha sublimado la técnica de envasado conjunto de política y religión es la estadounidense. Y la Navidad ha sido útil para ese empeño. Libros como Buenas nuevas y gran alegría: proteger el corazón de la Navidad, de la activista del Tea Party Sarah Palin, candidata a vicepresidenta en 2008, y La guerra contra la Navidad: cómo el complot liberal para prohibir la sagrada fiesta cristiana es peor de lo que pensabas, del popular comentarista John Gibson, dan idea del alcance de la cruzada. Ya en 2013, los medios conservadores, con Fox a la cabeza, dieron por bueno el confuso testimonio de un soldado anónimo sobre una charla acerca de igualdad de oportunidades en un puesto militar del sur de Mississippi para alcanzar la conclusión de que Obama, en su obsesión anticristiana, quería acabar con la Navidad en el Ejército.
El éxito mediático-político de la controversia queda probado por el hecho de que los republicanos jamás han abandonado la idea de que los demócratas desprecian –cuando no odian– la Navidad. Al mismo tiempo, sus principales figuras se fotografían con aire desafiante junto a sus árboles, en familia, a menudo con una biblia y alguna vez con armas en el encuadre. Un detalle: el Partido Republicano se refiere a Joe Biden como el Grinch.
Por supuesto, Trump es el intérprete ideal de toda esta melodía. Por una parte, porque estigmatizar a los demócratas es su día a día. Por otra, porque ya desde su irrupción como líder republicano se considera un “defensor de la civilización occidental”. Y de la Navidad. Estos días difunde vídeos felicitando la navidad en tono mesiánico, repasando pasajes bíblicos, exaltando a nuestro “señor” y “salvador” y cerrando con el “Make America Great Again”.
Mirada en perspectiva, la guerra cultural en torno a la Navidad de los republicanos es coherente con la trayectoria del partido, que tras más de medio siglo de obsesivo martilleo apocalíptico ha logrado presentar la política como una lucha entre el Bien (ellos, los patriotas) y el Mal (los demás, los antiamericanos), como ha narrado Kristin Kobes Du Mez en su ensayo Jesús y John Wayne. Cómo los evangélicos blancos corrompieron una fe y fracturaron una nación. Como casi todo lo que produce América, ese esquema narrativo del Bien contra el Mal también ha llegado a España.
Fuente de esta noticia: https://www.infolibre.es/politica/hay-jesucristo-espanol-extrema-derecha-navidad-cruzada-global_1_1674795.html
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