Casi sin darnos cuenta, entre lectura y lectura, se nos ha pasado un nuevo año y encaramos aminorando la recta final de este que se nos va, levantando la cabeza del libro ante la cercanía de la estación de destino. Un momento propicio para echar la vista atrás, contemplar el camino transitado y, desde este punto, preguntarnos: ¿Dónde estamos? Y más importante aún: ¿Cómo hemos llegado?
Es por eso que, en estos días festivos en los que pareciera que el mundo se detiene, aprovechamos para tomar algo de distancia y apreciar lo leído con la perspectiva suficiente. Porque hemos leído mucho. Muchísimo para unos, poquito para otros, eso también es verdad pero, desde luego y en cualquier caso, hemos leído de un modo variopinto. Y es justo ahora, con el repaso de lo que hemos ido comentando semana tras semana en Los Diablos Azules, cuando nos damos cuenta de dónde estamos y de cómo hemos llegado.
Y estamos, como punto culminante del recorrido de todo este año que se nos escapa entre los dedos, recordando El derribo de la vergüenza de la cárcel de Carabanchel (Jesús Rodríguez, El Garaje Ediciones) a través de un libro gráfico en el que día a día y foto a foto se recuerda la infamia perpetrada hace ahora quince años y se relata la enésima victoria de la especulación contra la memoria. Una memoria con la que precisamente arrancábamos 2023 allá por el mes de enero recordando las Cartas a las mujeres de España de María Lejárraga y Gregorio Martínez Sierra (Editorial Renacimiento), un volumen publicado originalmente en 1916 y que hoy, más de un siglo después, sigue resultando desconcertantemente actual.
“No hay en la vida experiencia más turbadora que la de descubrir la lectura, que te puede trastornar absolutamente la existencia”, nos confesaba en marzo Juan José Millás, con quien charlamos con motivo de la publicación de su más reciente novela, Solo humo (Alfaguara), una genial historia sobre la imaginación y el poder transformador de la literatura. Unas reflexiones que coinciden con las que pudimos comentar en junio con Bob Pop a propósito de su libro Días simétricos (Alfaguara), en una entrevista en la que compartió con infoLibre verdades como estas: “La lectura es calidad de vida pero quizá no tenemos vidas que nos permitan leer. El único momento de silencio de verdad es frente a un libro, y eso me parece fundamental sobre todo para descansar la cabeza y pensar de verdad en lo que estoy leyendo”.
¿Qué harías si la mujer de la que estás enamorado te confiesa que ve fantasmas? A partir de esta pregunta construye Manuel Jabois su última novela, Mirafiori (Alfaguara), una excusa tan buena como otra cualquiera para indagar en las relaciones amorosas y la vida en el más allá para llegar a conclusiones como estas: “Cuando nos enamoramos pasamos a ser una suerte de fantasmas de nosotros mismos (…) Una pareja que no cierra bien las ventanas y las puertas se expone a que entre el aire envenenado y empiece a pudrirlo todo muy lentamente”. Quizás (seguramente), una buena forma de evitar que el amor se pudra sea adentrarse en la gozosa lectura conjunta de Cartas eróticas (Penguin Random House), en cuyas páginas Nicolas Bersihand recopila las joyas epistolares (y no pocas burradas) más intimas y pasionales de Emilia Pardo Bazán, Simón Bolívar, Goya, Mozart, Trotski, Mozart, Apollinaire o Virginia Woolf.
Sobre una senda similar pasea Alberto Mira cavilando acerca del poder del séptimo arte como vehículo de libertad y herramienta de educación en las páginas de Entre la cámara y la carne. El cine homoherótico en 25 películas (Egales Editorial), mientras Adaia Teruel pone el foco en el deseo femenino en Mujeres que follan. Historias de sexo real contadas por ellas (Libros del K.O.). “A los cuarenta, las mujeres se plantean cosas que con veinte no se les habían ni ocurrido”, destacaba a infoLibre la periodista y escritora en los calores de julio. Relacionado con los dos títulos anteriores, aunque a su manera y en libertad total (de la buena), está Apriétame más fuerte. El año que Mónica Naranjo desató a un millón de chonis, maricas y marujas (Lengua de Trapo), un ensayo sociocultural en el que, a partir del disco superventas Palabra de mujer (1997), Juan Sanguino relata la transformación de la industria musical española y la sociedad de finales del siglo XX al ritmo de Desátame.
Y ya que hablamos de una de nuestras más irreductibles divas del pop, saltamos el Atlántico para hablar de Dios, country y sexo a través de Dolly Parton. Un retrato americano (RBA Libros). “En los años sesenta, setenta y ochenta hizo una demostración activa de feminismo por la vía de los hechos”, afirma la autora, Beatriz Navarro, emparentando involuntariamente al icono estadounidense con nuestra Faraona, objeto de estudio desde una perspectiva queer en un ensayo coral titulado Flores para Lola (Egales Editorial) y que resulta de lo más concluyente: “Hoy Lola sería pregonera del Orgullo”.
Sobre mujeres igualmente fuertes nos habla también Juan Ramón Lucas en su reciente novela, Melina (editorial Contraluz), en la que, inspirado por la vida de su propia abuela, el periodista y escritor traza un recorrido por la historia española del siglo XX, de la revolución asturiana del 34 al exilio en Buenos Aires, a través de diversas protagonistas anónimas. Un viaje a un pasado no tan lejano que también ha hecho la escritora y criminóloga Marisol Donis, en su caso fijándose en Emilia Pardo Bazán y su fascinación por la criminología (Editorial Alrevés), donde analiza la capacidad de la influyente periodista gallega para desentrañar la esencia de los crímenes de su época con una mirada feminista. “Dejaba en evidencia a todos los investigadores”, asegura la autora.
Otra mujer igualmente influyente fue Elena Francis, si bien en su caso se da el pequeño problema sin importancia de que era inventada. Que no existía, vaya, a pesar de lo cual estuvo casi cuarenta años haciendo propaganda franquista y dando consejos terribles a las mujeres, tal y como cuenta la escritora y periodista Marga Durá en su novela Una pregunta para Elena (Editorial Destino), en la que retrata una época oscura y deja, al fin, las cosas meridianamente claras. Bien clarito lo deja todo también María Martín Barranco en La desfachatez machista (Catarata), donde recopila y analiza el machismo imperante en los textos de columnistas como Arturo Pérez-Reverte, Javier Marías, Francisco Umbral, Antonio Burgos, Fernando Sánchez Dragó, Salvador Sostres, Mario Vargas Llosa, Juan Soto Ivars, Arcadi Espada o Alberto Olmos. “Les llamas señores y se enfadan, es alucinante”, remacha la autora.
De Machismo, mafia y corrupción en el fútbol español (Editorial Aka) nos habla Fonsi Loaiza, siempre denunciando los tejemanejes de los poderosos, que se dan especialmente en los palcos de los estadios, de la misma manera que antaño en las cacerías de Franco. “El fútbol moderno ha expulsado a la clase trabajadora de los estadios”, lamenta Alejandro Requeijo en Invasión de campo (Penguin Random House), un manifiesto en defensa del hincha de toda la vida en unos tiempos modernos en los que, a su juicio, “las gradas han perdido su papel de expresión popular para convertirse en prohibitivos objetos de lujo a los que suele acceder una clase privilegiada”.
La literatura musical también ha tenido su hueco en este año de Los Diablos Azules. Por ejemplo, a través de un desconocido poeta de la sierra de Béjar que Robe Iniesta conoció por casualidad y se convirtió en la musa de Extremoduro. “Como los flamencos y Lorca, el poeta del rock español fue un tiempo Manolo Chinato”, remarca Javier M. Alcaraz, autor de Poesía básica (Efe Eme). También ha estado presente en Macrofestivales, el agujero negro de la música (Ediciones Península), en el que el periodista Nando Cruz profundiza bien hondo en las miserias de una forma de ocio que es en realidad un negocio para exprimir a los asistentes. “Son lo más ultraliberal que hay”, denuncia. Y con la música como excusa, viajamos hasta Los Ángeles de Charles Manson (Ediciones Akal) para conocer de la mano de Julio Tovar el contexto cultural y social de uno de los asesinos más trágicamente célebres del siglo XX.
Lorca, por supuesto, también ha estado con nosotros durante este año. Por un lado, con el ilustrador Ricardo Cavolo reimaginando la oscuridad de Poeta en Nueva York (Lunwerg Editores) hasta convertirlo casi en un catálogo de portadas de black metal. Y, por otro, con la trilogía de Ana Bernal-Triviño integrada por Las mujeres de Federico, Los hombres de Federico y Vuelve Federico (Lunwerg Ediciones). “No saber dónde están los restos de Federico evidencia que las heridas no han cerrado”, afirma a infoLibre la periodista y escritora, quien sentencia que su asesinato fue un “crimen político”.
En el recuerdo también siempre otro genio algo más cercano a nuestro tiempo como Jesús Quintero. “Era un loco cuerdo”, nos contaba en septiembre una de sus hijas, Lola Quintero, con motivo de la publicación de Memoria del silencio. El gran libro del Loco de la colina (Temas de hoy). Y sobre locura precisamente reflexiona Ángel Martín en Detrás del ruido (Planeta), continuación del súper ventas Por si las voces vuelven, en el que el presentador y cómico cuenta a los lectores cómo trabaja diariamente para evitar recaer en el brote psicótico que sufrió unos años atrás.
Aparentemente nada loco estaba el emperador romano Marco Aurelio, quien alucinaría fortísimo si pudiera de alguna manera saber que dos milenios después sus Meditaciones (David Hernández de la Fuente, Editorial Arpa) siguen siendo inspiración vital para líderes políticos, gurús tecnológicos y celebridades de todo tipo y condición. Hablando de líderes políticos, a principios de año vimos a Juan Negrín convertido prácticamente en superhéroe. “En los años ochenta, la Marvel le dedicó un cómic a Juan Pablo II y contó su vida. Durante un tiempo, Punisher y el Papa compartieron guionista, lo cual es bastante curioso”, recordaba a infoLibre el dibujante Fer Calvi, quien firma junto al guionista Francisco de Zárate el primer cómic sobre Juan Negrín (Fundación Cine+Cómics).
Lo cierto es que, mirado con perspectiva y detenimiento, cabe de todo en un año de Diablos Azules. Porque hemos hablado de los jóvenes activistas climáticos que atacan obras de arte en Amor y furia (Rafael Ordóñez, editorial Tres Hermanas), desahucios y deterioro de los barrios en Narcopiso (Paco Gómez Escribano, editorial Alrevés), niños raptados por Hitler que encontraron su ‘paraíso’ en Barcelona en Los tres nombres de Ludka (Gisela Pou, Planeta), la precariedad de La España invisible (Sergio C. Fanjul, Arpa), la Movida madrileña en Demasiado tarde para comprender (Javier Valenzuela, ediciones Huso) o el pelotazo nacional de 1992. El año de España en el mundo (Julio Sanz López, Sílex ediciones). Incluso viajamos a Venecia con Eva García Sáenz de Urturi siguiendo los pasos del inspector Kraken en El ángel de la ciudad (Planeta).
Para terminar, cine por partida triple. “Las historias son un intento de dar sentido a este feroz y hermoso mundo”, argumentaba a principios de este mes Carlos Bardem en una charla con motivo de su última novela, Badaq (Plaza y Janés), una fábula moral en la que se denuncia la codicia de los humanos, el fanatismo y la destrucción de la naturaleza. Y dos expertos como colofón: Jaume Ripoll, fundador de Filmin, quien repasa su devoción desde niño por el séptimo arte en Videoclub (Ediciones B), y Alejandro C. Calvo, crítico que propone nada menos que un centenar de títulos en Una película para cada año de tu vida (Temas de Hoy). Definitivamente, un año de Los Diablos Azules da para mucho. Parece, a su manera y efectivamente, toda una vida.
Fuente de esta noticia: https://www.infolibre.es/cultura/los-diablos-azules/cultura-feminismo-deporte-politica-ano-diablos-azules_1_1672802.html
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