La nieve ha empezado a caer de nuevo en las afueras de Estocolmo y en el taller-showroom de Tesla en Segeltorp. Bajo los copos de nieve, Daniel, de 47 años, y Yakop, de 29, con una gorra y una parka con el logotipo del sindicato IF Metall, salen a comer. Se detienen unos minutos en la esquina para desplegar la pancarta, que no se ve desde la calle, con su lema en grandes letras blancas sobre fondo rojo: “Vi kräver kollektivavtal” (“Exigimos un convenio colectivo”).
Los trabajadores de Tesla están en huelga desde el 27 de octubre. Los convenios colectivos, aunque no son obligatorios, constituyen la espina dorsal del derecho del trabajo en Suecia y rigen las condiciones laborales del 90% de los trabajadores. Estos convenios, renegociados entre representantes de la patronal y de los trabajadores cada dos o tres años, fijan salarios, pensiones, horarios de trabajo, seguros, bajas por enfermedad y permisos parentales.
La empresa de Elon Musk (conocido por su enérgica postura antisindical) llevaba casi cinco años dando largas para cumplirlo. En octubre, rechazó definitivamente a IF Metall, el poderoso sindicato metalúrgico e industrial de Suecia, con 300.000 afiliados (en un país de poco más de 10,5 millones de habitantes).
Los empresarios locales no suelen despreciar a los sindicatos: casi el 70% de los trabajadores están sindicados, una de las tasas más altas de la OCDE. En Suecia, una simple amenaza de huelga suele bastar para abrir negociaciones. La huelga de Tesla es excepcional porque se mantiene sin ser masiva, pero ha despertado una simpatía evidente que lleva a paros solidarios en muchos otros sectores.
“Todas las empresas firman estos acuerdos”, dice Yakop, “es competencia desleal no hacerlo”. Para el sindicato, no importa que la empresa americana de coches eléctricos diga que ofrece mejores salarios y condiciones laborales que sus competidores, es una cuestión de principios y de visión a medio y largo plazo.
El sindicato teme que esto abra un resquicio a los empresarios que sueñan con evitar convenios vinculantes. “Esto podría afectar a otras empresas”, confirma Emma Hansson, presidenta de IF Metall en la región de Estocolmo.
“Lo vimos hace poco con Spotify y Klarna [la empresa de soluciones de facturación online acabó firmando – nota del editor] y esto podría atacar al modelo sueco”. Según ella, las condiciones en los talleres de Tesla no son tan buenas como afirma el fabricante: “Nos han informado de que hay un fuerte incentivo para hacer horas extras no remuneradas, con el fin de obtener buenas calificaciones y mantener su puesto.”
Daniel es empleado de IF Metall, y Yakop trabaja en Scania, el gigante del transporte. Fuera del taller, en el suroeste de la capital, hay un piquete formado por un puñado de sindicalistas, pero no son huelguistas. El sindicato guarda silencio sobre el número exacto de trabajadores en huelga y el número de sindicalistas en la empresa. La cifra de 130, que cita los medios de comunicación, no ha sido confirmada.
En una carta a los propietarios de la marca, publicada en X (antes Twitter), Tesla Sweden asegura que el 90% de los empleados están en sus puestos. “No sé de dónde han sacado esa cifra”, dice Emma Hansson. “Son jóvenes y a menudo es su primer trabajo. Están menos sindicados y no conocen bien sus derechos. También pueden tener miedo a las repercusiones”, dice Daniel para explicar el bajo número de huelguistas.
En el medio de comunicación sueco Affärsvärlden, el responsable de prensa del sindicato, Jesper Pettersson, declara: “Tesla es especialmente desafiante con los sindicatos y sugiere que nuestros afiliados podrían perder su empleo si van a la huelga o denuncian sus condiciones de trabajo”.
Emma Hansson detalla las estrategias anti-huelga de Tesla: “Han cambiado de proveedores y también han contratado esquiroles. Ha habido promesas de ascensos y amenazas de retirar la oferta de acciones para mantener a la gente en el trabajo. Lo nunca visto desde la instauración de la negociación colectiva”.
A principios de diciembre, las temperaturas bajaron hasta -10° todos los días, pero los activistas permanecieron tranquilos, turnándose en una autocaravana alquilada por el sindicato para no pasar frío. Sindicalistas y visitantes tienen a su disposición termos de café caliente, vasos de papel y brioches. Hacia el mediodía, un sindicalista de una empresa vecina pasó por allí con una caja de bombones, saludándose con brevedad y sonrisas.
En esta zona industrial, “la calle es solidaria”, presume un activista. Un poco antes, se detuvo para charlar un rato una apuesta pareja de personas mayores. Propietarios de un Tesla, dijeron que apoyaban la defensa del modelo de negociación colectiva.
Esta solidaridad fuera de la empresa podría resultar decisiva: en Suecia, las “huelgas de solidaridad” son un temible medio de presión. Algunos recuerdan la batalla victoriosa de 1995 contra el gigante juguetero ToysRUs, cuyas huelgas de solidaridad asfixiaron poco a poco sus operaciones en el país y le obligaron a ceder.
El 7 de noviembre, los estibadores de cuatro puertos se negaron a descargar los Tesla, a los que se unieron el día 17 los estibadores de todos los puertos suecos. Ese mismo día, el sindicato de electricistas paralizó las reparaciones de las estaciones de carga de Tesla y las averías en los talleres; el sindicato de mantenimiento también se sumó al bloqueo: los talleres y los concesionarios dejaron de limpiarse. A esto siguieron movilizaciones de trabajadores de la construcción, pintores, transportistas e incluso músicos, todos ellos miembros de LO, la confederación nacional que coordina a catorce sindicatos.
El 20 de noviembre le tocó el turno a un socio importante: Postnord, empresa postal propiedad de Suecia y Dinamarca, dejó de entregar su correo al fabricante, lo que afectó a la distribución de piezas de recambio y matrículas. En la actualidad, hay unas mil matrículas bloqueadas. El movimiento también se ha extendido más allá de nuestras fronteras: estibadores de Noruega, Dinamarca y Finlandia decidieron a principios de diciembre dejar de descargar vehículos y piezas de la marca tejana con destino a Suecia.
Estas huelgas de solidaridad son algo más que una peculiaridad nórdica, “son la palanca de la acción sindical”, explica Pontus Blüme, doctorando en Historia Económica por la Universidad de Estocolmo, para quien “los sindicatos lucharán a muerte por mantener este derecho”.
En 1938, tras años de agitación laboral, el acuerdo de Saltsjöbaden entre los representantes de la patronal y la confederación sindical LO sentó las bases de lo que sería el “modelo sueco”, que regula las relaciones entre empresarios y trabajadores, el derecho de huelga y los procedimientos de negociación de los convenios sectoriales.
Basado en el consenso y la negociación, este acuerdo inspiró a todos los países nórdicos. El Estado se mantiene neutral y pide a empresarios y trabajadores que se pongan de acuerdo para que las fábricas sigan funcionando y la sociedad prospere. “Ya no está permitido ir a la guerra sin permiso del sindicato”, explica Pontus Blüme. Firmar un convenio colectivo permite a ambas partes comprar la arbetsfred, la paz laboral.
Por parte de Tesla, la comunicación está bloqueada. En un post en X, Elon Musk se limitó a un lacónico “Esto es una locura”. Internamente, su mensaje es muy claro. Internamente, su mensaje es muy claro, explica Kurt Eriksson, mediador en el conflicto, en una entrevista al diario sueco Dagens Industri el 21 de noviembre: “La situación está congelada. La filial sueca no tiene margen de maniobra, no está autorizada a firmar ningún acuerdo, por orden de Elon Musk”.
Tesla Suecia también ha iniciado dos procedimientos judiciales en un intento de terminar con la huelga. Uno contra la autoridad de transportes que expide las matrículas y otro contra Postnord. En una primera sentencia del 27 de noviembre, el tribunal dio la razón al fabricante americano y autorizó la requisa de las placas. Sin embargo, esta decisión fue recurrida y podría ser anulada a finales de diciembre. El 5 de diciembre, Tesla perdió el pleito contra Postnord.
Alrededor de la autocaravana de Segeltorp, la gente sigue charlando, tiritando. Vehículos de una empresa de seguridad privada hacen la ronda. A Yakop no le importa: “Pensé que exageraba cuando dije que teníamos medios para aguantar cincuenta años, para celebrar el inicio de la huelga. Pero en realidad, ¡tenemos para quinientos años! IF Metall tiene 15.000 millones de coronas suecas (1.340 millones de euros) en su caja de resistencia, y paga a sus afiliados en huelga el importe de sus salarios, más un 30% para contribuir a su fondo de pensiones. Suficiente para resistir a Tesla.
Traducción de Miguel López
Fuente de esta noticia: https://www.infolibre.es/mediapart/tesla-pincha-hueso-sindicalismo-solidaridad-obrera_1_1671084.html
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