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Jue. Nov 21st, 2024
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Ayer fui a mi peluquería a teñirme el pelo. Aprovechando el rato de espera pedí cita para enero porque soy muy despistada, pero aborrezco las canas. Once de enero de 2024. Y así, sin premeditación, estaba agendando el año que viene. ¿En qué se pasan los años? ¿Cómo es posible que ahora tenga canas? ¿Tantas, además? ¿Cómo es que el tiempo pasa tan deprisa? Apenas recogemos las toallas de la piscina y ya estamos poniendo las bolitas al árbol de Navidad. En un año pasan muchas cosas, pero afortunadamente también nos pasan muchos libros.

En mi árbol, puesto con desidia por hijas jóvenes, habrá libros la Noche de Reyes, por no mudar el tiempo su costumbre. Y en los árboles de mis alumnos también porque he hecho un trato con sus padres. Recomendar a Irene Vallejo quizás sea un pleonasmo como eso de llorar con los propios ojos. Su Manifiesto por la lectura, ese libro tan maravilloso y pequeñito, encierra un gran proyecto que me atrevo a recordar. El 26 de abril de este 2023, Irene Vallejo presentó el programa Érase una voz, una actividad mensual para contar cuentos a los niños hospitalizados y a sus familiares en el Hospital Miguel Servet de Zaragoza. La autora ha donado los beneficios de esta obra para que este regalo salga adelante y —creo— debería estar en cada uno de nuestros árboles. Comprar y leer este magnífico libro merece doblemente la pena.

El año 2023 también ha sido el 40 aniversario de la publicación de La otra sentimentalidad, Los Pliegos de Barataria, Editorial Don Quijote, Granada, 1983, firmado por Javier Egea, Álvaro Salvador y Luis García Montero. En abril de este año, Elenvés Editoras ha publicado una Antología con prólogo de Félix Martín Gijón que es una maravilla. Poemas de los autores mencionados sumados a otros de Teresa Gómez, Antonio Jiménez Millán, Inmaculada Mengíbar, Ángeles Mora y Benjamín Prado, con textos inéditos de varios de sus autores. Mucho se ha alabado y también denostado esta otra sentimentalidad y su “continuación” como poesía de la experiencia desde 1983. A mí, a lo largo de estos años de empecinamiento poético, me ha enseñado que “la poesía es mentira” y también que en los versos de estos autores me he sentido reconocida porque lo que es verdad es que a los lectores nos tienen muy en cuenta. Porque en el ir y venir de sus versos encontramos el libreto o la escaleta o el guion de nuestros días. Y en ellos somos los protagonistas. Esta poesía nos puso —y nos pone— “en los dedos un sueño de esperanza” como nos recuerda para siempre Javier Egea. “Uno / no se quita de amar / ni de fumar / uno descansa…” escribe Álvaro Salvador. Y una lo sabe porque leer a estos poetas —que son mis poetas— ha significado, con permiso de Luis García Montero, “crear mi propio idioma”. Además, como es Navidad, le mando un beso enorme a Jaime Gil de Biedma, que me recordó ayer en la peluquería que “… parece que fue ayer y algo ha cambiado”.

Haciendo mías las palabras de Adorno, me confieso a fin de año, de otro año. No sé si es posible la poesía o la literatura con otra guerra, con tantas guerras, tanta desolación e impotencia. Pero, como Bartleby, no puedo evitarlas porque no he descubierto placer mayor, a pesar de que cada mediodía se me atragantan las lentejas. Al leer No callar, de Javier Cercas, Tusquets, 2023, me pregunté como él “cómo es el tiempo que nos ha tocado vivir”. Según Cercas, no es el tiempo de la guerra, porque en Europa la guerra no ha sido una excepción. Tampoco es el tiempo de las pandemias; ya las hubo y muy duras. De política, de democracia y de autocracias no voy a hablar. Me reafirmo, eso sí, en que no subestimemos el lenguaje “poético” de los estafadores. ¿Qué tiempo nos ha tocado vivir, entonces? “Me atrevo a hacer un vaticinio: nuestro tiempo es el tiempo de las mujeres”, escribe Cercas. Esta afirmación es un oasis en estos tiempos recios y en el brindis de Nochevieja cerraré los ojos y lo repetiré como un mantra. Este es el tiempo de las mujeres, que ya va siendo hora.

Termino con No callar, con Javier Cercas, citando a Hobsbawm: “La única sociedad en la que merece la pena vivir es aquella que no ha sido diseñada para los ricos, los inteligentes y los excepcionales —aunque esa sociedad deba reservar un espacio y un margen de acción para ellos—, sino para las personas que no son nada del otro mundo”. Las mujeres quizás no lo seamos, pero somos la mitad de este mundo. Y, además, leemos mucho.

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Sonia Asensio es profesora de Literatura.

Fuente de esta noticia: https://www.infolibre.es/cultura/los-diablos-azules/libros-debajo-arbol_1_1672675.html


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