Un nuevo estudio señaló que el ADN heredado de nuestros primos prehistóricos impactan en el reloj biológico y aumenta la tendencia a levantarse temprano.
Uno de los buenos hábitos de vida, para el mejor funcionamiento del cerebro y de todo el cuerpo humano es el buen descanso. Y para ello, dormir 7 u 8 horas diarias es tan fundamental como también acostarse y levantarse temprano, un hábito que nos viene de siglos atrás.
Es que el material genético heredado de los antepasados neandertales puede haber contribuido a la propensión de personas hoy en día a ser madrugadoras, revela un estudio publicado por científicos estadounidenses en la revista Genome Biology and Evolution.
Ese ADN heredado de nuestros ancestros de cejas abultadas puede contribuir a la tendencia de algunas personas a ser alondras (término que se utiliza para los individuos con cronotipos matutinos), descubrieron los investigadores, lo que las hace más cómodas al levantarse y acostarse más temprano que otras.
Si bien la mayoría de los genes que los humanos modernos obtuvieron a través del mestizaje antiguo han sido “borrados” por la evolución, una pequeña fracción permanece, muy probablemente porque ayudaron a los primeros humanos modernos a adaptarse al nuevo entorno cuando abandonaron África para trasladarse a Eurasia.
Todos los humanos anatómicamente modernos tienen su origen las especies que poblaron África hace unos 300.000 años, donde los factores ambientales moldearon muchas de sus características biológicas. Y hace unos 70 mil años, los antepasados de los humanos modernos de Eurasia empezaron a emigrar a ese continente, donde se encontraron con nuevos entornos, como latitudes más altas con mayor variación estacional de la luz diurna y la temperatura.
Cuando los humanos llegaron a Eurasia, se cruzaron con los homínidos arcaicos del continente, y esto creó la posibilidad de que los humanos adquirieran variantes genéticas ya adaptadas a estos nuevos entornos.
Así, olas de Homo sapiens emigraron de África a Eurasia hace unos 70.000 años. Al llegar, se encontraron con los neandertales, que ya se habían adaptado a la vida en el clima más frío y habían ocupado el territorio cientos de miles de años antes. Gracias al mestizaje entre los grupos, los humanos vivos hoy en día portan hasta un 4% del ADN neandertal, incluidos genes relacionados con la pigmentación de la piel, el cabello, la grasa y la inmunidad.
Los entornos euroasiáticos en los que vivieron los neandertales y los denisovanos durante varios cientos de miles de años están situados en latitudes más altas con horarios de luz diurna más variables que el paisaje en el que evolucionaron los humanos modernos antes de abandonar África.
“Al analizar los fragmentos de ADN neandertal que permanecen en los genomas humanos modernos, descubrimos una tendencia sorprendente. Muchos de ellos afectaron genes que gobiernan los relojes biológicos en los humanos modernos. Y en la mayoría de los casos fue aumentando la propensión a ser una persona mañanera”, explicó el doctor John Capra, epidemiólogo de la Universidad de California en San Francisco.
Capra y sus colegas analizaron el ADN de humanos modernos y neandertales y descubrieron que diferentes variantes genéticas estaban involucradas en los relojes biológicos o ritmos circadianos de los dos grupos. Dado que los antepasados de los humanos modernos se aparearon con los neandertales, era posible que algunos humanos vivos hoy portaran las variantes neandertales, razonaron.
Para comprobarlo, los investigadores recurrieron al Biobanco del Reino Unido, que contiene información genética, de salud y de estilo de vida de medio millón de personas, buscando si existían pruebas genéticas de diferencias en los relojes circadianos de los neandertales y los humanos modernos.
Los investigadores definieron un conjunto de 246 genes circadianos mediante una combinación de búsqueda bibliográfica y conocimiento experto.
Y encontraron cientos de variantes genéticas específicas de cada linaje con potencial para influir en los genes implicados en el reloj circadiano. No sólo muchas personas eran portadoras de las variantes, sino que los genes estaban constantemente relacionados con el despertar temprano. Pero ser una persona mañanera no requiere genes de neandertal. Cientos de genes diferentes afectan el momento en que las personas duermen y se despiertan, y también hay muchas influencias ambientales y culturales. En general, los genes neandertales tienen sólo un pequeño impacto.
Utilizando métodos de inteligencia artificial, destacaron 28 genes circadianos que contenían variantes con potencial para alterar el empalme en los humanos arcaicos y 16 genes circadianos probablemente regulados de forma divergente entre los humanos actuales y los homínidos arcaicos. Esto indicaba que probablemente existían diferencias funcionales entre los relojes circadianos de los homininos arcaicos y los humanos modernos.
Dado que los ancestros de los humanos modernos euroasiáticos y los neandertales se cruzaron, era posible que algunos humanos hubieran obtenido variantes circadianas de los neandertales.
Capra sospecha que muchos humanos modernos son portadores de genes neandertales porque ayudaron a sus antepasados a adaptarse a la vida en latitudes más altas.
“No creemos que ser una persona mañanera sea en realidad lo beneficioso. Más bien, creemos que es una señal de que tenemos un reloj más rápido que puede adaptarse mejor a las variaciones estacionales en los niveles de luz. En latitudes más altas, es beneficioso tener un reloj que sea más flexible y que pueda cambiar mejor para adaptarse a los niveles variables de luz estacional”, afirmó el especialista.
El profesor Mark Maslin, del University College London, que no participó en el estudio, dijo: “Ahora tenemos evidencia genética de que algunos de nosotros realmente somos madrugadores.
“Cuando los humanos evolucionaron en África tropical, la duración del día era en promedio de 12 horas. Ahora los cazadores recolectores pasan sólo el 30% de su tiempo despiertos recolectando comida, por lo que 12 horas es mucho tiempo. Pero cuanto más al norte se va, más cortos se vuelven los días en invierno, cuando la comida es particularmente escasa, por lo que tiene sentido que los neandertales y los humanos comiencen a recolectar alimentos tan pronto como haya luz para trabajar”, concluyó.
La propensión a ser mañanero podría haber sido evolutivamente beneficiosa para nuestros antepasados que vivían en latitudes más altas de Europa y, por tanto, habría sido una característica genética neandertal digna de preservarse.
“Nuestros próximos pasos incluyen aplicar estos análisis a poblaciones humanas modernas más diversas, explorar los efectos de las variantes neandertales que identificamos en el reloj circadiano en sistemas modelo y aplicar análisis similares a otros rasgos potencialmente adaptativos”, finalizó Capra.
infobae.com
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