Durante mucho tiempo fue uno de los grandes símbolos del Partido Popular. Tanto, que el todopoderoso José María Aznar llegó a pensar en él como su sucesor. Todo el mundo reivindicaba su figura. La de un hombre al que se vestía como artífice del llamado “milagro económico español”. La de un político que lo fue casi todo: vicepresidente del Gobierno, ministro de Economía y director gerente del Fondo Monetario Internacional. Pero hoy, Rodrigo Rato Figueroa solo es un exmilitante de la formación conservadora. Su caída a los infiernos comenzó con las tarjetas black y el caso Bankia. Y culminó una tarde de mediados de abril de 2015, cuando efectivos del Servicio de Vigilancia Aduanera se presentaron en su domicilio. De aquella jornada quedó una imagen para la posteridad: la del exvicepresidente siendo introducido en un coche tras su detención.
Ocho años después, este último procedimiento judicial aún lo persigue. Y Rato se tendrá que sentar desde este viernes en el banquillo de la Audiencia de Madrid acusado de delitos contra la Hacienda Pública, blanqueo de capitales y corrupción entre particulares. Bajo la lupa, la fortuna en el exterior que el exmandatario habría ocultado al fisco. Tras una compleja instrucción prolongada durante más de un lustro, con más de 70.000 documentos acumulados, la vista oral será larga. Primero se celebrarán cuatro sesiones de cuestiones previas. Y la segunda semana de enero arrancarán las testificales, que se prolongarán hasta mediados de febrero, cuando empezará la prueba pericial. Abril será el mes de los interrogatorios a los acusados. Y mayo pondrá la guinda final al proceso.
El llamado caso Rato es una historia de supuestas comisiones, millones ocultos en el extranjero, una maraña societaria y cuentas en paraísos fiscales. Ese es, al menos, el dibujo que trazan tanto el instructor de la causa como la Fiscalía Anticorrupción, que pidió para el exvicepresidente del Gobierno de José María Aznar decenas de años de prisión. “Ha mantenido desde 1999 un patrimonio oculto a la Hacienda española a través de diversas sociedades”, señalaba el Ministerio Público en su escrito de acusación, en el que también ponía de manifiesto “incrementos patrimoniales no justificados” de 15,63 millones de euros entre 2005 y 2015 y “rendimientos de capital mobiliario en el exterior” que tampoco habrían sido declarados al fisco.
La causa se centra, por un lado, en varios contratos de publicidad que Bankia firmó con las empresas Publicis Comunicación España y Zenith Media durante los ejercicios fiscales de 2011 y 2012, con Rodrigo Rato presidiendo la entidad financiera. Con el “fin de conseguir” esos trabajos, según plasmó el instructor en su auto de procesamiento, ambas mercantiles habrían abonado una “comisión” de 2,02 millones de euros a la sociedad Albisa Inversiones y Asesoramiento. “Y esta, a su vez, en virtud de un contrato del 3 de junio de 2011, transfirió a la sociedad Kradonara 2001 SL, controlada por Rodrigo Rato, la cantidad de 835.024,64 euros”, completaba aquel escrito de transformación de diligencias previas en procedimiento abreviado.
Esas “comisiones”, según detalló la Fiscalía Anticorrupción en su escrito de acusación, fueron posteriormente “transferidas” por el exvicepresidente del Gobierno a las cuentas de otras dos sociedades. Una de ellas era la germana Bagerpleta Gmbh, “participada”, según el instructor de la causa, por Rato y dedicada a la explotación de un hotel en Alemania, en concreto en la capital, Berlín. La otra, la española Arada, mercantil también vinculada al exdirigente político. De esta manera, y siempre según el relato que realiza el Ministerio Público, el que fuera mandamás del Fondo Monetario Internacional habría logrado “difuminar el origen del dinero”.
En su auto de procesamiento, el magistrado Antonio Serrano Arnal también dibujaba al detalle la estructura societaria de la que se habría valido Rato para introducir en España desde el extranjero algo más de 7,8 millones. Un “canal” con el que consiguió “alejar los fondos de su origen, con el objeto de ocultar su persona”. En la causa afloran nombres como los de las panameñas Red Rose Finantial Enterprise y Westcastle Corporation, firmas, según el instructor, “tituladas por testaferros”. O los de la irlandesa Red Rose Investment o la británica Vivaway Limited. Entidades con las que Rato, según Anticorrupción, habría realizado “continuas actividades de inversión financiera” mediante “cuentas bancarias abiertas en Bahamas, Suiza, Luxemburgo, Reino Unido o Mónaco”.
La documentación obtenida en los diferentes registros llevados a cabo aquella tarde de abril de 2015 también ha permitido conocer, tal y como describió el Ministerio Público en su escrito de acusación, que el exvicepresidente del Gobierno, entre otras cosas, habría “titulado” cuentas desconocidas para el fisco en Estados Unidos o Suiza. U “operado” a través de cuentas “en territorios de baja tributación”, como la Isla de Man, Kuwait o Curaçao. O que se habría servido de “estructuras financieras” para realizar “movimientos transfronterizos de dinero encubiertos” a través de trust y sociedades opacas. “Todas las cantidades ocultas a Hacienda habrían sido, además, objeto de mecánicas de blanqueo”, defienden los fiscales, que describen en su escrito hasta ocho mecanismos distintos.
Además de la corrupción y el blanqueo, el Ministerio Público acusa a Rato de hasta once delitos fiscales, con una cantidad defraudada total de 8,58 millones de euros. En este sentido, el juez instructor pone el foco en su auto de procesamiento en las “maniobras de ocultación” y “societarias” para retornar parte de su patrimonio exterior “de manera oculta”. Pero también en la “percepción” a través de “sociedades meramente instrumentales” de servicios profesionales que Rato prestaba, a fin de, por una parte, “minorar la cuota resultante” a favor del fisco “por el menor tipo de tributación del Impuesto de Sociedades” frente al Impuesto sobre la Renta de las Personas Físicas (IRPF).
“Haciéndolo, además, a través de sociedades bajo su control con bases imponibles negativas en cuanto al Impuesto de Sociedades, lo que determinó la ausencia de las percepciones derivadas de dichos impuestos por parte de la Hacienda Pública”, remataba el magistrado Serrano en este sentido.
El llamado artífice del “milagro económico español”, uno de los muchos españoles que se acogieron a la famosa amnistía fiscal del Gobierno de Mariano Rajoy, ha disparado sin piedad desde su detención contra varios miembros de aquel Ejecutivo conservador, a los que acusa de estar detrás de una suerte de maniobra para hundirle. “A mí me tira quien me tira. Vigilancia Aduanera depende del Ministerio de Hacienda y el Sepblac (Servicio de Prevención del Blanqueo de Capitales), del ministro de Economía”, deslizaba en una entrevista reciente con el diario El País. En el momento en el que fue arrestado, al frente de Hacienda se encontraba Cristóbal Montoro. Y Luis de Guindos, de la cartera de Economía.
En su libro Hasta aquí hemos llegado, el exdirigente carga con dureza contra la Fiscalía y el juez: “Acabaría acusándome de delitos por hechos por los que a los demás les hacen una simple inspección. Aprendí que la justicia en España no es que sea ciega, es que es distinta según quién seas”. Su defensa argumenta que los hechos objeto de la acusación “no se ajustan a la realidad” y que en el momento en el que se presentó la denuncia contra su cliente “la totalidad de su patrimonio” había sido puesto en conocimiento de la Agencia Tributaria, por lo que no existió “opacidad ni ocultación”. Además de Rato, se sentarán en el banquillo otra quincena de personas físicas y jurídicas, entre ellas su ex cuñado, un asesor fiscal y quien fuera secretaria personal del exvicepresidente.
Con esta ya son tres las veces que el ex director gerente del Fondo Monetario Internacional se ha enfrentado a un juicio. Primero lo hizo por las tarjetas black de Caja Madrid, un caso por el que fue condenado a cuatro años y medio de prisión. “Acepto mis obligaciones con la sociedad y asumo los errores que haya cometido. Pido perdón a la sociedad y a aquellas personas que se hayan podido sentir decepcionadas”, dijo Rato justo antes de entrar a cumplir condena en la madrileña cárcel de Soto del Real. Luego, lo hizo por el fiasco de la salida a Bolsa de Bankia, un asunto por el que finalmente fue absuelto. Ahora, una década después de su caída en desgracia, hace frente a su último infierno. El de su fortuna en el extranjero.
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