Es difícil establecer contactos. La primera vez que lo intentamos con médicos de Gaza, los mensajes simplemente no les llegaban porque la conexión a Internet no funcionaba y los médicos estaban demasiado ocupados intentando salvar vidas como para coger el teléfono. Eran las 9 de la noche del martes 31 de octubre cuando por fin se oyó una voz al otro lado de la línea. Salim Saker está afónico, agotado por el ritmo frenético que tiene que mantener día y noche en el hospital Nasser de Jan Yunès, en el sur de la Franja de Gaza.
“Aquí ya es tarde”, dice el hombre, que se preparaba ya para acostarse. Por fin dedica un tiempo para contarnos el infierno que está viviendo para salvar el mayor número posible de vidas. En cualquier caso, “aquí no se puede descansar”. El hospital está muy por encima de su capacidad. Sus equipos están desbordados. “La mayoría de los muertos y heridos son mujeres y niños. Son todos civiles. No veo a ningún militar”.
Saker es jefe de cirugía del hospital y describe el contexto como de “víctimas masivas”, en el que ve a “mucha gente con fracturas causadas por los bombardeos, hemorragias internas en la cabeza, el pecho o el estómago, columnas vertebrales rotas o parálisis parciales”.
Los pacientes están por el suelo, no se sabe ni cuántos hay. Las amputaciones son habituales, incluso en niños y mujeres embarazadas. Las mujeres pierden a los bebés “en su vientre” como consecuencia de los bombardeos. Hace poco, una mujer embarazada de nueve meses recibió un impacto en la cabeza y murió poco después de dar a luz.
Salim Saker consiguió salvar al bebé: son estas pequeñas victorias a las que se aferra, en un contexto donde la violencia y la muerte están omnipresentes. Ante la clamorosa falta de recursos, siente que han vuelto a la Edad de Piedra. Falta prácticamente de todo: médicos, enfermeras, material médico, medicinas, anestésicos, electricidad, etc.
Ante el creciente número de heridos, no todo el mundo puede someterse a un TAC para detectar posibles hemorragias internas. Algunos pacientes esperan demasiado para ser operados y mueren por falta de atención. Otros esperan cuatro o cinco días para ingresar en el quirófano, para al final quedar apartados por las urgencias vitales. “Alguien con una mano o una pierna fracturada nunca llega a ser operado.”
Los hospitales de Gaza han empezado recientemente a aplicar el triaje de pacientes, dando prioridad a unos sobre otros, en función de sus posibilidades de supervivencia o de su edad. “Damos prioridad a los jóvenes antes que a los ancianos”, explica Salim Saker. “Tenemos que elegir entre los enfermos y heridos para poder salvar al mayor número posible de personas”, añade el Dr. Muhammad Abu Silmeyeh, director del complejo médico Al-Shifa, en el norte de la Franja de Gaza.
En este centro con capacidad de 500 camas hay al menos 5.000 heridos, algunos de ellos graves, así como refugiados que han venido a buscar refugio, convencidos de que los hospitales no están amenazados. Todos están desperdigados por el lugar. “Hay enfermos y heridos tendidos en los pasillos sobre una simple sábana o una manta”, describe con su voz afónica. El hospital Al-Shifa, el más grande de Gaza, se encuentra en un estado alarmante.
Este médico ha perdido ya la cuenta del número de niños y mujeres operados en condiciones muy precarias, “sin ninguna garantía de higiene”. Para salvar vidas, la electricidad se ha convertido en el nervio de la guerra: “Tenemos grandes problemas con la electricidad, que se corta constantemente. De momento, funcionamos con generadores, pero eso sólo puede durar 24 horas”, nos ha dicho cuando conseguimos contactar con él el 1 de noviembre.
Sin electricidad ni generadores podrían perder la vida en los próximos días 60 personas de cuidados intensivos, 50 niños con respiración artificial y 500 personas en diálisis. Según la Organización Mundial de la Salud (OMS), 14 de los 36 hospitales de Gaza no funcionan actualmente.
“A menudo nos quedamos sin electricidad y luz mientras estamos operando”, añade el doctor Saker, del hospital Nasr. Se están acabando las existencias de combustible para hacer funcionar los generadores. Desde hace tres días, la red de telecomunicaciones de Gaza también está gravemente perturbada, lo que hace casi imposible la comunicación entre los equipos médicos.
Y es que para salvar vidas “necesitamos coordinación”, subraya el médico, refiriéndose a las repercusiones en el transporte de heridos desde el lugar del bombardeo hasta el hospital. “Sin comunicación posible, las ambulancias se orientan por el impacto de los ataques aéreos, lo que retrasa el tratamiento a las personas y provoca un empeoramiento de los efectos, a veces irreversible.”
Aunque los médicos de la Franja de Gaza están “acostumbrados a la guerra y a la muerte”, Salim Saker afirma que esta vez se enfrentan a algo que ningún otro médico ha experimentado jamás. “Mientras tratan a la gente, pueden ver llegar al hospital a su hijo o a su padre, herido o muerto. Y a pesar de ello, siguen haciendo su trabajo porque son responsables y humanistas.”
A veces, los médicos afectados se escapan el tiempo suficiente para enterrar a sus muertos, y luego vuelven para seguir tratando a los pacientes del hospital. El segundo día del conflicto, fue atacada por Israel una ambulancia mientras se encontraba en el patio del hospital, explica, y añade que “trabaja con miedo”. “Esta es la realidad de Gaza. Lo que ocurre en Gaza nunca se verá en otro lugar”.
El jefe de cirugía del hospital Nasser de Jan Yunés dice que los conductores de ambulancias a veces ven sus casas destruidas durante el trayecto para recoger a civiles heridos, o tienen que transportar en su propia ambulancia a sus familiares, que se encuentran entre los heridos o muertos.
“Ver a sus seres queridos en este estado, psicológicamente es muy difícil para los médicos”, añade el Dr. Muhammad Abu Silmeyeh. El personal de enfermería también está agotado, obligado a trabajar las veinticuatro horas del día sin parar durante varios días seguidos.
“Ya hemos perdido 150 enfermeras en este conflicto”, recuerda. “Ya no lo soportamos, no podemos más, necesitamos ayuda.” “Estamos al límite, la situación es catastrófica”, afirma Salim Saker, que ahora cuenta con 32 médicos en el servicio de urgencias, algunos de los cuales han venido de otros hospitales para echar una mano.
Al final de nuestra conversación del martes por la noche, hizo un llamamiento a la comunidad internacional para que reaccione y recordó que lo único que quieren los palestinos es “vivir”. “Queremos paz, queremos estabilidad, queremos nuestros derechos más básicos. ¿Dónde ha ido a parar la humanidad en este mundo? ¿Dónde está Francia, la madre del humanismo? ¿Dónde está Macron?
En su opinión, el mundo se ha “burlado” de Palestina, negándose a “darle un país”. “No contamos. Mis hijos ni comen, ni beben, ni aprenden como los demás. No hay futuro para ellos”, se lamenta este hombre en la cincuentena.
El Dr. Abu Silmeyeh, por su parte, pide un alto el fuego inmediato, la evacuación de los heridos graves y una importante ayuda humanitaria. “Necesitamos electricidad para tratar a la gente. Necesitamos más médicos. Y necesitamos medicinas, agua y alimentos”.
Traducción de Miguel López
Fuente de esta noticia: https://www.infolibre.es/mediapart/limite-situacion-catastrofica-sos-personal-sanitario-gaza_1_1631761.html
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