La vorágine con la que se transmite el avance israelí en la Franja de Gaza y la sucesión continua de declaraciones políticas, viajes de funcionarios a Medio Oriente, análisis de expertos y negociaciones diplomáticas, muestran el minuto a minuto de un orden internacional en pleno proceso de derrumbe.
Por primera vez desde que las redes sociales y las nuevas tecnologías impusieron este ritmo frenético en el ámbito político y de la comunicación, un socio prioritario de Estados Unidos y Europa, en el que rige la democracia, está decidido a pisotear el orden legal internacional a la vez que sienta un precedente crítico para las próximas décadas.
Durante las invasiones de Estados Unidos a Irak y Afganistán la información no viajaba a la velocidad que lo hace hoy, mientras que la guerra de Ucrania no cuenta, porque para Occidente Rusia siempre fue y será un engendro político que no puede llamarse democracia.
Hasta esta semana, la diplomacia occidental no sabía bien cómo reaccionar (o prefería llamarse al silencio), y muy pocas voces se animaron a cuestionar la ofensiva militar de Israel tras haber sufrido el atroz ataque terrorista de Hamas el pasado 7 de octubre.
La ministra de Derechos Sociales del gobierno español, Ione Belarra, era una de las pocas voces que había agitado el avispero al pedir la ruptura de las relaciones con Tel Aviv. Mientras, en los pasillos del parlamento europeo en Bruselas, unos pocos diplomáticos en condición de anonimato advertían las contradicciones de su postura por no denunciar que Israel violaba el orden legal internacional en su ofensiva militar.
“Lo que dijimos sobre Ucrania debe aplicar también para Gaza. De otra forma, perdemos toda credibilidad. ¿Por qué los brasileños, sudafricanos o indonesios deberían creer lo que decimos sobre los derechos humanos?”, se preguntaba un diplomático del G7 según informaba el Financial Times.
Solo en los últimos días -y ante unas atrocidades imposibles de digerir- algunos gobiernos occidentales e instituciones globales han empezado a exigir un alto el fuego o un apego a las leyes internacionales por parte de Israel. El hecho más destacado en esta línea fue la votación de este viernes en Naciones Unidas (ONU). La mayoría de los países votó a favor de un cese inmediato del fuego con el objetivo de “proteger a los civiles y respetar las obligaciones legales y humanitarias”.
El representante de Israel en la ONU dijo que se trataba de una “infamia”, y se preguntó: “¿Por qué defienden a terroristas asesinos de niños?”. Una gran pregunta que puede leerse en sentido inverso: desde el 8 de octubre las autoridades palestinas estiman la muerte de más de 2,500 niños a causa de los bombardeos israelíes en Gaza.
Unos días antes, el Secretario General de la ONU, Antonio Guterres, se había despachado con un discurso tan crítico con Tel Aviv, que sorprendió a propios y extraños. Primero, como era debido y esperable, condenó sin matices los ataques contra civiles de Hamás, pero acto seguido denunció las “violaciones al derecho internacional” cometidas por Israel en Gaza, y dijo que la ofensiva de Hamás no había salido “de la nada”, sino de una “ocupación sofocante desde hace 56 años”.
En la misma semana, la alcaldesa de Barcelona, Ada Colau, instó al gobierno español a romper relaciones con Tel Aviv, y denunció que las fuerzas armadas israelíes estaban cometiendo “crímenes contra la humanidad” y una “violación masiva de los derechos humanos”. En ese marco, el presidente Pedro Sánchez propuso un “alto el fuego urgente” y llamó a la comunidad internacional a celebrar una cumbre para abordar de una vez la promesa de los dos Estados.
En Reino Unido, donde el gobierno inglés había criticado el discurso de Guterres, y respaldado las acciones militares de Israel, fue el alcalde de Londres, Sadik Khan, el encargado de llamar la atención sobre lo que sucede en Gaza. Después de señalar la horrorosa muerte de mujeres y niños en la Franja, afirmó este viernes que “ninguna nación, incluida Israel, tiene derecho a romper el orden internacional”.
En ese contexto, y mientras Occidente asistía en directo a la eclosión de sus manuales del buen comportamiento militar, Medio Oriente aprovechaba para capitalizar a su favor la ofensiva del gobierno israelí. Nueve países árabes (Jordania, Emiratos Árabes Unidos, Bahréin, Arabia Saudí, Omán, Qatar, Kuwait, Egipto y Marruecos) emitieron un comunicado conjunto en el que describieron la operación militar de Israel como un “castigo colectivo” y aseguraron que el derecho a la legítima defensa debía contar con “líneas rojas”.
Recep Tayyip Erdogan, presidente turco y uno de los hombres fuertes de la región, fue más allá que sus vecinos, y afirmó que Hamás no era un grupo terrorista sino “un grupo de liberación”. Dos señales de que, a partir de este nuevo conflicto militar, cada país -según sus propias posibilidades- encontrará su propia narrativa sobre qué está permitido hacer y qué no durante una guerra.
Con la incursión terrestre de las fuerzas militares israelíes ya lanzada en las últimas cuarenta y ocho horas, es probable que más voces se sumen a las exigencias de que Israel detenga el ataque y cumpla con el derecho internacional (este viernes, el diario El País de España dedicó su editorial al tema). El problema es que esas exigencias y llamamientos sigan produciéndose lenta y diplomáticamente al mismo tiempo que la Franja de Gaza se reduce a escombros y las muertes de civiles inocentes se multiplican cada día.
AF
Fuente de esta noticia: https://www.eldiarioar.com/mundo/avance-israeli-franja-gaza-primera-ruptura-orden-internacional-transmitida-minuto-minuto_129_10638752.html
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