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Mar. Nov 5th, 2024
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“Han sido 130 años de intrusión en nuestra naturaleza y de abusos contra nosotros, los sami, en esta zona”, denuncia Karin Kvarfordt Niia.

El suelo se está hundiendo lentamente alrededor de Kiruna, en el norte de Suecia, donde funciona desde finales del siglo XIX la mayor mina de hierro de Europa. El exceso de excavación ha hecho que Kiruna ceda bajo la presión de sus riquezas minerales. Se teme que la ciudad, de unos 20.000 habitantes, se hunda literalmente bajo tierra. Para evitarlo, las autoridades están trasladando todo el centro de la ciudad a nuevos terrenos, una megaoperación pagada por la empresa minera estatal LKAB.

Kiruna se construyó en tierra indígena sami. Ahora la empresa minera, junto con el Gobierno sueco, ha anunciado planes para construir otro pozo y acceder a un enorme hallazgo de tierras raras y más mineral de hierro. El Ejecutivo ve prosperidad y desarrollo. Para muchos miembros de la comunidad sami, estos planes significan una mayor erosión de su modo de vida. “Han secado lagos donde solíamos pescar. Nos han quitado las zonas donde pastaban nuestros renos desde siempre. Hemos tenido que abandonar nuestras aldeas“, explica Niia, portavoz local de los sami.

Lo que el carbón fue en el siglo XIX y el petróleo en el XX, lo son las tierras raras y otras materias primas en el XXI. Metales como el litio, el cobalto y el níquel se están convirtiendo de repente en cruciales. Estas materias primas son esenciales para la transición ecológica y para sectores estratégicos como la defensa y el aeroespacial. También son componentes cruciales para teléfonos inteligentes, televisores y ordenadores portátiles. Sin un suministro suficiente de estos metales, la prevista “neutralidad climática” seguirá siendo una quimera, porque se pretende lograr mediante un cambio puramente tecnológico a la energía eólica y solar o a los vehículos eléctricos. Para ello se necesitan grandes cantidades de estos metales, muy por encima del suministro actual.

Este artículo forma parte de una amplia investigación sobre las materias primas críticas –por qué son claves para la transición ecológica, quiénes son los dueños de las nuevas minas, qué empresas reciben dinero de la UE– realizada durante los últimos meses por Investigate Europe y que infoLibre publica en exclusiva en España [puedes consultar aquí todas las informaciones que vayamos publicando].

La UE es un gran consumidor de tierras raras y otras materias primas minerales críticas, pero depende de otros países para obtenerlas. Diez países dominan la extracción de materias primas críticas, sobre todo China, Rusia, Chile y la República Democrática del Congo. Aunque la UE prohibió el petróleo y el carbón rusos tras la invasión de Ucrania, las importaciones de materias primas críticas persisten. Como desveló Investigate Europe, la UE compró a Rusia materias primas críticas por valor de 13.700 millones de euros desde la invasión de Ucrania hasta julio de 2023.

Pero es la dependencia de China la que más brilla. Europa depende de este único proveedor para más del 90% de los elementos de tierras raras, galio y magnesio. Y el gigante asiático controla más de la mitad de la capacidad mundial de procesamiento de litio, cobalto y manganeso. “Nuestra principal preocupación son las dependencias excesivas, es decir, la dependencia de una única fuente de suministro”, indica a Investigate Europe Thierry Breton, comisario europeo de Mercado Interior. “Cuando tenemos esas dependencias y Rusia está en guerra, o China prohíbe las exportaciones, o hay un terremoto en Chile, podemos tener un problema”.

Europa quiere ahora abastecerse internamente, más libre de la influencia china. Por primera vez en décadas, se están multiplicando los nuevos proyectos mineros en todo el continente. Un Reglamento europeo sobre las materias primas críticas está a punto de ser aprobado y la “minería verde” se ha convertido en un concepto de moda en Bruselas.

En enero, la empresa estatal sueca LKAB anunció que había encontrado un gran yacimiento de tierras raras en la ciudad lapona de Kiruna. El hallazgo coincidió con la presidencia sueca del Consejo de la UE. Durante una visita a la ciudad, la ministra de Energía, Ebba Busch, calificó el descubrimiento como clave para la transición ecológica, no sólo de Suecia sino de Europa.

En la actualidad, la mayoría de las materias primas críticas sólo se extraen en pequeñas cantidades en Europa, mientras que el procesamiento y el refinado del mineral han desaparecido casi por completo. Europa importa el 100% de una serie de metales importantes. “Si encontramos o compramos tierras raras en la UE, las enviamos a China“, afirma Stephane Bourg, del Servicio Geológico francés. “En la UE no hay ninguna planta que transforme un óxido de tierras raras en un imán. Si vierto 10.000 toneladas de neodimio en tu jardín, no sabrás qué hacer con ellas”.

El neodimio es un metal de tierras raras que no sólo es altamente magnético, sino que sigue siéndolo a altas temperaturas. Otras tres tierras raras (terbio, disprosio y holmio) lo hacen aún mejor. Estos materiales tienen dos cosas en común: 1) son necesarios tanto para las armas modernas como para los coches eléctricos, y 2) China controla el mercado. “Dependemos al 100% de China”, confesó recientemente Thomas Schmall, directivo de Volkswagen, al Wall Street Journal.

El Reglamento de Materias Primas Críticas, también llamadas “fundamentales”, que podría convertirse en una de las leyes de la UE aprobadas más rápidamente en la historia comunitaria, pretende invertir esta dependencia. La Comisión presentó su propuesta el 16 de marzo y podría entrar en vigor a principios de 2024. Según los planes, que apoyan la mayoría de los Estados miembros, no hay objetivos estatales obligatorios. Sin embargo, la Comisión Europea quiere para 2030:

En 2011, la Comisión Europea elaboró una primera lista de materias primas críticas, que estaba formada por 14 materias o grupos de materias. La lista de este año incluye 34, señal de su creciente importancia económica, estratégica y climática para el continente. “Tenemos que demostrar que el Pacto Verde Europeo no se fabrica en China“, destaca Rolf Kuby, director general del lobby minero Euromines.

En una reunión celebrada en Bruselas el pasado mes de junio, los Estados miembros realizaron sus propuestas de inclusión en la lista de materias primas críticas de 2023. De las 34 totales, 16 han sido calificadas además como “estratégicas”, lo que significa que los proyectos relacionados con ellas deberán ser priorizados a la hora de acceder a financiación pública. La lista de materias primas críticas se basa en un análisis del Centro Común de Investigación de la UE. Pero no se trata sólo de un debate científico. “Es una decisión política sobre dónde trazar la línea“, explica una fuente que trabajó en los planes sobre materias primas críticas y que pidió no ser identificada.

El níquel y el cobre no alcanzaron el umbral para ser declarados críticos, pero se incluyeron tras la presión política. La bauxita, roca de la que se extrae el aluminio, también se añadió tras las presiones de los Estados miembros. Polonia, por su parte, gran productor de carbón, consiguió añadir el carbón de coque a una lista que, según los funcionarios, es esencial para la transición ecológica.

La industria ha ejercido una “enorme influencia” en la elaboración del Reglamento, según la ONG ecologista Amigos de la Tierra. Las empresas mineras, las empresas de metales y minerales asociadas y sus grupos de presión han gastado más de 21 millones de euros al año en actividades de lobby y han celebrado casi mil reuniones con responsables de la UE desde 2014, según los datos a los que ha tenido acceso Investigate Europe.

La propuesta de Reglamento, que se debate actualmente en Bruselas, sigue la lista de deseos de la industria: tramitación más rápida de los permisos, autorregulación y autorización de proyectos “estratégicos” perjudiciales para el medio ambiente si son de “interés público superior”. “El Reglamento en su forma actual es un claro ejemplo de captura corporativa“, concluye Amigos de la Tierra.

Henrike Hahn, eurodiputada alemana de Los Verdes, confirma el gran interés de la patronal minera. “La industria espera esta ley lo antes posible“, afirma. “Pero también los políticos ejercen mucha presión porque quieren presentar algunos éxitos”, añade.

La lucha de los sami en Suecia se hace eco de la resistencia a la minería que aflora en toda Europa. Que Europa dependa menos de China implica más industria en suelo europeo. En Kassandra, al norte de Grecia, ElDorado Gold ha vallado toda una montaña, donde planea abrir una mina de cobre subterránea y otra a cielo abierto. La empresa, filial de la canadiense Hellenic Gold, ha infringido repetidamente la normativa medioambiental. Los activistas locales temen la posible rotura de la balsa de residuos, debido a fenómenos meteorológicos extremos, y posibles daños a la calidad del agua para los residentes. “Hemos puesto en marcha un amplio sistema de vigilancia para asegurarnos de que nuestras operaciones no afectan a la calidad del agua”, asegura a Investigate Europe Emmy Gazea, responsable de medio ambiente de la empresa.

Dos proyectos de extracción de litio en la región nororiental de Trás os Montes (Portugal) han suscitado un gran debate sobre la minería en una naturaleza virgen. La región ha sido reconocida recientemente por la ONU como “sistema de patrimonio agrícola de importancia mundial“. Es una de las ocho zonas de este tipo en Europa, y la única en Portugal. El Gobierno luso afirma que sólo se verá afectada una parte “muy limitada” de este territorio, pero Carla Gomes no está convencida. Nacida en un pequeño pueblo cercano a uno de los yacimientos mineros, ahora organiza un movimiento contra las minas que ha atraído a manifestantes de varios países. “Hay cosas que no tienen precio”, destaca. “Hay cosas que no son renovables, nunca vuelven. Una vez que esa región, esas montañas, se convirtieran en minas, nunca volverían a ser montañas y nada volvería a ser lo mismo”.

Sin embargo, sin esos minerales metálicos –componentes esenciales para la electrónica– no serían posibles las comodidades modernas de la vida cotidiana. “La gente es hipócrita“, grita Peter Tzeferis, alto funcionario del Ministerio de Medio Ambiente y Energía de Grecia, mientras agita el teléfono de un colega. “Quieren un teléfono, ¡y barato! Pero se niegan a plantearse qué minerales se necesitan y de dónde proceden. Llevo décadas repitiendo esto, ahora ya me he rendido. Creo que la gente no quiere saberlo”.

Lo cierto es que intentar reducir la demanda de minerales y evitar así nuevas explotaciones mineras no es una de las prioridades de la UE. En la evaluación de impacto de 200 páginas de la Comisión Europea publicada junto a la propuesta de Reglamento, esta cuestión básica se despacha con un recuadro en el último anexo. En su lugar, prevalecen los intereses de la industria. Y la magnitud de la demanda es asombrosa: en los próximos 30 años, la humanidad tendrá que extraer más que en los últimos 70.000 años. “Nosotros, ocho mil millones, utilizaremos más metal que los 108.000 millones de personas que vivieron antes“, escribió el periodista francés Guillaume Pitrón en su libro The Rare Metal Wars.

Un estudio muy citado calcula que en 2050 utilizaremos 21 veces más litio, cuatro veces más cobalto (una materia prima importante para las baterías) y cuatro veces más disprosio (un elemento de tierras raras utilizado en los imanes de los motores eléctricos). El estudio ha sido financiado por el lobby de los metales Eurometaux. Liesbet Gregoir, autora del estudio, asegura que basó sus cálculos en datos de la Agencia Internacional de la Energía (AIE). “El mundo necesita invertir en nueva minería. A corto plazo, si queremos construir esos vehículos eléctricos o esos molinos de viento, no hay chatarra que reciclar. Así que necesitamos extraer ese material”, afirma Gregoir. El estudio predice que el sector del transporte impulsará el 60% del aumento de la demanda, en parte porque la UE prohibirá la venta de coches nuevos de gasolina y diésel a partir de 2035.

Un informe de 2021 de la AIE predijo que la demanda total de minerales se multiplicará entre dos y cuatro veces entre 2020 y 2040, y la de materiales relacionados con las baterías, como el litio, hasta 42 veces.

Las proyecciones de la AIE y otros estudios, como los de la UE y el Banco Mundial, “parten de muchos supuestos erróneos sobre las necesidades futuras de materias primas”, critica Diego Marín, de la Oficina Europea de Medio Ambiente. En su opinión, esos estudios no distinguen entre lo que se necesita y lo que es un derroche de consumo. “Estas proyecciones también se basan en gran medida en el crecimiento del uso del vehículo privado y crean una profecía autocumplida dependiente del automóvil, que apoya la narrativa de la industria automovilística”.

A la vista de las diferentes proyecciones no es de extrañar que ni siquiera la patronal europea Euromines pudiera dar una cifra, cuando Investigate Europe preguntó cuánto dinero y cuántas minas nuevas se necesitarían. “Es imposible dar una cifra“, respondió Rolf Kuby, argumentando que hay muchos factores, desde el desarrollo tecnológico hasta los precios de la energía y los procesos industriales, que son imposibles de modelizar.

En la UE están abiertas actualmente unas 100 minas metálicas, de las que entre 40 y 50 extraen materias primas críticas, según la AIE. Kuby, de Euromines, quiere que esas cifras se doblen en la próxima década. De momento ya existen planes para abrir minas de materias primas críticas al menos en España, Finlandia, Francia, Grecia, Noruega, Portugal y Suecia. La mayoría de los Estados de la UE tienen yacimientos potenciales, asegura Euromines.

La verdadera magnitud de los recursos minerales europeos se desconoce con precisión porque en los últimos 40 años se han hecho pocos estudios geológicos, en parte porque Europa abandonó los sectores extractivos dentro de sus fronteras. “China explora constantemente nuevos yacimientos, a diferencia de nosotros en Europa, que hemos dejado de hacer prospecciones mineras sistemáticas”, indica Alecos Demetriades, experto en prospecciones ya jubilado del Servicio Geológico Helénico de Atenas.

Pero la exploración es sólo el primer paso. La puesta en marcha de una mina es un proceso largo, y los permisos tardan muchos años en conseguirse. No es casualidad que muchos presionen para que el nuevo Reglamento acorte considerablemente este proceso. Los defensores sostienen que esto no sería irresponsable y no supondría una mayor amenaza para el medio ambiente, mientras que los críticos sostienen que sí.

En cualquier caso, pocos bancos asumirían el riesgo de prestar dinero para la minería. Aunque la inversión depende lógicamente de la dimensión y el tipo de yacimiento, el coste de una mina puede ascender en algunos casos hasta los mil millones de euros, según Euromines. “Ninguna estrategia cobrará vida sin inversiones“, admite Margrethe Vestager, comisaria de Competencia de la UE. Al mismo tiempo, advierte que “el dinero no debe venir a través de la Comisión, que es una enorme burocracia, no un banco”.

La Comisión no destinó un fondo de dinero público junto al Reglamento, aunque hubo intentos de hacerlo. El Gobierno de Estados Unidos, en cambio, aporta varios cientos de miles de millones de dólares para apoyar la transición ecológica en ese país. Estas subvenciones también tientan a las empresas europeas a elegir Estados Unidos en lugar de Europa, sobre todo en el sector de las baterías.

La Comisión sugirió a los Estados miembros que utilizaran los presupuestos existentes para pagar sus nuevas iniciativas mineras. Alemania ya ha reservado 1.000 millones de euros, y Suecia y Francia también prevén destinar dinero para las minas. Pero es probable que las naciones menos ricas se queden atrás. “No podemos depender de las ayudas estatales para desarrollar Europa, porque de lo contrario Europa no se desarrollará a dos velocidades, sino a muchas velocidades diferentes”, advierte Vestager.

Aunque la Comisión apoya la creación de nuevas minas, no hay financiación específica de la UE, ni tampoco del Banco Europeo de Inversiones. Parece haber dos formas de impulsar la minería europea: mediante ayudas estatales para desarrollar una industria minera europea, o apoyando la expansión de las empresas mineras existentes. Pero sólo son europeas el 8% de las 200 mayores empresas mineras por capitalización.

Aunque hubiera un pozo sin fondo de dinero para proyectos, los problemas de la UE no acabarían. Por un lado, la minería es un proceso largo, y para cuando empiecen a extraerse las materias primas, nuevas tecnologías podrían desplazar a las antiguas. Por otro, las materias primas se necesitan ahora para la transición ecológica y para las industrias de defensa y aeroespacial.

A las autoridades chinas no les importan los resultados trimestrales de sus compañías. Piensan a largo plazo. Ya en 1987, cuando Estados Unidos aún dominaba la minería y estos metales tenían mucha menos importancia a nivel mundial, el entonces gobernante Deng Xiaoping proclamó: “Oriente Medio tiene petróleo, China tiene tierras raras“. Esta célebre frase se pronunció en Baotau, donde actualmente se extrae más de la mitad de las tierras raras del mundo. Hace unos años la proporción era mayor.

La misión permanente de China ante la UE en Bruselas no ha querido responder a las preguntas de Investigate Europe para este reportaje.

China controla los materiales en el ámbito del refinado y metálico. Les da igual quién extraiga el material“, explica James Kennedy, propietario de una mina estadounidense que asesora al Gobierno de su país sobre la cuestión de las tierras raras. “De hecho, prefieren que otros extraigan las materias primas, contaminen sus países y disminuyan sus recursos. Ellos se centran en el refinado y hacen que el refinado sea tan barato que nadie más pueda competir“.

Las industrias mineras, de refinado y metalúrgicas de China, subvencionadas por el Estado, no se rigen por el principio del beneficio de sus accionistas, sino por el beneficio geopolítico. Si controla las materias primas, China puede controlar una serie de industrias estratégicas y, por tanto, a sus competidores. En opinión de la UE, China se ha convertido en un “rival sistémico“.

Las tierras raras, pese a su nombre, no son en absoluto escasas en la corteza terrestre, de hecho están esencialmente en todas partes. Sin embargo, la cuestión es en qué cantidad. Se llaman raras porque normalmente sólo hay unos pocos gramos de ellas en cada tonelada. Por eso fue noticia cuando los suecos anunciaron el año pasado que habían encontrado un gran yacimiento de tierras raras en Kiruna.

Para llegar a las tierras raras hay que remover toneladas y toneladas de piedra. Se necesitan cientos o incluso miles de toneladas de roca para extraer un kilogramo de metales de tierras raras. Estas rocas se trituran, se empapan en ácidos y, al final de un proceso de refinado, queda el metal. Además de muchísimas toneladas de roca que se consideran residuos peligrosos, que podrían contener también elementos radiactivos.

No sólo la minería, sino también este proceso de refinado, han sido objeto de una fuerte oposición por parte de los movimientos ecologistas de Estados Unidos y Europa, debido a la gran contaminación y la preocupación por cómo afecta a la salud de las personas. En lugar de gastar dinero en soluciones, las empresas entregaron esa parte del negocio a China. Dejemos que los chinos extraigan, hagan el trabajo sucio, y Occidente intervendrá en la parte final de la cadena de suministro, la que tiene mayor valor añadido. Esa era la idea.

Los resultados son ampliamente conocidos, desde los niños que trabajan en las minas de cobalto del Congo, pasando por la escasez de agua en Chile, hasta la brutal destrucción de la naturaleza en China. Para el mundo occidental, esto estuvo bien durante mucho tiempo: los beneficios aumentaban, los consumidores obtenían los aparatos que querían y la contaminación pasaba desapercibida.

China, por su parte, ha seguido una estrategia a largo plazo y bien pensada, con costes medioambientales calculados. A lo largo de décadas, ha ido ascendiendo en la cadena de valor, creando sus propias industrias de defensa, alta tecnología y automoción. Este año, las exportaciones chinas de automóviles superaron a las alemanas.

La Comisión Europea trabaja para satisfacer las necesidades de la industria europea. Pero la apertura masiva de nuevas minas en Europa parece improbable. Así que Bruselas mira hacia otro lado.

En junio, la presidenta de la Comisión Europea, Ursula von der Leyen, visitó Brasil, Argentina, Chile y México. Se reunió con responsables políticos y empresarios, y anunció que la UE invertiría 10.000 millones de euros en 108 proyectos “verdes” en América Latina y el Caribe. Von der Leyen firmó un Memorándum de Entendimiento sobre materias primas con Argentina y un acuerdo con Chile. La Comisión ya ha firmado asociaciones estratégicas con Canadá, Ucrania, Kazajstán y Namibia, y está negociando con otros ocho países, entre ellos la República Democrática del Congo y Australia.

Un diplomático de la UE admite que estas asociaciones son su solución por el momento, y sostiene que la Unión exige a sus socios las mismas normas que en Europa y apoya “una minería respetuosa con el medio ambiente”. Sin embargo, aún está por ver cómo pretende la UE garantizar esas normas sobre el terreno. La minería y el refinado siguen siendo actividades contaminantes, lo que significa que la estrategia de dependencia de la UE no ha cambiado demasiado en los últimos 30 años: la posición por defecto sigue siendo mantener el bienestar de los consumidores europeos exportando daños medioambientales al sur global.

Así pues, aunque Europa no esté preparada para su propio renacimiento minero a corto plazo, algunos proyectos sí están llegando al Norte global. El controvertido proyecto de Kiruna ejemplifica los ambiciosos planes de la UE. También es un duro recordatorio del negocio sucio que se esconde tras la búsqueda de la neutralidad climática. Como bien dice Håkan Jonsson, presidente del Parlamento Sami sueco: “Para nosotros, la transición verde se convierte en una transición negra“.

Edición: Chris Matthews e Ingeborg Eliassen.

Gráficos: Marta Portocarrero.

Fuente de esta noticia: https://www.infolibre.es/internacional/carrera-materias-primas-criticas-expone-dependencia-europea-china_1_1624098.html


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