El asalto de Hamás al territorio israelí ¿fue una respuesta de Irán a los atentados de Israel en el suelo iraní, sorprendiendo a Tel Aviv, que ni se lo había imaginado este formato de su venganza? O, por otro lado, ¿fue una operación autónoma de Hamas, que calculó mal la respuesta de Israel? Son dos de las numerosas preguntas planteadas desde el 7 de octubre cuando Hamás asaltó el territorio israelí.
Los ataques del Gobierno de extrema derecha religiosa de Benjamín Netanyahu a Gaza no son un castigo colectivo («Doctrina Dahiya»), que propone el uso de la fuerza contundente contra los civiles para disuadir a sus dirigentes, utilizado por Israel en sus anteriores operaciones. Estamos ante una nueva fase de la estrategia de la ocupación de las tierras palestinas, aplicando la táctica de Tierra Quemada, para impedir el regreso de sus habitantes.
Ante la confusión y la desinformación propias de todas las guerras, en Oriente Próximo hay que tener en cuenta, además, los siguientes datos:
1. Los regímenes que dirigen la zona no representan a sus pueblos: el mismo día del ataque de Hamás, medio millón de israelíes, en su 40 semana de protestas contra el gobierno, iban a exigir la expulsión del primer ministro del poder, quien días antes reconocía que el país estaba al borde de una guerra civil. Pasa lo mismo con Irán: la teocracia de extremaderecha chiita, que ni autoriza protestas pacíficas, partidos o sindicatos, sigue aplastando con mano de hierro cualquier crítica. Un año después de la revolución antitotalitarista de Mujer, Vida, Libertad, se encuentra con su peor momento económico, político y social de sus 43 años de existencia. Su último crimen, el asesinato de los cineastas Dariush Mehryuei y Vahideh Mohammadifar una semana después de la guerra, para atemorizar aún más la población. Por el momento, ambas teocracias abrahámicas se han salvado de una caída segura, externalizando su crisis interna.
2. No hay que creer las declaraciones oficiales de sus mandatarios: mentir, sin ruborizarse, si normalmente es un rasgo de los que se involucran en las guerras, en Oriente Próximo, es uno de los pilares de las estratagemas de sus dirigentes, también en los tiempos de paz.3
3. La existencia de facciones: En Israel, además de la oposición de miles de ciudadanos a la masacre de los palestinos, existen dos principales corrientes en la política de seguridad israelí: la que ve a los palestinos, y sobre todo su alto índice de natalidad, como la principal amenaza para la supervivencia del Estado judío, y la que apunta a Irán. Netanyahu, que encabeza la segunda línea, ha integrado la primera en su actual gobierno: el sueño de la creación de la tierra prometida en el Gran Israel, apoderándose del territorio, agua, y petróleo y gas de los vecinos: Ha conseguido que EEUU trasladase su embajada a Jerusalén impidiendo un Estado palestino en esta ciudad), y reconociera su soberanía sobre los Altos de Golán sirios, ¡y sus aguas! En EEUU, la dimisión del director de Asuntos Públicos y del Congreso del Departamento de Estado, Josh Pau,l en protesta por el apoyo incondicional de Joe Biden a Israel, es la señal de la preocupación en el poder del imperio.
Irán e Israel
Dichas divisiones también están presentes en Irán, país no árabe, poco musulmán, bajo el control de una casta clerical medieval, y bastante complejo: la monarquía del Sha se opuso a la partición de Palestina por la ONU en 1947 en dos Estados, uno árabe y otro judío, aunque dos años después, y con el fin de organizar la vida de miles de iraníes en aquellas tierras, afectados por la Segunda Guerra Mundial, decidió enviar un «Representante especial de Irán» a Israel, rechazando la petición de este país de también tener una oficina en Teherán. La delegación fue cerrada por el primer ministro Dr. Mohammad Mossadeq, dos años antes de ser derrocado en 1953 por un golpe de Estado de la CIA ¡pensando que era comunista!
La dictadura del Sha reconoció de facto (que no de iure) la existencia del Estado israelí, estableciendo una amplia relación con el Estado judío sin dejar de apoyar la idea de la necesidad de «dos estados». La invitación al presidente sirio Hafiz al Asad (aliado de Yaser Arafat) en 1976 a Teherán, fue un intento del Sha para mantener un equilibrio regional. Con la instalación de un totalitarismo, además teocrático, en Irán en 1978, este país se convirtió en el único país del mundo que deshace este camino y no sólo deja de reconocer al Estado israelí sino que convierte su desaparición en uno de sus lemas principales. Pero, esta es la superficie del asunto.
La realpolitik ha dominado las relaciones entre Teherán y Tel Aviv: en 1980, el ayatolá Jomeini acordó con el Gran Satán EEUU, comparar armas al Pequeño Satán israelí para en su guerra contra Sadam Husein musulmán-laico (y uno de los principales apoyos a la causa palestina): en Occidente lo llamaron el Escándalo «Irangate», y en Irán nadie se enteró por la censura. Años después, desde Israel se reveló que dichas relaciones habían continuado, cuando en 1998, el empresario israelí Nahum Manbar fue condenado a 14 años de cárcel por el comercio de armas con Irán ¡con la participación de numerosas empresas israelíes…¡Y otra vez el Mossad sin enterarse!
Luego, tras la firma del acuerdo nuclear con Barak Obama en 2015, Teherán dejó de lanzar las consignas de Muerte a Israel, y paso de «destruir Israel» a la política de «contenerlo», hasta que Donald Trump, instigado por Israel, asesinó al comandante Qasem Soleimani en Irak en 2018 y rompió aquel vital acuerdo. Con el objetivo de deshacer los logros del sector pragmático del régimen, que intenta pacificar sus relaciones con el mundo, el Cuerpo de los Guardianes de la Revolución Islámica (CGRI), en un acto sorpresa, y tres días antes del asalto de Hamas, colocó el busto de Soleimani (considerado «terrorista» por los países de la región), en el medio del campo de futbol de Isfahán antes de empezar el partido entre Irán y Al Ittihad de Arabia Saudí, saboteando la imposible normalización de las relaciones entre ambos países auspiciado por China, a la vez que Hamás se oponía a esta normalización entre Riad y Tel Aviv, por el Acuerdo de Abraham.
La crisis interna se refleja en la política exterior del CGRI, los verdaderos gobernantes del país, cuya mente militar funciona con el código binario de matar o morir. Días antes, vetó la entrada de los inspectores de la Agencia Atómica de ONU y atacó duramente a Europa por entregar el premio Nobel de la Paz a la prestigiosa activista iraní encarcelada, Nargues Mohammadi, como el último clavo a la esperanza de la teocracia de mejorar sus relaciones con Occidente, para que levantase las sanciones económicas.
La teocracia no reconoce la «Causa Palestina»
De hecho, no reconoce ninguna causa que no sea islámico-chiita. Importantísimo matiz, que le ha enfrentado a la propia población iraní que presume de miles de años de civilización preislámica, siendo este hostigamiento uno de los dos choques de civilización entre la sociedad iraní y el régimen.
Yaser Arafat fue el primer mandatario extranjero en saludar a Jomeini en de febrero de 1979. Se fue estupefacto, al ver que el ayatolá hablaba de las tierras del islam, que no de Palestina, y le exigía incluir en su programa la instauración de un Estado islámico y alejarse de los grupos «ateos» (marxistas, que eran los pesos pesados en la OLP). Ali Jamenei llegó a tachar de Arafat de «además de traidor, tonto».
Así, el Yihadismo chiita y sunnita, promovido por EEUU en Irán y Afganistán, primero) será el primer golpe mortal a la OLP y su líder. Que el jeque palestino Ahmed Yassin, -tetrapléjico, sordo y ciego-, fuese liberado por Israel en 1997, tan sólo dos años después de cumplir una condena de doce, para liderar a Hamás, organización derechista-sunnita, forma parte de la misma política de EEUU-Israel de crear «santas alianzas» contra las molestas fuerzas progresistas.
Los ayatolás han hecho lo mismo: islamizar el movimiento palestino patrocinando a Hezbolá, Hamás, Amal, entre otros grupos, viviendo una realidad paralela: conquistarán la mezquita de Al Aqsa, con las guerras de corte medieval cueste lo que cueste.
El segundo golpe le llegará a Palestina con el fin de la Unión Soviética, el principal apoyo a su causa, y potencia que cortó sus relaciones con Israel tras la guerra de 1967; la definitiva será parte de la Solución Final de los palestinos: las guerras de EEUU contra Irak, Libia y Siria, los tres estados árabes que apoyaban a esta nación que estaba sufriendo un auténtico genocidio.
Hoy, la sociedad iraní que vive un profundo descontento con los gobernantes, apoya a los palestinos y se opone a las políticas belicistas del régimen. Antes de que la devaluada moneda iraní acelerase su caída después del 7 de octubre (de 4550.000 riales el dólar a 550.000), ya el 85% de los iraníes vivían en una pobreza sin precedente, debido a la corrupción, políticas neoliberales y la incompetencia de la teocracia militar. Dice un dicho árabe «un país aunque reniegue a Dios sobrevivirá, pero no lo hará uno bajo la opresión».
¿Arrastrarán a Irán a la guerra?
Para el caudillo Ali Jemenei, la existencia del sistema está unida a dos elementos principales: mantener el velo (bandera del fascismo religioso) y las consignas contra el país judío: ¡Mientras permite que los deportistas iraníes compitan con los estadounidenses, les prohíbe estar en el mismo espacio que los israelíes! Y en los momentos de crisis interna una guerra hace, no sólo de cortina de humo, sino de pretexto para masacrar a la población descontenta.
La posibilidad de que la teocracia caiga en la trampa tendida por Netanyahu, que ha convertido el ataque de Hamás en una casus belli para atacar el objetivo último que es Irán (que no su régimen), es alta, por:
1. Creer, profundamente, que a EEUU no le interesa una guerra de tales dimensiones. Y se equivoca: a) en este país mandan las compañías armamentistas y petrolíferas, a las que es indiferente quien gane una guerra, sino sus ganancias. Y al estancarse la guerra de Ucrania, saben que Oriente Próximo siempre es una muy buena apuesta: Lockheed Martin, por ejemplo, que ha recibido más de 5.700 millones de dólares sólo en contratos con Israel, ha disparado su cotización en un 10% desde el 7 de octubre.
2. Que «Occidente ha fracasado en apoyar a sus aliados», como a Ucrania, por lo que carecer de capacidad real de enfrentarse a Irán. ¿No será que la OTAN ha sometido a Rusia a una guerra de desgaste?
3. No considerar que Biden para mantenerse en la Casa Banca necesita, además, el apoyo político y monetario de lobby proisraelí. Su consejo a Irán de «mantenerse alejado» de esta guerra, para que no sea atacado, es una trampa. No ha movido dos portaviones al Mediterráneo Oriental para asustar a Hamás. En 1991, EEUU hizo lo mismo con Sadam Husein: su embajadora en Bagdad le aseguró que si quería invadir a Kuwait, EEUU no intervendría por ser «un asunto interárabe». Días después Irak era polvo y sangre, y decenas de miles de soldados de unos 40 aliados de EEUU habían ocupado el Golfo Pérsico, anunciando un nuevo orden mundial, celebrando la desaparición de la Unión Soviética.
En estos momentos, sólo EEUU cuenta con decenas de bases militares y 50.000 solados rodeando Irán por los cuatro costados.
4. A pesar de que la política de Jamenei, jefe de las fuerzas armadas, es «Paciencia estratégica» (esperar y ver), el hecho de que él mismo haya otorgado el permiso a sus leales de actuar si conviene (llamado «Atash beh ejtiar» «fuego autónomo»»), sobre todo para atacar a las mujeres, ha creado un sistema de poder feudal en el país: según el propio Gobierno el disparo de dos misiles al avión ucraniano de pasajeros en 2020, por «algún guardián islámico» en el aeropuerto de Teherán, que mató a 176 personas «pensando que era un misil estadounidenses», es una muestra de tal caos en la política islamista.
5. Además de tener una mente ultraderechista que considera que la que la vida de los puebles carece de valor (igual que sus homólogos en el mundo), ser una fuerza religiosa les impide tener una mirada objetiva de la realidad. Jamenei ha lanzado una campaña buscando carne de cañón llamándolo martirio. Pero, cuando lo hizo, Jomeini en 1980, Irán había sido invadido por Irak, y salvar la patria llevó también a miles de comunistas al frente (y de forma oculta, ya que estaban duramente perseguidos). Hoy, los iraníes, decididos en derrocar al totalitarismo religioso, se oponen a más calamidades, y a que el régimen convierta Irán en otra Siria para salvar la mezquita de Al Aqsa.
Las cartas de Irán
Se habla mucho del Eje de Resistencia, un club antiisraelí (cuya destrucción fue uno de los 13 objetivos de la guerra contra Siria), compuesto por Hamás, Hezbolá, Fuerzas de Movilización Popular iraquí (FMP) y Siria, como las bazas de Teherán, para enfrentarse a Israel: exagerar el poderío del «enemigo» está al servicio de más militarización de Oriente Próximo por EEUU y sus aliados: recuerda las «armas de destrucción masiva de Irak «, «los talibanes de Afganistán» montados en burros, «la masacre de los libios por Gadafi» o «las armas químicas de Siria.
Con Hamás ya fuera de juego, la capacidad de Hezbolá para abrir un frente de guerra desde el Líbano para desgastar a Israel es cuestionable. Se tendría que enfrentar y directamente con EEUU: dos portaviones en el Mediterráneo, las siete bases militares que posee en Israel y sus efectivos en el propio Líbano. Los libaneses se oponen a tal participación del Partido de Dios en la guerra. En 2006, Israel arrasó el país, y aun hoy la población vive con pocas horas de electricidad, una inmensa pobreza y un Estado Fallido.
– Respecto a las FMP, ¿qué pueden hacer en un Irak donde EEUU ha instalado la «embajada» más grande del planeta (centro de operaciones de la CIA -Pentágono), además de varias bases militares?
– Siria desintegrada y ocupada. EEUU tiene 17 bases en al-Hasakah y 9 en Deir Ezzor, mientras Idlib está bajo el control de Turquía. Por otro lado, las fuerzas de Irán allí están formadas por los refugiados afganos, reunidos en el batallón Fatemiyun, obligados a ir a la guerra bajo la amenaza de expulsar a sus familias refugiadas en Irán. El propio Bashar al Asad, por algo, ha sido readmitido en la Liga Árabe (enemiga de Irán), con la luz verde de Washington.
Hay que parar esta locura que puede desatar una guerra mundial, porque la región alberga la principal reserva del gas y petróleo del planeta, y no porque allá viven cientos de millones de personas.
Fuente de esta noticia Diario LARED21 Digital Uruguay.
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