La imagen –o más bien la puesta en escena– pasó desapercibida en Occidente, donde los medios de comunicación llevan más de quince días centrados en los sangrientos acontecimientos de Israel y Gaza. Tuvo lugar el pasado martes en Pekín, el 17 de octubre, en el Palacio del Pueblo, y fue retransmitida por la televisión oficial china (a partir de 2 min 35 s en este vídeo).
Dos soldados abren una puerta dorada, dejando pasar a un grupo de dirigentes reunidos en la capital china con motivo de una cumbre para celebrar el décimo aniversario de las Nuevas Rutas de la Seda (Belt and Road Initiative o BRI), el “proyecto del siglo” del líder chino Xi Jinping.
Por parte europea, sólo asistió el primer ministro húngaro, Viktor Orbán, y Francia envió a un invitado de segunda fila, el ex primer ministro Jean-Pierre Raffarin, conocido por su postura favorable a Putin, pero que, al día siguiente, abandonó la sala poco antes del discurso de Vladimir Putin, en compañía de los delegados europeos, según Reuters.
Porque la noche del 17 de octubre, en la cena de bienvenida, los dos jefes de Estado que abrieron el acto fueron el anfitrión Xi Jinping y su amigo Vladimir Putin, convertido en un paria en Occidente desde su agresión en Ucrania hace más de año y medio. Y aunque el líder ruso ha sido acusado por la Corte Penal Internacional (CPI) por su responsabilidad en los crímenes de guerra cometidos en Ucrania, a Pekín no le importa. La imagen necesita pocas explicaciones más. Los dos líderes de China y Rusia marcan el ritmo, y los demás les siguen.
Al mismo tiempo, Joe Biden se preparaba para una visita a Israel. Esta visita tenía como principal objetivo mostrar un apoyo condicional a Israel tras los atentados terroristas de Hamás, pero se redujo al mínimo tras la cancelación de la etapa jordana, en la que debía reunirse con los dirigentes jordano y egipcio y con el jefe de la Autoridad Palestina. Esta reunión se canceló debido a la tragedia ocurrida en el hospital Ahli-Arab de Gaza, atribuida a un ataque israelí de Hamás, pero explicada por Israel y Estados Unidos como el resultado de un ataque fallido con cohetes de la Yihad Islámica, aliada del movimiento islamista palestino.
De vuelta en Washington, el presidente de Estados Unidos se dirigió al pueblo estadounidense en un discurso a la nación. Habló de uno de esos momentos históricos en los que las decisiones que se tomen son decisivas “para las próximas décadas”. “Un punto de inflexión”, subrayó. Se declaró conmovido por las atrocidades cometidas por Hamás, al tiempo que mencionó a las víctimas palestinas. Pero sobre todo comparó la situación israelí con la guerra de Ucrania.
“El ataque a Israel se produce casi veinte meses de guerra, tragedia y brutalidad infligidas al pueblo ucraniano, un pueblo muy golpeado desde que Putin lanzó su invasión”, declaró el presidente estadounidense. “No hemos olvidado las fosas comunes, los cadáveres con señales de tortura, las violaciones utilizadas como arma por los rusos y los miles y miles de niños ucranianos llevados a la fuerza a Rusia, despojados de sus padres. Da asco. Hamás y Putin plantean amenazas diferentes, pero tienen esto en común: ambos quieren aniquilar por completo a una democracia vecina, aniquilarla por completo”.
Aunque Joe Biden no está totalmente de acuerdo con el discurso de extrema derecha del primer ministro Benjamin Netanyahu sobre la guerra de civilizaciones, intenta reactivar una narrativa que intentó lanzar al principio de su mandato, sin éxito: la de la oposición entre el campo de las democracias, liderado por Washington, y el de las dictaduras, que incluye a su rival China y a su adjunto ruso.
En su discurso a la nación, Biden también anunció que quería pedir más dinero para Ucrania e Israel, para apoyar sus esfuerzos bélicos. Todo ello invocando el recuerdo de la movilización del “mundo libre” bajo el mandato de Franklin D. Roosevelt durante la Segunda Guerra Mundial: “Al igual que [entonces], los patrióticos trabajadores estadounidenses están construyendo el arsenal de la democracia y sirviendo a la causa de la libertad”. “En momentos como éste, debemos recordar quiénes somos. Somos los Estados Unidos de América. Y nada está más allá de nuestra capacidad si actuamos juntos”, dijo también.
Pero durante su visita a Israel, Joe Biden también advirtió a sus interlocutores sobre el peligro de dejarse llevar por la venganza. Se refirió públicamente a los errores cometidos por su país tras el 11 de septiembre de 2001 y la conmoción de los atentados terroristas de Al Qaeda en suelo estadounidense. Hay que hacer justicia“, dijo, “pero les advierto: si sienten esa rabia, no se dejen llevar por ella. Tras el 11S, en Estados Unidos estábamos enfurecidos. Buscábamos justicia y la conseguimos, pero también cometimos errores“.
E insistió en la necesidad de moderación y lucidez: “Soy el primer presidente que va a Israel en tiempo de guerra. He tomado decisiones en tiempos de guerra y sé que las opciones nunca son claras ni fáciles. Siempre hay costes que hay que examinar, que exigen hacer preguntas muy difíciles, que exigen clarificar objetivos y preguntarse, honestamente, si el camino que estamos tomando logrará esos objetivos. La gran mayoría de los palestinos no pertenecen a Hamás. Hamás no representa al pueblo palestino”.
Según The New York Times, Washington está tratando de persuadir a Israel para que retrase la ofensiva terrestre sobre Gaza, en particular para permitir la liberación de los rehenes en manos de Hamás y la Yihad Islámica, al tiempo que permite a los civiles palestinos recibir ayuda humanitaria. Aunque las potencias occidentales están en la misma onda que Estados Unidos –Biden se reunió el domingo con varios líderes europeos, entre ellos Emmanuel Macron, que visitará Israel el martes–, la división con el resto del mundo, ya visible a propósito de Ucrania, no ha hecho más que acentuarse.
En un editorial publicado el 20 de octubre, Financial Times resumía la dificultad a la que se enfrentan Washington y sus aliados. “Se requiere un complejo acto de equilibrio”, se escribía. “Estados Unidos y las democracias occidentales deben apoyar a un aliado traumatizado, ayudarle a reforzar sus defensas y disuadir a otros enemigos de unirse a Hamás en la guerra. También deben instar a Israel a abstenerse de cualquier acción que pueda provocar más víctimas civiles”.
Para Financial Times, “un equilibrio equivocado puede exacerbar las tensiones no sólo en Oriente Medio, sino también en el seno de las comunidades locales”. Mientras Occidente había instado al mundo a unirse a su lucha para defender a Ucrania, “la percepción de un doble rasero occidental que ya se está imponiendo es un regalo para Moscú y Pekín“. “El derecho internacional no puede ser una mercancía que Occidente apoya cuando le conviene, pero rechaza cuando no”, concluye el texto.
Esta división del mundo quedó ilustrada el sábado en la cumbre organizada por los egipcios, a la que no asistieron Israel ni Estados Unidos. Terminó sin un comunicado conjunto y con una admisión de fracaso. Uno de los que más criticó la hipocresía occidental fue el rey de Jordania, Abdullah II. “En cualquier otro lugar, el mundo habría condenado los ataques contra infraestructuras civiles y la privación deliberada de alimentos, agua y electricidad a la población, así como sus necesidades básicas, y los responsables habrían rendido cuentas de inmediato“, afirmó, añadiendo en referencia a Ucrania que “así ocurrió recientemente en otro conflicto, pero no en Gaza”.
En un mundo en crisis, esta falta de credibilidad y la percepción de unos dirigentes fracasados y desprovistos de toda visión ambiciosa –tan incapaces como siempre de garantizar el respeto del derecho internacional o de proteger a las poblaciones civiles– dificultan, a corto plazo, la prevención de la extensión del conflicto y, a largo plazo, las perspectivas de sus consecuencias. Y esto no puede sino reforzar la impresión de desastre político.
Fuente de esta noticia: https://www.infolibre.es/politica/guerra-oriente-proximo-situa-washington-aliados-frente-espejo-frente-china-rusia_1_1622152.html
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