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Victoria Villarruel arremetió contra sus contrincantes en el debate vicepresidencial diciéndoles que, entre los cuatro, reunían 76 años de haber vivido del Estado. La dama de hierro de La Libertad Avanza (LLA) se vio perturbada cuando el jefe de Gabinete y postulante de Unión por la Patria, Agustín Rossi, le recordó que su padre como militar también había recibido durante toda su vida un sueldo salido desde las arcas estatales. “En ningún momento se compara a un héroe de Malvinas con un politiquero como es tu caso”, respondió la número dos de Javier Milei. El relato de la diputada –que suele reclamar una “memoria completa”– sobre su progenitor es parcial: no sólo estuvo en la guerra contra el Reino Unido, también se vanagloriaba de haber “luchado contra la subversión” en el ámbito urbano y rural y encabezó, en plena democracia, un movimiento para no jurar por la Constitución Nacional.

La carrera militar de Villaruel

Eduardo Marcelo Villarruel entró al Ejército cuando cumplió 18 años. Nacido en junio de 1947 en Santa Fe, era hijo de un empleado público, que se desempeñaba como administrador de un dispensario antituberculoso. Para ingresar, Villarruel debió dar referencias que podrían dar fe de su buena conducta. Uno de los nombres que aportó fue el de Mario Jaime Sánchez, que, con los años, llegaría a ser el secretario privado del dictador Jorge Rafael Videla.

Victoria nació en abril de 1975. Para entonces, su padre estaba destinado a Villa Martelli. Después pasó a Campo de Mayo. En abril de 1976, lo mandaron en comisión a la zona de operaciones de Tucumán, de donde volvió herido en el muslo. Según una publicación de la época, fue parte de las “operaciones del Cuerpo de Ejército III contra la delincuencia subversiva” y se lastimó durante una instrucción con explosivos. De su paso por Tucumán, conserva un diploma de honor firmado en mayo de 1976 por el genocida Antonio Domingo Bussi, por entonces jefe de la V Brigada de Infantería.

Después de su estadía enTucumán, Villarruel volvió a Campo de Mayo, la mayor guarnición militar del país y donde funcionaron, al menos, cuatro centros clandestinos. En 1976, Villarruel fue calificado, entre otros, por el jefe de la Escuela de Infantería Osvaldo Jorge García y por César Amadeo Fragni, un capitán que revistaba en esa dependencia. García y Fragni son dos nombres conocidos para el movimiento de derechos humanos: los dos fueron condenados por el secuestro y las torturas indescriptibles que sufrió Floreal Avellaneda. El “Negrito” Avellaneda fue secuestrado con su mamá cuando tenía quince años. Lo torturaron hasta matarlo y lo tiraron al Río de La Plata. Su cuerpo apareció en las costas del Uruguay. Su familia nunca pudo recuperar los restos.

Villarruel se especializó como paracaidista e hizo el curso de comando en la estancia La Argentina, en Entre Ríos. Para entonces, la Escuela de Infantería montó el Centro de Operaciones Tácticas (COT) de Vicente López en la parte trasera de la casa de Gaspar Campos, donde había vivido Juan Domingo Perón tras su regreso al país.

El nombre en la Conadep

El nombre de Villarruel aparece, mal escrito, en una declaración que brindó el 4 de abril de 1984 un exconscripto ante la Comisión Nacional sobre la Desaparición de Personas (Conadep). Este hombre, que había hecho el Servicio Militar Obligatorio (SMO) entre 1977 y 1978, se presentó a declarar de manera espontánea y relató que en ese lugar –el COT de Vicente López– se recibían los pedidos de “área libre”. Esto quería decir que los distintos grupos de tareas se comunicaban para informar dónde iban a producir un secuestro para evitar entrar en conflicto, por ejemplo, con la comisaría de la zona.

Página/12 contactó al declarante –cuyo nombre no se revela porque el testimonio estaba reservado en la Conadep– y confirmó lo que había declarado ante la comisión que presidía Ernesto Sábato. El hombre relató que fue la propia Graciela Fernández Meijide quien recogió su declaración, interesada porque su hijo Pablo había sido justamente secuestrado en esa zona. Acerca de Villarruel, recordó que hizo el curso de comandos en Misiones –efectivamente figura en su legajo que en 1977 estuvo en la localidad de Apóstoles– y que volvió cambiado.

De Malvinas a no querer jurar por la Constitución

En la Guerra de Malvinas, fue el segundo jefe de la Compañía de Comandos 602, detrás de Aldo Rico. Fue prisionero de los ingleses. La democracia lo encontró trabajando en la Secretaría General del Ejército dentro del Departamento de Comunicación Social.

En mayo de 1987, Villarruel era el segundo jefe del Regimiento de Infantería 37 con asiento en Río Mayo, Chubut. Entonces llegó la orden de que los militares debían jurar por la Constitución. Hubo una reunión en la unidad en la que el jefe del Regimiento expresó su conformidad con la disposición; Villarruel la objetó y motorizó a otros para que se opusieran. Hay quienes declararon que incluso les leyó unos párrafos de un libro del filósofo integrista Jordán Bruno Genta, asesinado en 1974, para encender los ánimos de la tropa. En las actuaciones de la justicia militar –que pueden consultarse en el Archivo Intermedio– consta que Villarruel les había dicho a sus subordinados que la jura era una provocación a las Fuerzas Armadas y que le “revolvía las tripas”. Fue condenado a 40 días de detención por insubordinación.

En un reclamo administrativo ante el Ejército, Villarruel no escondió su pasado. “He intervenido en la lucha contra la subversión, tanto en el ambiente urbano como rural, habiendo participado activamente en la ‘Operación Independencia’, oportunidad en la cual se me otorgara el correspondiente Diploma de Honor”, escribió.

Una hija obediente

Eduardo Marcelo Villarruel murió en el año 2021. Nunca fue investigado por su “intervención en la lucha contra la subversión”, como él la llamaba. Su hija no es responsable de lo que el padre pudo haber hecho. Sin embargo, desde el colectivo Historias Desobedientes, conformado por familiares de genocidas por la Memoria, la Verdad y la Justicia, la consideran “una hija obediente del genocidio” porque “obedece los mandatos filiatorios de lealtad familiar que perpetúan el silencio y justifican los crímenes”.

Victoria Villarruel se mueve en las organizaciones pro-impunidad hace más de dos décadas. Fue parte de la Asociación Unidad Argentina (Aunar), conformada en 1993 por Fernando Exequiel Verplaesten, exjefe de inteligencia del Comando de Institutos Militares con asiento en Campo de Mayo que terminó condenado por crímenes de lesa humanidad. Pasó por Memoria Completa, una agrupación que se dedicaba a amenazar a periodistas y militantes de derechos humanos. Después fue parte del núcleo original de Jóvenes por la Verdad, que no ocultaba su empatía con los represores de la última dictadura e incluso juntaba cartas de aliento cuando estaban presos –tal fue el caso del marino Ricardo Cavallo, detenido en España.

Hasta ahora se conocen vínculos con, al menos, cuatro genocidas:

Videla: el marido de Cecilia Pando, el mayor retirado Pedro Mercado, publicó que él conoció al dictador a través de Victoria Villarruel.

Miguel Osvaldo Etchecolatz: ella aparecía como fuente de consulta en el cuaderno en el que el excomisario diseñaba su estrategia de defensa para el juicio de 2006.

Norberto Cozzani, mano derecha de Etchecolatz: hay registros –aportados por la abogada Guadalupe Godoy– de que Victoria Villarruel lo visitó en la cárcel.

Alberto González, represor de la ESMA: su abogado defensor, Guillermo Fanego, le confirmó a este diario que Villarruel solía reunirse con él.

Villarruel no niega estos contactos. Dice que fueron para un libro –que Cecilia Pando denuncia que no fue escrito por ella sino por el “Gato” González–. En el debate, le contestó a Rossi que también se había reunido con “terroristas” a los que les había dado la oportunidad de confesar “sus crímenes”. No usó esa palabra para los que secuestraron, torturaron, violaron, desaparecieron, idearon los vuelos de la muerte y hasta se apropiaron de los hijos de sus víctimas.

Fuente de esta noticias es del Diario Pagina 12 Argentina :  Leer más


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