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Mar. Nov 26th, 2024
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Griezmann se lamenta de una ocasión fallada (REUTERS).

Griezmann se lamenta de una ocasión fallada (REUTERS).

“Lo del año pasado está olvidado. Tenemos el nivel para hacer alto grande en Champions. Es un contratiempo, pero tenemos que seguir trabajando. Hemos hecho un gran partido y nada de tener la cabeza abajo”. Con esas palabras abandonaba Antoine Griezmann el Olímpico de Roma tras presenciar en primera persona la última desgracia del Atlético en su competición más desdichada. Pablo Barrios había adelantado a los suyos que vencían por la mínima cuando el tiempo añadido agonizaba.

Era la última jugada del partido. Saque de esquina a favor de la Lazio. La zaga rojiblanca despeja el centro al área, pero el conjunto romano recoge el rechace. Luis Alberto la cuelga y Provedel, el portero, entra a la desesperada desde atrás sin que nadie le siga y marca placer el tanto del empate en el minuto 95. Rescata un punto para su equipo y le roba dos a un Atlético que ya se saboreaba la victoria. Los de Simeone inician una nueva edición de la Champions de forma idéntica a como acabaron la anterior: sin ganar y con la fortuna en contra.

Los fantasmas rojiblancos del pasado reciente no desaparecen. La pérdida de los tres puntos vuelven a alimentar que a los rojiblancos no les alcanza para esta competición. Aún restan cinco jornadas y la lógica invita a pensar que accederá a octavos en un grupo que no parece el más complicado. Pero tampoco lo parecía el año pasado y acabó en drama. El Atlético, emparejado en el grupo con Brujas, Oporto y Bayer Leverkusen, recibía en el Metropolitano al conjunto alemán en la cuarta jornada. Exigido por sus nulos resultados hasta ese momento, 4 puntos de 12 posibles, a los rojiblancos solo les valía ganar para apurar sus opciones de pasar a octavos.

Diaby y Hudson Odoio adelanteron al cuadro aspirina en dos ocasiones, pero Carrasco primero y De Paul después neutralizaron la amenaza. El marcador reflejaba empate cuando el tiempo reglamentario y el añadido habían llegado a su fin, pero el pitido final no significa el término del encuentro. Ya no. Al menos desde la llegada del VAR. La revisión de una posible hizo que Turpin señalase los once metros cuando los futbolistas se marchaban al vestuario. Carrasco asume la responsabilidad. Hradecky lo detiene y ahí se desata la locura.

Saúl se adelanta a todos para rematar el rechace. Su cabezazo lo repele el larguero. Otro rojiblanco vuelve a recoger el balón. Reinildo remata, pero su golpeo lo desvía un Carrasco que seguía lamentándose en el área. “La jugada resume lo que fue nuestra participación en esta Champions”, resumió Simeone en la rueda de prensa posterior.

En 2017 el Atlético vivió una situación similar. Estrenó aquella edición de la Champions en el mismo escenario que la actual, el Olímpico de Roma, pero ante el otro equipo de la ciudad, la Roma de Di Francesco. Sus otros dos rivales del grupo eran el Chelsea, campeón de la Premier League y el Qarabag, un desconocido equipo azerbaiyano que debutaba en la fase de grupos.

Lo que parecía un rival asequible y una oportunidad magnífica para conseguir seis puntos, se tornó tanto para los rojiblancos que no consiguieron ganar ni la ida ni la vuelta. Ambos partidos se saldaron con empate. Cuatro puntos menos para un Atlético que de haberlos conseguido hubiera pasado a octavos por el golaverage favorable con la Roma. “La pelota no quiso entrar. En estos momentos el destino no está siendo favorable con nosotros”, expresó Simeone.

De doloroso recuerdo para la parroquia rojiblanca fueron las eliminaciones de 2019 y 2020, ante Juventus y Leipzig. El Atlético había ganado el partido de ida a la ‘Vecchia Signora’ por 2-0, en un partido en el que Cristiano Ronaldo fue el centro de los cánticos de los aficionados colchoneros. No obstante, el portugués tenía preparada su venganza para la vuelta. Anotó un hat-trick que dejó en nada los esfuerzos del Atlético.

Cristiano Ronaldo celebra uno de sus tres goles anotados en la vuelta de cuartos de final (EFE).

Cristiano Ronaldo celebra uno de sus tres goles anotados en la vuelta de cuartos de final (EFE).

Un año más tarde, tras remontar y eliminar de forma épica al Liverpool en Anfield, los de Simeone se toparon con la pandemia. El coronavirus paralizó la vida y cuando se reanudó el Atlético ya no era el mismo. Viajó a Lisboa para enfrentarse en cuartos de final al Leipzig. La oportunidad de regresar a una final se antojaba alcanzable. El cuadro alemán no era por aquel entonces igual de potente que en la actualidad y equipos favoritos como Real Madrid, Juventus y Chelsea se habían quedado por el camino.

Simeone había aclarado en la previa de aquel encuentro que “ganar no es lo importante, sino lo único, porque si no se gana no hay un día después”. Y no lo hubo porque vencieron. El Atlético empató el gol inicial de Dani Olmo, pero cuando buscaba de manera desordenada el de la victoria, encontró el de la derrota. A los mencionados infortunios hay que añadir tres finales perdidas, todas en el último instante.

En 1974, Schwarzenbeck empató el partido en el último minuto de la prórroga y forzó el encuentro de desempate donde el Bayern pasó por encima del Atlético. En 2014 el cabezazo de Sergio Ramos. Y en 2016 una tanda de penaltis desafortunada. Ambas ante el Real Madrid, para más inri colchonero. La filosofía rojiblanca y la de Simeone sostienen que deben creer, pero cada vez el Atlético y la Champions invitan menos a ello.


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