Como suele pasar con casi todas las series y películas vendidas como “basadas en hechos reales”, resistir la tentación de ir a Google para encontrar algo respecto al crimen detrás de “El cuerpo en llamas” resulta inútil. Tarde o temprano terminas encontrándote algún artículo periodístico, crónica o entrevista vinculada al crimen del guardia catalán Pedro Rodríguez ocurrido a manos de su entonces pareja Rosa Peral y del amante de este Albert López el 1 de mayo de 2017.
Otro ejercicio que podría resultar igual de inútil es sentarse frente al televisor (laptop, móvil o dispositivo que sea) para comparar qué de lo que te muestra la serie del momento de Netflix es real y cuánto ha sido añadido para nutrir el guion. Lo mejor en estos casos bien podría ser intentar entender, a través de los ocho episodios que dura la serie en mención, qué podría haber en la cabeza de sus diversos protagonistas.
Y en ese fin el trabajo del director Jorge Torregrosa y compañía resulta a todas luces notable. En “El cuerpo en llamas” conoceremos la historia de Rosa, una joven criada por dos padres amorosos que, tras enlistarse en los Mossos d’Esquadra (policía en Cataluña) termina trepada en una montaña rusa de relaciones tóxicas, abusos, infidelidades y, por último, muerte.
Para retratar a Rosa el rol recayó sobre la española Úrsula Corberó, conocida fuera de su país fundamentalmente por su trabajo como Tokio en las varias temporadas de “La casa de papel” (LCDP). En aquella serie, la actriz nacida en 1989 ya había mostrado sus credenciales, interpretando a una ladrona aguerrida que, partiendo desde dicho rasgo, desplegaba varias otras peculiaridades que la convirtieron en uno de personajes preferidos de aquel ‘escuadrón de ladrones buena onda’ comandado por El Profesor.
En algunas de esas temporadas de la serie creada por Álex Pina también participó José Manuel Poga, el actor que en “El cuerpo en llamas” interpreta a Pedro, el novio asesinado por Rosa. Seguramente los verdaderos fanáticos de “LCDP” recordarán que Poga allí era Gandía, el demencial e incansable guardián del Banco de España, espacio al acecho de Tokio y compañía.
Pero la relación entre Rosa y Pedro no basta para describir el núcleo central de esta nueva serie. Porque antes de este último, nuestra protagonista estuvo casada con Javi (Isak Férriz), y en medio de ambas relaciones aparecería el co-protagonista de esta historia: Albert (Quim Gutiérrez). Es entre la agente policial y su misterioso colega que se construye un vínculo tan apasionado como tóxico, el cual transita los ocho episodios de la propuesta de Torregrossa.
Ahora, ¿cómo han decidido presentarnos esta historia? Priorizando fundamentalmente el retrato psicológico de sus protagonistas, “El cuerpo en llamas” recurre frecuentemente a los saltos temporales para mostrarnos los momentos felices e infelices que Rosa atravesó en cada una de sus relaciones amorosas hasta perder su libertad. La oficial de los Mossos d’Esquadra parece permanentemente insatisfecha con su realidad y, bajo esas circunstancias, se tienta con aquello que parece capturar su atención fácilmente. Así, por ejemplo, termina involucrada en una fugaz relación con su superior cuando apenas había ingresado al equipo policial. Aunque esto le generaría, más adelante, un proceso totalmente desestabilizador en su fuero más íntimo.
Conforme somos testigos de los avatares pasionales de Rosa Peral, una segunda línea de la serie se expone con notoriedad: la destrucción de lo que podríamos llamar “amor oficial”. Javi pasa de perdonar una infidelidad a rechazar la siguiente. Entonces, cuando este ‘patea el tablero’, el personaje interpretado por Úrsula Corberó pretende aferrarse a él con uñas y dientes, implorándole que no se vaya y que escoja siempre primero a la “familia”.
Tal vez porque no puede controlar la crisis de un matrimonio que ella misma socavó, Rosa emprende un largo camino cimentado de rencor hacia Javi, colocando siempre al medio a su hija Sofía (Guiomar Caiado). Los padres de la oficial de policía aquí pintan bastante poco, y parecen a ratos dos simples consentidores de alguien al que tal vez nunca vieron plenamente como adulto.
Retomando la historia, “El cuerpo en llamas” –como suele pasar con historias de crímenes—define claramente el bien y el mal. Porque si el ‘mal’ está representado por alguien como Rosa, el bien es interpretado a cabalidad por la detective Ester (Eva Llorach). A ella inicialmente le asignan el caso del macabro asesinato de Pedro al interior de su camioneta en el pantano de Foix. Es su persistencia, su habilidad detectivesca nata y su sexto sentido, lo que permite descubrir que aquella mujer que le juró su inocencia mirándole a la cara, en realidad mentía.
Ester, una detective que, acompañada de su colega y subordinado van desentramando cada una de las claves de este caso, nos sirve como una especie de guía a lo largo de unos episodios en donde los saltos temporales (y los monólogos frente a cámara, por supuesto) parecen ser el insumo básico, por lo que incluso distraerse mirando el celular puede traer ‘consecuencias’ para los televidentes.
Volviendo al perfil de los protagonistas que muy bien la serie de Torregrossa intenta explorar, hay un hombre que no podemos dejar pasar desapercibido. Albert, desde su incapacidad para comprometerse con algo o alguien a futuro, termina arrastrando (y dejándose arrastrar) por un espiral interminable de sexo y toxicidad casi en la misma medida. El también agente de los Mossos d’Esquadra –callado y por momentos violento—parece, sin embargo, listo para darle un anillo de compromiso a Rosa, aunque, como pasa en casi toda la serie, el momento termina siendo incorrecto.
Encontrar debilidades en “El cuerpo en llamas” resulta ciertamente una tarea ardua. La serie de Netflix es ambiciosa porque perfila con precisión a los protagonistas alrededor del macabro crimen de un policía que ha copado las páginas policiales a lo largo de los últimos seis años en España. En esa línea, felizmente, esta propuesta se aleja de los excesos y los abordajes simplistas, aún incluso en los momentos de erotismo que protagoniza un cuarteto de treintañeros (Rosa, Javi, Albert y Pedro) que a ratos parecen priorizar su sexualidad sobre otros temas tal vez más trascendentales.
Claro que detrás de las escenas eróticas, de las múltiples coartadas que Rosa inventa para alejar a Ester de la verdad en torno al crimen de su ex, y del dolor que solo los padres son capaces de sentir por una hija, se desprenden una serie de pequeños sub-temas que, sin duda, merecen un análisis más desarrollado: la brutalidad policial, el estrés postraumático de un policía en retiro, el irrespeto a las instituciones que resguardan la seguridad interna, pero sobre todo, el nivel de distorsión en sus valores que puede sufrir la sociedad contemporánea.
Fuente de esta noticias es del Diario El Comercio – Peru “PE” : Leer más