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NAIROBI, Kenia (AP) — El expresidente gabonés Alí Bongo Ondimba sabía bien del riesgo de sufrir un golpe de Estado en esa región del mundo. Pero estaba seguro de que él no sería víctima de uno.

“Aunque nuestro continente se ha visto sacudido en semanas recientes por crisis violentas, tengan la seguridad de que nunca permitiré que ustedes y nuestro país Gabón sean rehenes de intentos de desestabilización. Nunca”, declaró Bongo en agosto, al conmemorar la nación africana 60 años de haberse independizado de Francia, casi todo ese tiempo con su familia en el poder.

Un grupo de fuerzas de seguridad gabonesas amotinadas hablaron en la televisión estatal y dijeron que él estaba bajo arresto domiciliario, acusado de “gobernar en forma impredecible e irresponsable”. Posteriormente fue liberado. Los soldados amotinados dijeron que las personas del círculo de Bongo habían sido arrestadas por “alta traición”, malversación y corrupción.

“No sé qué está pasando”, declaró Bongo en un breve video compartido con medios de comunicación horas después del anuncio de los soldados el 30 de agosto antes del amanecer, horas después de que el ahora exmandatario fuera declarado ganador de los comicios presidenciales. En la habitación con finas alfombras en la que estaba sentado, un retrato del expresidente sudafricano Nelson Mandela yacía sobre una repisa.

Político durante largo tiempo y alguna vez músico funk, Bongo, de 64 años y educado en Francia, es integrante de una de las dinastías políticas de África. Asumió el puesto en 2009 tras el fallecimiento de su padre, que gobernó este país rico en petróleo durante 41 años, y mantuvo la colaboración de seguridad con Francia y Estados Unidos.

Tal vez la longevidad de su familia le dio confianza a Bongo frente a los golpes militares que sacudían otras partes del África francófona.

De todas formas hubo retos. Ganó su segundo periodo de siete años por un margen estrecho en 2016 en medio de protestas violentas. A fines de 2018 sufrió un derrame cerebral que le impidió ejercer sus labores durante meses. Soldados amotinados intentaron dar un golpe de Estado en 2019 mientras Bongo se recuperaba en Marruecos. Rápidamente fueron detenidos.

El lunes, el general Brice Clotaire Oligui Nguema prestó juramento para encabezar el país en el palacio presidencial, frente a una sala bulliciosa atestada de funcionarios gubernamentales, oficiales militares y autoridades locales en Libreville, la capital de Gabón. Oligui es primo de Bongo, fue guardaespaldas de su padre y es jefe de la guardia republicana, una unidad militar de élite.

Bongo ejerció el poder en una región de África donde los jefes de Estado se las arreglan para permanecer en el poder durante décadas. Los vecinos de Gabón son encabezados por un trío de los gobernantes que más tiempo han estado en el poder en el continente, el cual incluye a Teodoro Obiang en Guinea Ecuatorial, en el puesto desde 1979; Paul Biya en Camerún, al frente del país desde 1982; y Denis Sassou Nguesso en la República Popular del Congo, en el poder de 1979 a 1992 y de nuevo desde 1997.

Aunque las reservas petroleras de Gabón han enriquecido a sus gobernantes, muchos de ellos vinculados por lazos familiares, la frustración ha estado creciendo entre los habitantes debido a la visible inequidad. Los ingresos del país por exportaciones petroleras fueron de 6.000 millones de dólares en 2002, según la Administración de Información sobre Energía de Estados Unidos.

“Es un emirato petrolero que ha sido manejado como una propiedad familiar durante casi seis décadas”, dijo Thomas Borrel, analista en Francia que estudia a África.

Bongo era uno de los jefes de Estado más ricos del continente, y probablemente ahora su riqueza sea objeto de un escrutinio aún mayor, al igual que la de su familia. Investigadores de Estados Unidos y Francia han examinado millones de dólares en activos en ambos países.

Para la mayoría de los habitantes de Gabón, las penurias económicas están incrementándose junto con los precios. En un discurso el 17 de agosto por el Día de la Independencia, Bongo reconoció la frustración generalizada. “Sé que hay impaciencia”, señaló, “el sentir de que podríamos haberlo hecho mejor”.

Enlistó las medidas que su gobierno estaba tomando para contener los precios de los combustibles, hacer que la educación sea más accesible y mantener estable el costo de las barras de pan. En enero, el gobierno gabonés creó un ministerio para combatir el elevado costo de la vida, según el Banco Mundial.

Incluso mientras Bongo intentó apelar a los ciudadanos para que votaran por él, continuó con lo que grupos defensores de los derechos humanos y otros observadores han descrito como años de intentos para sofocar a la oposición. Gabón abolió los límites a los periodos presidenciales hace dos décadas. Por primera vez, en las últimas elecciones generales no hubo observadores internacionales.

Bongo parecía tener la intención de permanecer en el puesto hasta su muerte, al igual que su padre.

Relativamente afectuoso con la ex potencia colonial Francia, incluso a medida que el sentir antifrancés ha crecido en partes de África, Bongo recibió este año al mandatario francés Emmanuel Macron. La declaración de Macron allí de que “la época de la África francesa ha terminado por mucho” fue una respuesta a los críticos, que desde hace tiempo alegan que París apuntala a gobernantes autoritarios en el continente.

En años recientes, Bongo intentó hacer ver a Gabón ante el mundo como un líder global en la conservación ambiental, en lugar de un caso de estudio sobre un gobernante aferrado al poder.

El año pasado, las Naciones Unidas describieron a la pequeña nación como “probablemente el país más positivo en el mundo en lo que respecta al carbono, dada su firme conservación ambiental y añejo compromiso político para la preservación del ambiente natural intacto de la nación”.

En 2021, Gabón fue el primer país en recibir pagos por reducir las emisiones por deforestación. Bongo se congratuló por los avances y los elogios.

Pero ese tipo de logros están opacados ahora por la imagen de cientos de personas bailando y vitoreando en las calles de la capital luego del golpe de Estado, declarándose libres.

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La periodista de la AP Sylvie Corbet contribuyó desde París.

Fuente de esta noticias es del Diario Publimetro Argentina:  Leer más


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