El Catedrático de Psicología, Antonio Cano Vindel, explica los tres tipos de fobias que existen y los mecanismos para manejarlas.
Te produce malestar, te genera ansiedad, te hace modificar tu día a día e incluso te paraliza. Provoca que no salgas de casa, que te niegues a pasar por ciertos sitios o que dejes de hablar con el resto de personas. Te despierta pavor de un momento a otro. Lo ha creado tu cabeza, porque el peligro no es real, y puedes ser consciente de ello, pero aun así, no puedes vencerlo. Solo intentas huir y alejarte de eso que no puedes soportar. Y no es miedo, es algo que va más allá. Ves las orejas del lobo, pero el lobo no está. Son fobias, un trastorno de ansiedad que se caracteriza por un miedo intenso y desproporcionado ante objetos, animales o situaciones concretas que representan poco o ningún peligro real. El trastorno existe como tal cuando la vida del que la padece se ve condicionada. El temor se hace tan extremo que la persona realiza cambios en su vida para evitar la fuente de su ansiedad.
Antonio Cano Vindel, Catedrático de Psicología de la Universidad Complutense de Madrid, explica que estas patologías suelen derivan en problemas de discapacidad. Por ejemplo, indica que “alguien que tenga que trabajar con un conjunto de estímulos a los que teme, tendría discapacidad laboral porque no podría trabajar”. Cano, que también es expresidente de la Sociedad Española para el Estudio de la Ansiedad y el Estrés (SEAS), apunta que existen tres tipologías distintas: la fobia simple, la fobia social y la agorafobia.
Una fobia simple es un “miedo aprendido” que se caracteriza por el “malestar clínicamente representativo y la evitación siempre que sea posible”. Se trata de ese miedo irracional hacia objetos o animales. El catedrático pone el ejemplo de la fobia a los perros, y a lo largo de sus explicaciones, utilizará este ejemplo para ilustrar los procesos de una fobia. La fobia social, en cambio, ya no es ese miedo a una situación inofensiva, sino que surge en un determinado tipo de situaciones sociales y se produce por temor a ser juzgado por los demás y, en consecuencia, ser rechazado. En este segundo caso, el ejemplo que pone Cano es el de una persona que tiene ansiedad en situaciones sociales que no son del agrado, como cuando hay algún extraño en el grupo o cuando se debe hablar en público.
El último tipo de fobia al que hace referencia es la agorafobia, que consiste en evitar distintos tipos de situaciones que tienen algo en común, pero lo que se está tratando de evitar no es la situación como tal, sino tener ansiedad y, sobre todo, llegar a tener un ataque de pánico. Es decir, es miedo a situaciones que podrían provocar ansiedad o un ataque de pánico. El catedrático explica que esto sucede en situaciones que uno teme, y pone un ejemplo, el del conductor. Una persona va conduciendo y tiene un ataque de pánico. De repente, ya no quiere conducir por si le vuelve a pasar. En realidad, le gusta llevar el coche y no fue eso lo que desencadenó un ataque, sin embargo, lo asocia y aprende que conducir podría llevarle a la misma situación. Y esta situación se va generalizando, explica Cano, que se pone en la piel del conductor: “Si entro en un avión me podría pasar lo mismo, entonces también tengo miedo a volar y evito viajar en avión, y por razones similares evito también el AVE. Si no me queda más remedio y tengo que viajar en uno de esos medios de transporte, sé que lo voy a pasar muy mal y si puedo lo evito”.
¿Cómo actúa una persona con una fobia?
Cano explica que “cometen una serie de distorsiones mentales cognitivas”, es decir, asumen perspectivas sesgadas sobre ellos mismos y el mundo que les rodea. El que tiene fobia a los perros magnifica el peligro que estos puedan suponer, “y si me ladra o me ataca”. También entra en juego la vergüenza. “Al resto no le dan miedo y juegan con ellos, y este perro no es peligroso, y no tendría que tener miedo, y estoy haciendo el ridículo. Así que evitará las situaciones en las que haya perros.”, argumenta.
¿Y qué hacer ante este tipo de situaciones? Cano señala que se recurre a “una serie de estrategias de regulación emocional que, en lugar de reducir la ansiedad en presencia de ese estímulo, lo que hacen es aumentar el miedo”.
Hay muchas estrategias y una de ellas es la evitación. “Pido a mi amigo que meta al perro en otra habitación”, dice el psicólogo, personificando al que tiene cinofobia. “Ahora ya no tengo tanta ansiedad porque el perro está en otra habitación, pero está aumentando más mi miedo, porque estoy aprendiendo que yo no soy capaz de convivir con un perro”.
Otro mecanismo es la rumiación, que consiste en imaginar o inventar situaciones embarazosas o temidas que producen ansiedad, y buscar como salir de ellas. “Lo que estoy haciendo es generarme más ansiedad, aunque sea ficción, aunque lo esté inventando yo, porque estoy procesando información emocional. Y puedo tirarme horas dándole vueltas a miedos, a temores, a fobias, y con eso lo que estoy haciendo es aumentar más mi ansiedad, de nuevo”, explica.
Una persona con agorafobia empieza a evitar, de modo que el “¿qué puedo hacer para no conducir?”, deriva en más miedos y llega un momento en el que genera temor a salir de casa. Además, esta persona empieza a dedicar mucho tiempo a evitar salir, a pesar en que sucedería si no le quedara más remedio que tener que hacerlo. “Y con esa actividad cognitiva, donde hay distorsiones de interpretación, hay sesgos de atención, porque dedica mucho tiempo a pensar en los estímulos amenazantes, conduce, de nuevo, a la rumiación”. Es un bucle.
¿Cómo se rompe el bucle?
Las anteriores estrategias de regulación solo empeoran la situación, pero hay otras que sí llevan a reducir la el miedo y la ansiedad. Son las que sirven para aprender a manejar una fobia. La principal es la aceptación. De nuevo, el psicólogo encarna a la persona con miedo a los perros, esta vez desde la aceptación: “Yo tengo miedo a los perros, pero muchas personas les tienen cariño y yo tengo que aprender a comunicarme mejor ellos, a no tenerles miedo y a no pasar vergüenza por mi miedo”. De este modo, asume su fobia, es consciente de ella y ya no lo evita. Además, el psicólogo indica que en estos casos “el apoyo social es muy bueno para manejar estos miedos”.
La siguiente estrategia es la reinterpretación, reflexionar sobre el propio miedo y preguntarse qué lo provoca, es decir, cuestionarlo, hacerse preguntas y reconstruir el concepto que se tiene sobre aquello que se teme. Se deben tomar decisiones: “Yo quiero aprender a no sentirme intimidado por un perro y quiero aprender a no asustarme”. Estos pasos sirven para los distintos trastornos de ansiedad y el psicólogo asegura que son verdaderamente efectivos para superar estos miedos.
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