Alrededor del 80 por ciento del cuerpo de un recién nacido está compuesto de agua. A medida que envejecemos, la cifra baja a un 60 por ciento.
Las células grasas tienen menor contenido de agua que otras células; las personas con sobrepeso tienen menos agua que las delgadas y las mujeres menos que los hombres.
Algunos órganos contienen cantidades excesivas de agua, por ejemplo, nuestros ojos. El vítreo se compone de hasta un 99 por ciento de agua. Los músculos también tienen un alto porcentaje de líquido, alrededor del 80 por ciento.
Beber agua es vital
Nuestro cuerpo pierde alrededor de dos litros de líquido cada día a través de la piel, porque esta regula la temperatura corporal. Los riñones son los encargados de eliminar las toxinas de nuestro organismo a través de la orina. Si no hemos bebido lo suficiente, nuestra orina es de un color amarillo intenso. Si es marrón, es una señal de que algo anda mal. También expulsamos líquido con las heces y cuando respiramos.
Para compensar la pérdida de líquido se recomienda beber entre 1,5 y dos litros de líquido al día. Y más, en caso de esfuerzo físico, deportes, altas temperaturas, fiebre, vómitos y diarrea. También absorbemos líquidos cuando tomamos sopas, frutas o diversos tipos de verduras.
Nuestro cuerpo muestra los primeros síntomas cuando pierde entre el 1 y el 2 por ciento de su líquido. A partir del 7 por ciento se considera peligroso: el pulso se acelera, hay confusión. En el peor de los casos, la carencia de alrededor del 12 por ciento de líquido puede provocar un estado de shock o incluso un coma.
El cerebro necesita líquido para protegerse
El cerebro y la médula espinal tampoco pueden funcionar sin líquido. Disponemos de unos 140 mililitros de líquido cerebroespinal, y en él flota el cerebro.
Las primeras señales que envía nuestro cuerpo cuando carece de agua son dolores de cabeza, mareos, cansancio, mucosidad seca en boca y garganta e incluso problemas para tragar. Y si además hace calor y perdemos más líquido, puede que tengamos problemas circulatorios y la tensión arterial ascienda.
De mayores, el cuerpo siente menos sed
Además, cuanto más envejecemos, menos sed sentimos. Las personas mayores simplemente se olvidan de beber lo suficiente. Algunas se abstienen incluso conscientemente de tomar, porque en la vejez pueden tener problemas de incontinencia. El miedo a perder orina involuntariamente o a tener que ir al baño con demasiada frecuencia por la noche hace que muchas personas beban muy poco o nada en absoluto.
Si tenemos diarrea o vómitos, nuestro organismo necesita más del mínimo de 1,5 litros al día. Si el equilibrio hídrico no se restablece, el cuerpo se deshidrata. También se necesita mucho líquido cuando se toman diuréticos.
El alcohol deshidrata el cuerpo
El alcohol también deshidrata nuestro organismo, porque tiene efecto diurético, y los riñones intentan eliminar las sustancias tóxicas del cuerpo. En este proceso hay una hormona que juega un papel importante: la vasopresina. Esta regula el equilibrio hídrico en los riñones. Sin embargo, si el cuerpo no dispone de una cantidad suficiente de esta hormona, nuestros riñones expulsarán demasiada agua.
Beber mucha agua puede ser perjudicial
Si bebemos cinco litros o más en pocas horas, podemos poner en peligro nuestras vidas y provocar la llamada hiperhidratación, es decir, un exceso de agua en el cuerpo. Los riñones ya no pueden regular ni expulsar esa enorme cantidad de líquido. Una de las peores consecuencias puede ser sufrir un edema cerebral.
Ya sabe, beber agua es una cuestión de supervivencia.
lavozdetarija.com
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