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Sáb. Nov 2nd, 2024
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“¡Excelente experiencia!”, exclama Efrain Barreto, de 29 años, al terminar de deslizarse por una inmensa colina movediza que se pierde de vista. Está en los Médanos de Coro, un pequeño desierto de Venezuela que acumula cantidades enormes de arena.

“Ha sido un momento inigualable”, describe Barreto, un turista que visita este lugar de clima seco por primera vez, a la Voz de América.

Son decenas de turistas tomándose fotos al final de la tarde, cuando cae el intenso sol del estado Falcón (noroeste). Irrumpen de repente un par de buggies que recorren a toda velocidad este inmenso paraje.

Los Médanos se ubican en el Istmo de la Península de Paraguaná. La agencia espacial de Estados Unidos (NASA) se refirió a este lugar como “la península arenosa de Venezuela”, cuando compartió, en 2021, una imagen obtenida por su Observatorio de la Tierra.

“Si bien Venezuela contiene selvas tropicales, cascadas famosas y montañas, su extremo norte se diferencia del resto del territorio. Conectada al continente por una franja de arena, la península de Paraguaná se caracteriza por condiciones cálidas y secas y hermosas playas”, se lee en el artículo que acompaña la imagen.

Antiguamente, la península de Paraguaná no era península, era una isla. Pero durante el periodo conocido como Plioceno (hace 5,3 a 2,6 millones de años) un istmo arenoso la unió con el resto de Venezuela.

El geógrafo venezolano Rafael Ruano comentó por teléfono a la VOA que esto se originó “por la acumulación de material proveniente de las arenas traídas por los vientos alisios del hemisferio norte”.

Y en una zona donde las lluvias son escasas “esa acción de los vientos alisios origina la acumulación de arenas allí y algunas son también aportadas por las corrientes marinas, por los fondos oceánicos y las que se acumulan por el viento”, añadió.

No importan los miles de kilómetros que separan a África de Venezuela, aún así toneladas de polvo llegan cada año del desierto de Sáhara a los Médanos de Coro.

“Todo eso viene de África”, responde Ruano, que dice que es “un efecto que se produce anualmente”.

Ruano explica que “se levantan enormes masas de arenas que se suben a la atmósfera en el desierto del Sáhara, en África, y esas masas de arena atraviesan el Atlántico y se van depositando en varios sitios”.

“Esas arenas al llegar a ese sitio donde se ha formado el istmo se van acumulando, también propiciado por la escasa precipitación o lluvia, y también el aporte del mar, de las corrientes marinas que remueven de los fondos oceánicos y van depositando sobre la costa y la extrema sequedad del clima”.

Por su parte, el Ministerio de Ecosocialismo explica en un artículo en su página web que “la formación se debe a la erosión eólica que se produce sobre las rocas, y que al transcurrir el tiempo se van partiendo y paulatinamente se convierten en pequeños granos de arena que, al acumularse, forman muy lentamente las dunas”.

¿Podrían desaparecer? “Probablemente no”, responde Ruano.

El experto explica que para que eso ocurra “tendría que haber un cambio catastrófico de la circulación de los vientos de la atmósfera. Un escenario que yo diría apocalíptico”.

“Los médanos se mueven, ellos caminan, esa arena que usted ve allí no es la misma que usted puede ver al año siguiente o dos años después, porque los vientos siguen soplando”.

Al observar la duna de cerca puede verse de hecho una tenue estela de arena que se mueve como en una danza. Lo mismo se ve en la carretera que los atraviesa, en la que ya uno de los canales quedó sepultado por la arena.

“Y llega siempre un aporte nuevo desde el desierto del Sáhara”, sigue el experto. “Ahí hay una renovación de material precisamente porque eso es dinámico, eso se mueve”.

Voa

 


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