Este es un artículo de opinión Jomo Kwame Sundaram, profesor de economía y antiguo secretario general adjunto de la ONU, y de Khoo Wei Yang, del malasio Instituto de Investigación Khazanah.
KUALA LUMPUR – Las naciones ricas del Norte son las que más han contribuido a la actual crisis climática. Son los principales responsables de las emisiones históricas y de la acumulación de gases de efecto invernadero (GEI) de los últimos dos siglos.
Los países del Sur en desarrollo, especialmente en los trópicos y subtrópicos, son hoy las principales víctimas del recalentamiento global. La mayoría necesita financiamiento y otras medidas para aumentar su resistencia y desarrollarse frente a la crisis climática. Pero los ricos se han resistido a realizar grandes esfuerzos para ayudar a las naciones en desarrollo a afrontar mejor la crisis.
Falta financiamiento para el clima
Pero los recientes flujos internacionales de financiamiento para el clima están muy por debajo de las necesidades de los países en desarrollo, no solo por su cantidad sino también por sus condiciones restrictivas. No obstante, cada vez se exige más al Sur global que ponga freno a la creciente crisis climática.
Mientras tanto, el financiamiento climático se ha vuelto cada vez más comercial, no concesional. Al fin y al cabo, la mayoría de los acuerdos internacionales tienden a ser pobres compromisos que reflejan el poder corporativo y político en el mundo. No consiguen abordar la crisis, y mucho menos avanzar en la justicia climática.
Las naciones ricas han incumplido con creces su compromiso de financiación anual de 100 000 millones de dólares acordada en la 15 Conferencia de las Partes (COP15) sobre el clima de 2009, celebrada en Copenhague.
Se suponía que este modesto compromiso aumentaría significativamente después de 2020, pero no ha habido señales de progreso, por ejemplo, en la reciente cumbre sobre el clima promovida por el presidente francés Emmanuel Macron en París.
En lugar de ayudar a los países en desarrollo a hacer frente a la situación con más fondos para la adaptación, la mayoría de los recursos disponibles se han destinado a la mitigación. El financiamiento para la mitigación es más de 10 veces superior a los 56 000 millones de dólares (8,4 %) disponibles para la adaptación en 2020.
Mientras, la ayuda oficial al desarrollo (AOD) lleva mucho tiempo por debajo de la promesa de 0,7% de la renta nacional bruta de los países ricos hecha hace más de medio siglo. Esta cifra se redujo aún más tras el final de la primera Guerra Fría, hace más de tres décadas, ¡hasta apenas 0,3 %!
Gran parte de la AOD se ha destinado al financiamiento de la lucha contra los efectos del cambio climático, lo cual ha supuesto una engañosa doble contabilidad.
A medida que disminuye el financiamiento en las previstas condiciones favorables, especialmente su contenido en subvenciones, los países en desarrollo no tienen más remedio que recurrir a los créditos comerciales, por los que estos avariciosos acreedores de la deuda ganan influencia en todo el mundo.
Mientras tanto, Estados Unidos, el accionista dominante del Banco Mundial, ha bloqueado el aumento de la capitalización del grupo, para evitar que China gane más influencia con una mayor cuota de capital.
El Banco Mundial subvenciona la financiación privada
El Banco Mundial ha revisado sus fracasados planes anteriores a medida que se acelera el calentamiento global, con consecuencias cada vez peores, especialmente para el Sur global. Desde inicios de 2023 comenzó a establecer un nuevo plan mediante lo que denominó: La Hoja de Ruta: Evolución de la misión, las operaciones y los recursos del Grupo del Banco Mundial.
La organización europea de la sociedad civil Eurodad advierte de que, aunque trata de incorporar consideraciones climáticas, la hoja de ruta no aborda las continuas contradicciones de sus operaciones. Lo más preocupante es que cada vez más financiamiento comercial privada se presenta como financiación para el desarrollo y/o el clima.
A pesar de ser uno de los mayores prestamistas públicos del mundo, el Banco Mundial ha tardado en proporcionar financiamiento para el clima, y ya lleva años de retraso. Ni siquiera está alineado con los objetivos no vinculantes del Acuerdo de París sobre cambio climático de 2015, ¡y las nuevas operaciones no se alinearán hasta mediados de 2023!
Peor aún, las filiales del Grupo, la Corporación Financiera Internacional y el Organismo Multilateral de Garantía de Inversiones no estarán alineadas hasta mediados de 2025, ¡una década después del Acuerdo de París! Además, su definición de financiación climática, sus datos y su estrategia corporativa siguen siendo controvertidos y poco útiles.
De hecho, el Banco Mundial ha empeorado la crisis climática, por ejemplo, al proporcionar 16 000 millones de dólares de financiamiento a proyectos para combustibles fósiles desde 2015. Su participación en proyectos del Mecanismo para un Desarrollo Limpio implica un grave conflicto de intereses, ya que se beneficia de la crisis climática mientras la empeora.
El Grupo del Banco Mundial pretende movilizar capital privado con estrategias de reducción del riesgo, como la financiación mixta. En lugar de utilizar el financiamiento público para ofrecer condiciones favorables a quienes lo merezcan, los fondos públicos harán así más rentable la financiación comercial.
A pesar de los muchos motivos de preocupación y cautela, el cuestionado objetivo de «Maximizar el financiamiento para potenciar el desarrollo» de 2017 del Banco promueve la financiación comercial como principal fuente de financiamiento para el desarrollo y el clima.
El Grupo afirma que quiere que la financiación comercial privada tenga un mayor impacto en el desarrollo y el clima. Esto está sin duda en consonancia con el credo del Banco de que solo el sector privado puede superar la crisis climática a pesar de ser su principal facilitador, si no causa.
Muchos países del Sur consideran que las iniciativas del expresidente del Banco Mundial, Jim Yong Kim (2012-2019), y del exgobernador del Banco de Inglaterra, Mark Carney (2013-2020), fueron en materia de financiamiento “mucho ruido y pocas nueces”. Permitir que las empresas con ánimo de lucro lleven la voz cantante no puede ser la solución, sino que puede agravar el problema.
¿El camino a seguir?
Los líderes de los países en desarrollo llevan tiempo reclamando una nueva arquitectura financiera internacional para abordar mejor los retos climáticos y de desarrollo, con el apoyo de la sociedad civil, especialmente en el Sur global.
Sin una definición multilateral consensuada de financiamiento para el clima, los gobiernos y las empresas están maquillando de verde sus abusos financieros etiquetando sus operaciones financieras como constitutivas de financiamiento para el clima y el desarrollo.
Mientras las naciones pobres de la zona tropical y subtropical sufren las peores consecuencias de la aceleración del calentamiento global, solo el reconocimiento multilateral de la necesidad de reparaciones financieras para hacer frente a las pérdidas y daños históricos y contemporáneos.
Es poco probable que el financiamiento climático necesario sea aportado voluntariamente por los principales responsables de la crisis climática. Como mínimo, las naciones ricas deberían apoyar a corto plazo la emisión regular de Derechos Especiales de Giro del Fondo Monetario Internacional, dentro de las limitaciones impuestas por la probable desaprobación del legislativo Congreso estadounidense.
Estos deberían reasignarse urgentemente al financiamiento climático en condiciones favorables en los próximos años, dando prioridad a las necesidades de adaptación de las naciones en desarrollo, priorizando las pérdidas y daños acumulados debidos a la crisis climática.
Mientras tanto, Eurodad insta a penalizar al sector privado del Norte global industrial por no cumplir sus promesas de reducción de emisiones de carbono, ya que es responsable de más de 90 % del exceso de emisiones de los GEI.
También ha pedido que se proporcione un espacio de desarrollo para que los países del Sur progresen, y que se reoriente el modelo de desarrollo del Banco hacia las reparaciones climáticas, especialmente para África, los países menos desarrollados y los pequeños estados insulares en desarrollo.
Pero el plan del Banco Mundial no ofrece grandes mejoras, sino más de lo mismo. En su lugar, el Banco debería ayudar a las Naciones Unidas a diseñar y aplicar un marco global de seguimiento y presentación de informes para toda la financiación para el desarrollo y el clima, incluida la privada.
Al reconocer las desigualdades internacionales e intergeneracionales del recalentamiento planetario, el Banco Mundial puede llegar a ser mucho más equitativo garantizando que todas las naciones se desarrollen de forma sostenible al tiempo que abordan la crisis climática.
Para ello, deberá respetar los principios de que quien contamina paga y de responsabilidades comunes pero diferenciadas, consagrados en los acuerdos internacionales sobre el clima.
T: MF / ED: EG / IPS NOTICIAS
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