Kodak fue durante la mayor parte del siglo XX la empresa más icónica en el mundo de la fotografía, con sus innovadoras cámaras y rollos fotográficos dominando casi sin competencia el mercado a nivel global. Pero al final del siglo, esta legendaria compañía inició un prolongado declive que culminaría en su desaparición, al no adaptarse a tiempo a la era digital.
El inicio del fin se remonta a 1975, cuando el ingeniero Steve Sasson, trabajando en los mismos laboratorios de investigación de Kodak, inventó la primera cámara digital. Este extraordinario avance permitía tomar fotografías sin necesidad de película, anticipando la disrupción venidera.
Cuando Sasson compartió entusiasmado su invento, uno de los altos directivos de Kodak desestimó la cámara digital preguntando con escepticismo: “¿Quién va a querer hacer fotos que no se pueden ver en papel?”.
“La reacción de la dirección de Kodak fue de curiosidad y escepticismo, ya que no parecía un gran invento”, declaró Sasson. “No teníamos la sensación de haber inventado algo. La sensación era que se trataba de una visión muy aterradora de lo que podría ser posible en el futuro”.
Esa monumental falta de visión resultaría fatal para Kodak.
Pese a que sus propios laboratorios estaban creando tecnologías digitales claramente revolucionarias, Kodak se aferró terca y obstinadamente a su altamente rentable negocio de la película o rollos de fotos, resistiéndose por años a explorar verdaderamente esas innovaciones, por temor a que pudieran canibalizar sus jugosas ganancias anuales.
Ya en 1981, ante la aparición de las primeras cámaras digitales de la competencia, Kodak encargó un estudio que pronosticó correctamente que la adopción masiva de lo digital tomaría tiempo, dándoles al menos una década para adaptarse. Pero Kodak desaprovechó esa valiosa década de oportunidad.
En vez de prepararse para la era digital, Kodak dedicó esos años bisagra a emplear la creciente tecnología digital sólo para tratar de mejorar sus sistemas y productos aún plenamente anclados en la tradicional película fotográfica, en lugar de reconvertirse decisivamente hacia el futuro.
Esta resistencia suicida a adaptarse se agravó con decisiones gerenciales desacertadas como adquirir una farmacéutica en vez de reestructurarse, y designar gerentes generales renuentes al cambio tecnológico.
Para cuando Kodak finalmente quiso reaccionar ante el inminente tsunami digital, era demasiado tarde. En cuestión de unos pocos años, la adopción masiva de la fotografía digital por el público provocó el colapso abrupto de su antiquísimo negocio basado en la película. Así, en 2012, tras dominar el mundo de la imagen durante más de 130 años, Kodak se vio obligada a declararse en bancarrota.
Los expertos coinciden en que Kodak fracasó principalmente debido a cuatro deficiencias interrelacionadas en su capacidad de adaptarse a nuevas tecnologías disruptivas:
1. Falta de una mentalidad abierta al cambio por parte de su liderazgo corporativo.
2. Visión fragmentada entre las innovaciones de sus laboratorios y las necesidades comerciales.
3. Inercia e incapacidad para rediseñar rápidamente el negocio.
4. Malas decisiones estratégicas por parte de la gerencia.
Kodak ignoró todas las señales y perdió una década de oportunidad dorada para reconvertirse. Su caso constituye un aleccionador ejemplo de los severos riesgos que afrontan las empresas que, cegadas por el éxito, se aferran obstinadamente al pasado en lugar de evolucionar con visión de futuro y aceptar la disrupción creativa.
La tozuda falta de visión y apego a tecnologías del ayer que demostró Kodak al desestimar la cámara digital cuando surgió, precipitaron su caída tras décadas de dominio absoluto. Ninguna empresa, por poderosa y exitosa que haya sido, está exenta de desaparecer si no evoluciona de forma ágil y creativa ante las transformaciones de su mercado.
La revolución de la inteligencia artificial genera el mismo tipo de disrupción que la era digital representó para Kodak en el mundo de la fotografía. Del mismo modo que Kodak ignoró las claras señales y se resistió tercamente a explorar la fotografía digital, muchas compañías hoy corren el riesgo de cometer errores similares frente al avance imparable de la IA.
La IA no debe verse como una amenaza, sino como una herramienta que permite innovar y ser más ágiles y disruptivos. Las empresas que sepan aprovecharla tendrán una ventaja competitiva frente a las más lentas en adoptarla. Y no se trata solo de grandes corporaciones, sino que startups que apliquen IA de forma creativa podrán disruptir industrias enteras.
Los directivos deben aprender de los fracasos del pasado y abrazar la innovación habilitada por IA, en lugar de verla como una amenaza al status quo. Hay que crear espacios seguros para que los empleados experimenten con estas nuevas tecnologías, fomentar la adopción de ideas en toda la organización, y contar con sólidos cimientos de datos.
Las empresas que aprendan a sacar partido de la IA de forma ágil y creativa, como hizo Sony con la fotografía digital, lograrán posicionarse a la vanguardia de sus industrias. Pero aquellas que ignoren su impacto disruptivo, como Kodak, corren el riesgo de quedar rezagadas y desaparecer.
La IA representa una nueva era de innovación que ninguna compañía puede darse el lujo de ignorar.
Steve Sasson, nacido en Brooklyn, Nueva York, mostró desde temprana edad un interés por la electrónica, construyendo una radio amateur a los 13 años. Estudió en la Brooklyn Technical High School y obtuvo tanto una licenciatura como una maestría en el Rensselaer Polytechnic Institute.
Tras graduarse, se unió a Eastman Kodak Company en un laboratorio de investigación, donde se le encomendó encontrar un uso práctico para el dispositivo de carga acoplada (CCD).
Durante un año, Sasson trabajó en la creación de una cámara totalmente eléctrica sin partes móviles, produciendo la primera cámara digital en diciembre de 1975. A pesar de su éxito, Kodak fue reacia a adoptar la tecnología, lo que resultó costoso para la compañía.
Sin embargo, Sasson continuó trabajando en la tecnología de cámaras digitales y fue galardonado con la Medalla Nacional de Tecnología e Innovación por el Presidente Barack Obama.
En el video titulado “Progress Through Disruption: The Steve Sasson Story”, Sasson comparte su historia de vida y cómo la innovación ha impactado su carrera. Se describe como una persona curiosa, interesada en la electrónica y la comunicación a distancia.
Relata una anécdota de su juventud en la que transmitió fuera de la banda permitida como operador de radioaficionado, lo que resultó en una carta de la Comisión Federal de Comunicaciones de Estados Unidos (FCC). Esta experiencia fue su primer encuentro con ser disruptivo, una característica clave de su carrera profesional.
Al unirse a Kodak, fue asignado a explorar nuevas formas de imágenes. A pesar de su falta de conocimientos en ingeniería mecánica, decidió eliminar toda complejidad mecánica y construir una cámara sin partes móviles, una idea en desacuerdo con la misión fundamental de Kodak.
Describe cómo la idea de una cámara digital parecía distante en ese momento, pero su visión se hizo realidad. Recuerda un momento en 1998 en Yellowstone, donde observó a la gente preparando diversos dispositivos para capturar la erupción de Old Faithful. (Old Faithful es uno de los casi 500 géiseres del parque Nacional de Yellowstone)
El inventor enfatiza la importancia de desafiar las suposiciones de las generaciones anteriores para lograr progresos, una filosofía que ha guiado su enfoque innovador a lo largo de su carrera.
Actualmente, dedica su tiempo a promover la creatividad e inspirar a los estudiantes a mejorar el mundo a través de soluciones innovadoras.
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