La extrema polarización entre republicanos y demócratas provoca una acelerada segregación. Familias buscan radicarse en Estados afines a sus ideas políticas.
Mirta solo habla con sus vecinas de temas triviales. Sabe que en su barrio cerrado cerca de Miami, donde solo pueden residir mayores de 55 años sin hijos, la conocen como “la comunista”.
Tiene ciudadanía estadounidense, aunque nació en Cuba. Desde hace cuatro años se cuida y mucho de hablar de política, igual que cuando vivía en la isla. “En las últimas elecciones, en una reunión informal con otras mujeres residentes del complejo, comenté que iba a votar a los demócratas. Desde entonces soy ´la comunista´. Estoy apestada”, dijo a TN esta mujer que reside en la Florida desde hace casi 20 años y que elige pasar cada vez más extensas temporadas en casa de su hija, quien vive en Madrid.
Mirta no se llama Mirta y su hija no vive en España. Pero tiene miedo de dar detalles, y mucho menos su nombre, por “las dudas”, como le sucede a muchos cubanos a los que se le consulta su opinión en cualquier calle de La Habana.
“En Miami en particular, y en la Florida en general, si tu eres demócrata eres comunista y si eres republicano eres lo mejor que hay en el universo. No hay medias tintas. Si tú te preocupas por la gente, eres comunista. Y ser comunista es ser apestado. No importa cuánto tú les expliques. Entonces te tienes que cohibir. No puedes decir nada. Tienes que pensar sencillamente que si hablas te van a agredir”, contó.
Esta grieta se percibe a simple vista mucho más profunda que la que se vive en la Argentina. De hecho, según un extenso reportaje de la agencia de noticias AP, en el país está creciendo el fenómeno de las migraciones ideológicas: familias que se mudan a Estados afines a su pensamiento político.
Los estadounidenses temen expresarse en estados donde se sienten oposición
Erica Costalonga es argentina y vive en un pueblo a una hora de Nueva York, donde la mayoría de la población se identifica con los demócratas. “No se habla de política para no crear discordia entre vecinos, amigos y conocidos”, dijo a TN.
Esta situación se repite en muchos estados del país. Tim Kohl y su esposa Jennifer eligieron mudarse de Los Angeles, un bastión demócrata, a un suburbio de Boise, en Idaho, gobernado por los republicanos. Lo primero que hicieron en su nueva casa fue desplegar una enorme bandera de Estados Unidos y un estandarte de la Thin Blue Line (Delgada Línea Azul), que representa a las fuerzas de seguridad. Antes, “teníamos miedo de desplegarlas”, dijo.
Por el contrario, sus nuevos vecinos se acercaron no solo para saludarlos, sino para felicitarlos por las banderas.
Leah Dean es el caso contrario. Vivía en Texas, uno de los estados más conservadores. Tenía mucho miedo de desplegar en la puerta de su casa una pancarta a favor del derecho al aborto. Pero se mudó junto a su pareja a Denver, en Colorado, un bastión demócrata. Ahora, en su nueva casa flamea la bandera del orgullo gay. “Nos sentimos cómodas siendo nosotras mismas”, comentó.
Estados Unidos vive un raro fenómeno de segregación ideológica
Esta segregación interna está dividiendo al país en estados republicanos o demócratas. Si este fenómeno se impone y crece, los resultados de las elecciones se repetirán cada cuatro años, ya que en Estados Unidos no gana la presidencia el candidato con más votos, sino el que obtiene más delegados. Cada Estado otorga un número aleatorio de representantes. El que obtenga el mayor número es electo presidente, más allá si su rival fue el más votado, como ocurrió con Hillary Clinton en las elecciones de 2019 que ganó Donald Trump.
Los ejemplos son contundentes. Un solo partido controla el Congreso estatal completo en todos los estados, salvo en dos. En 28 estados, el partido mayoritario tiene una mayoría cualificada (dos tercios) en al menos una cámara legislativa.
La división ideológica es cada vez más marcada. El aborto es el ejemplo más lapidario. Algunos territorios lo prohíben en forma total. Idaho criminalizó incluso la ayuda a una menor a viajar a otro estado para someterse a una interrupción voluntaria del embarazo. Mientras tanto, en otros es legal y sin restricciones. En Colorado reciben a mujeres de otros estados que buscan este tipo de procedimientos.
Según AP, Colorado e Idaho representan dos polos de la homogeneización política a nivel estatal. Ambos territorios están siendo transformados por una afluencia de residentes con ideas ideológicas afines
Hoy Colorado es un estado demócrata. En los últimos años tuvo un enorme crecimiento poblacional de personas con ideas progresistas. Por su lado, Idaho también atravesó una explosión demográfica en sentido inverso: giró aún más a la derecha. Hoy es un faro para los estadounidenses que idealizan a Donald Trump.
Los estadounidenses que eligen mudarse a estados ideológicamente afines tienen en cuenta cuestiones como el aborto, las armas y la orientación política del gobierno local. Y como en todo fenómeno migratorio hay una oportunidad de negocios, ya proliferan empresas dedicadas a ayudar a estas personas a mudarse.
Hay dos ejemplos bien conocidos. Blue Line Moving, que está dirigida a familias que se van de estados demócratas a Florida, y un agente inmobiliario de Dallas que asesora a personas LGTB+ a salir del ultraconservador Texas.
Pero el colmo se palpa en zonas donde las personas se sienten mayoritariamente opuestas a la ideología de su propio estado y observan como los territorios vecinos representan sus ideales. El este conservador de Oregón, un estado demócrata, es un ejemplo. Un movimiento impulsado por el ciudadano Mike McCarter buscó sin éxito que su condado se anexara al conservador y republicano Idaho.
McCarter vive en La Pine, en la parte rural y menos poblada del estado, considerado el lado republicano de Oregón. Su movimiento Move Oregon’s Border (Movamos las fronteras de Oregón), representa al ala conservadora del estado. “Las autoridades no escuchan nuestras preocupaciones, no entienden nuestro estilo de vida”, resumió Sandie Gilson, dueña de una inmobiliaria rural, citada por la CBS.
No es un fenómeno nuevo. Al fin y al cabo, las secesiones han estado siempre presentes desde el comienzo de la historia estadounidense.
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