Lo hicieron instituciones de Estados Unidos, Israel y Alemania, y participó un científico argentino. Contaron con el apoyo de la NASA. Por qué es una herramienta para decidir sobre los ecosistemas y prevenir brotes por patógenos.
Uno de los grandes desafíos de la humanidad es encontrar a tiempo al patógeno que podría propagarse y generar otra pandemia, como la que provocó el coronavirus que causa la enfermedad COVID-19.
Para la Organización Mundial de la Salud (OMS) aún sigue existiendo la amenaza de que surja otra variante del coronavirus o de que aparezca otro patógeno con un potencial aún más mortal.
“Cuando la próxima pandemia llame a la puerta -y lo hará- debemos estar preparados para responder de forma decisiva, colectiva y equitativa”, dijo Adhanom Ghebreyesus, el director general de la agencia sanitaria.
Con un subsidio de la agencia espacial NASA, un equipo de investigadores de instituciones de los Estados Unidos, Israel y Alemania, que incluyó al científico argentino Sebastián Martinuzzi, consiguió crear el primer mapa mundial de las zonas en las que confluyen viviendas de los seres humanos en áreas rurales o forestales. Publicaron el estudio en la revista Nature.
En esas zonas, que técnicamente se llaman interfaz urbano-rural, forestal o silvestre, confluyen asentamientos humanos y la naturaleza. Allí podrían ocurrir escapes de patógenos desde otras especies a las personas y dar lugar a brotes de enfermedades conocidas como “zoonosis”.
La mirada puesta en esas zonas también es clave porque hay riesgos de que se generen incendios de vegetación y la pérdida de biodiversidad de los ecosistemas.
El grupo de investigación consideró que cada “interfaz urbano-rural o forestal” es cualquier lugar en el que haya al menos una casa por cada 16 hectáreas y que además esté cubierto en un 50% por vegetación silvestre como árboles, matorrales, pastizales, humedales herbáceos, manglares, musgos y líquenes.
El primer autor del estudio fue Franz Schug, investigador postdoctoral del Departamento de Ecología Forestal y de la Fauna Silvestre de la Universidad de Wisconsin-Madison, explicó inicialmente las zonas de interfaz fueron usadas por el Servicio Forestal para ayudar en la gestión de incendios de vegetación en el oeste de Estados Unidos.
Durante los años pasados, las áreas de interfaz sólo se habían detallado en los Estados Unidos y en algunos otros países desarrollados. Por lo cual, había una laguna en el conocimiento en el resto del mundo, y para eso utilizaron la cartografía de alta resolución e hicieron el mapa de las áreas de interfaz urbano-rural/forestal del planeta.
Esas áreas cubren sólo el 4,7% del territorio de la Tierra. Parece poco. Pero en ellas vive aproximadamente la mitad de la población humana. Son zonas en las que se construyen edificios dentro o cerca de la vegetación silvestre.
Según Volker Radeloff, profesor de ecología forestal y coautor, el cambio climático podría aumentar el potencial de tensiones ambientales en las áreas de interfaz urbano-rural. También el crecimiento de la población incrementa la frecuencia con la que los seres humanos y las zonas silvestres entran en contacto en muchos lugares.
Para llevar a cabo el mapa, los investigadores configuraron un programa informático y tardaron tres meses en analizar todos los datos y marcar las regiones que podían considerarse de “interfaz”. Los datos sobre la ocupación del suelo y los edificios que se introdujeron en el ordenador procedían de bases de datos públicas y se almacenaron en grandes servidores.
Encontraron que no todas las zonas de interfaz urbano/rural o forestal del mundo tienen el mismo aspecto ni los mismos tipos de ecosistemas.
En la Argentina, Polonia, y Portugal, ya se habían realizado estudios locales sobre áreas de interfaz, que fueron considerados para hacer el mapa global. De acuerdo con los doctores Radeloff y Schug el nuevo mapa será “una herramienta que puede ayudar a los gestores del territorio de todo el mundo a saber dónde tienen que estar atentos en el futuro”.
A medida que cambie el clima, más personas y animales entrarían en contacto por primera vez y habría más oportunidades para la propagación de enfermedades. También habría más chances de que se produzcan incendios. Por eso, los investigadores esperan que se hagan más estudios regionales y que se capacitando a los gestores locales del territorio para prepararse mejor ante el cambio climático y el riesgo de zoonosis.
“Me parece un estudio muy completo. Es la primera vez que se hace un mapa global de las áreas de interfaz urbano-rural, con las características estructurales y de vegetación de cada lugar”, opinó al ser consultado por Infobae el doctor Guillermo Defossé, investigador principal de Conicet y director del Centro de Investigación Esquel de Montaña y Estepa Patagónica (CIEMEP), en Esquel, Chubut, en la Argentina. Defossé estudió las áreas de inferfaz en Patagonia asociadas al riesgo de incendios.
“El grupo que realizó el trabajo de la Universidad de Wisconsin-Madison se destaca por hacer mapas que determinan áreas de interfaz urbano-rural en un sentido amplio, general y con mucha precisión”, señaló.
El riesgo de escape de patógenos existe. “El estudio publicado en Nature es relevante y trata una temática de gran actualidad en el marco de la interfase humano-animal-ambiente que es la piedra basal del concepto, enfoque y abordaje de “Una Salud”, opinó Ricardo Rodríguez, director de la carrera de ingeniería de alimentos de la Universidad Nacional de San Martín (UNSAM) y docente de la maestría en Prevención y Control de las Zoonosis de la Universidad Nacional del Noroeste de la provincia de Buenos Aires (UNNOBA), en diálogo con Infobae.
Para reducir el riesgo de futuras pandemias, Rodríguez puntualizó que se necesita establecer “vigilancia y estrategias de respuesta, y fortalecer y mejorar el uso de las tecnologías de la información”. También se deberían consolidar las redes de laboratorios para la vigilancia, apoyo y realización de actividades de respuesta y mejorar la situación de los recursos humanos.
“Se debería también mantener en forma permanente un panel internacional de expertos técnicos para monitoreo, prospectiva, y análisis de situación y tendencias de las fuerzas impulsoras en los agentes y zoonosis emergentes”, remarcó el experto.
El año pasado, Aaron Bernstein de la Escuela de Salud Pública de la Universidad de Harvard junto con Mariana Vale, de la Universidad Federal de Río de Janeiro, en Brasil y del Panel Intergubernamental de Cambio Climático, y otros colaboradores habían advertido sobre los riesgos de saltos de los patógenos desde los animales a las personas.
Probablemente los escapes “han desencadenado todas las pandemias virales que se han producido desde principios del siglo XX”, escribieron en Nature.
Los investigadores aclararon que con una inversión de 20.000 millones de dólares al año se podría reducirse considerablemente el riesgo de propagación de patógenos.
“Esta es la cantidad necesaria para reducir a la mitad la deforestación mundial en los focos de enfermedades infecciosas emergentes; reducir drásticamente y regular el comercio de animales salvajes; y mejorar enormemente la capacidad de detectar y controlar las enfermedades infecciosas en los animales de granja”, afirmaron.
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