El libro del profeta Amós es una constante denuncia de pecados relacionados con la opulencia, la opresión a los pobres y una religiosidad pomposa carente de amor.
Dios no siempre llama a “profesionales” para una tarea especial. En Amós vemos a un hombre del campo, que toda su vida había transcurrido cuidando animales (bueyes) ya que se autodenomina boyero y recolector de higos (7.4)
La época en que profetiza es alrededor de unos 30 años antes de la caída y cautividad de las tribus del norte por los Asirios. El rey del norte era Senaquerib II, hijo de Joás, y el sacerdote de Betel tenía el nombre de Amasias.
Algo interesante es que sus profecías estaban dirigidas a las naciones enemigas, también a Judá, pero especialmente a Israel (las tribus del norte). Amós era de Tecoa una pequeña localidad cerca de Jerusalén en el reino del sur. Esto significa que fue a profetizar a una nación de la cual no era ciudadano, sino un extranjero (las tribus del norte).
Denuncia la injusticia social
Vemos en todo el libro del profeta Amós una constante denuncia mayormente a pecados que tienen que ver con la opulencia, la opresión a los pobres y a una religiosidad pomposa pero carente de amor.
Veamos solo algunos versículos que revelan el tema:
- “Venden al justo por monedas, y al necesitado, por un par de sandalias. Pisotean la cabeza de los desvalidos como si fuera el polvo de la tierra, y pervierten el camino de los pobres”. (2.6-7)
- “Acumulan en sus fortalezas el fruto de la violencia y el saqueo; no saben actuar con rectitud” (3.10)
- “Ustedes odian al que defiende la justicia en el tribunal y detestan al que dice la verdad. Por eso, como pisotean al desvalido y le imponen tributo de grano, no vivirán en las casas de piedra labrada que han construido, ni beberán del vino de los selectos viñedos que han plantado… Ustedes oprimen al justo, exigen soborno y en los tribunales atropellan al necesitado”. (5. 10-12)
El texto revela algunos aspectos relacionados a la opulencia:
- “Derribaré tanto la casa de invierno como la de verano; serán destruidas las casas adornadas de marfil y serán demolidas muchas mansiones” (3.15)
Referente a las mujeres proclama:
- “Oigan esta palabra ustedes, vacas de Basán, que viven en el monte de Samaria, que oprimen a los desvalidos y maltratan a los necesitados, que dicen a sus esposos: ¡Tráigannos de beber!” (4.1).
No estoy muy seguro porqué llama de “vacas” a las señoras tan elegantes, pero habrá tenido sus razones.
Contra la religiosidad vacía carente de sentido
A partir del capítulo 4 Amós trata de manera brillante el calamitoso estado espiritual de la nación del norte. En este sentido cabe señalar que Israel había abandonado el culto de Jehová en Jerusalén y realizaron una mezcla o sincretismo religioso con santuarios en diferentes lugares como Samaria, Betel y Guilgal.
Notamos que a pesar de la apostasía el Señor sigue enviando a sus mensajeros a esta nación.
El Señor rechaza sus sacrificios, sus ofrendas y sus diezmos (4. 4-5). En el capítulo 5 el Señor condena a las personas que pasan hablando y deseando “el día del Señor”. Es muy interesante realizar un paralelismo con muchos cristianos de la actualidad.
«Detesto y aborrezco sus fiestas religiosas; no me agradan sus cultos solemnes. Aunque me traigan holocaustos y ofrendas de cereal, no los aceptaré, ni prestaré atención a los sacrificios de comunión de novillos cebados. Aleja de mí el bullicio de tus canciones; no quiero oír la música de tus cítaras. ¡Pero que fluya el derecho como las aguas, y la justicia como arroyo inagotable! (5. 21-24)
No me imagino que ocurriría si hoy se levanta un profeta y dice estas palabras en medio del bullicio musical de algunas congregaciones. No digo que la música esté mal, pero tal vez deberíamos preguntarnos si hay un significado más profundo que el mero levantar las manos, aplaudir, o caer al suelo.
Hay un llamado en el capítulo 6 a todos aquellos que “viven tranquilos”. Esta tranquilidad no tiene nada que ver con la verdadera paz que viene del Señor.
- “Ustedes que se acuestan en camas incrustadas de marfil y se arrellanan en divanes; que comen corderos selectos y terneros engordados; … improvisan canciones al son de la cítara e inventan instrumentos musicales; que beben vino en tazones y se perfuman con las esencias más finas” (6. 4-6)
En medio de todas estas declaraciones de Amós, el principal sacerdote de Israel, Amasías, tiene un ataque de ira. No soportó más tanta revelación de Dios:
“Entonces Amasías, sacerdote de Betel, envió un mensaje a Jeroboán rey de Israel: «Amós está conspirando contra ti en medio de Israel. El país ya no aguanta tanta palabrería de Amós… Entonces Amasías le dijo a Amós: —¡Largo de aquí, vidente! ¡Si quieres ganarte el pan profetizando, vete a la tierra de Judá!” (6. 10-13).
En los capítulos posteriores Amós tiene una serie de visiones donde se compara la caída de Israel con una plaga de langostas, un incendio, una plomada, una canasta de frutas maduras y el desmoronamiento de una ciudad.
Repentinamente el libro da un giro comunicacional y termina con un mensaje de esperanza y restauración para el remanente de la nación (9. 11-15).
Yo personalmente creo que Amós tiene mucho que decirnos hoy llamándonos a cada uno a realizar una profunda introspección referente a nuestras motivaciones referente al uso de nuestras aspiraciones al iniciar un año nuevo. ¿Son nuestras prioridades el “estatus social” o el “estatus religioso”?. ¿Cómo se encuentra nuestra vida, y nuestra comunicación ante las denuncias del profeta Amós? ¿Podemos arrepentirnos y poner a Dios en primer lugar y dejar de lado las apariencias?
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