La cobertura de la Copa Mundial Femenina promete ser la mayor en la historia del país. Todos los partidos de la selección brasileña serán transmitidos por TV abierta. Con retransmisiones por televisión por cable y por internet, será posible seguir los 64 partidos de la competición. Creada por la FIFA en 1991, la Copa Mundial Femenina llega a su novena edición. Pero solo será la tercera vez que los partidos serán televisados en vivo en Brasil.
¿Por qué sólo en pleno siglo XXI, en un deporte que existe desde hace 160 años, la categoría femenina ha conseguido alcanzar este nivel de visibilidad? Autora de una tesis doctoral que buscó comprender el borrado de la práctica del fútbol por parte de las mujeres a lo largo de los años, la investigadora de la Universidad Federal Fluminense (UFF), Nathália Pessanha, observa que, durante casi cuatro décadas, estaban legalmente impedidas de practicar el deporte en Brasil.
La prohibición estaba contenida en el decreto que creó el Consejo Nacional de Deportes, firmado en 1941 por el entonces presidente Getúlio Vargas, y que recién fue revocado en 1979.
El fútbol jugado por mujeres creció como deporte a fines de la década de 1930, con la formación de equipos con trabajadoras, principalmente en los suburbios de Río de Janeiro y São Paulo. En ese momento, aparecieron discursos que apuntaban a prohibir su práctica. En su tesis, Nathália argumenta que los objetivos de la prohibición iban más allá del fútbol mismo.
Decreto Vargas
Discursos de distintos ámbitos llegaron a reforzar la idea de que las mujeres no podían jugar al fútbol, reflejando también una tendencia en otros países como Alemania e Inglaterra. Comprometer la “feminidad” de una mujer era otra preocupación, dice. El decreto del gobierno de Vargas estableció que las mujeres no podían practicar deportes que no estuvieran asociados a su naturaleza.
Incluso con la prohibición oficial y la consiguiente falta de inversión, las mujeres brasileñas continuaron encontrando formas de practicar el deporte. El fútbol femenino también floreció fuera del país, con lo que Nathália llamó copas clandestinas, en las que Brasil no participó, a pesar de estar invitada. Hubo dos ediciones, en Italia en 1970, y en México, en 1971, que no contaban con el sello de la FIFA.
Los esfuerzos realizados a lo largo de los años para impedir que las mujeres jueguen al fútbol tienen efectos tanto simbólicos como prácticos. El símbolo es lo que dejó grabado en la mente de tantas personas que el fútbol no es un deporte que deba ser practicado y disfrutado por mujeres.
En el lado práctico, Nathália menciona los impactos también visibles que diferencian el desarrollo del fútbol practicado por hombres y mujeres.
Las marcas de las diferencias de trato también están en los espacios de la memoria, como las paredes del Museo de la FIFA, en Suiza, que la investigadora visitó durante su encuesta. Mientras que para las Copas masculinas hay gradas para cada una de las ediciones, para las femeninas, cada grada tiene únicamente dos Mundiales protagonizados por ellas.
EBC
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