El reconocido filósofo surcoreano Byung-Chul Han ostenta una teoría en la que se refiere al “optimismo tóxico”; una forma de pensamiento que promueve la positividad constante, la negación del sufrimiento y la presión para mantener una actitud positiva en todo momento.
Como tratamos en el artículo anterior, Byung-Chul Han centra toda su obra en una profunda crítica a la “agotada” sociedad contemporánea y la consecuente erosión de las relaciones humanas.
Así como en la “Sociedad del Cansancio” (2010), Han aborda el tema del “exceso de positividad y optimismo” en su libro “La Agonía de Eros” (2012), argumentando que esta actitud tiende a tener efectos negativos en la salud y hasta podría atentar contra la existencia misma.
Es que el énfasis en el pensamiento positivo puede llevar a la negación de problemas reales y a “una falta de atención a aspectos importantes de la vida”.
En este sentido, el filósofo explica que “el imperativo de estar siempre positivo” puede generar una presión psicológica en las personas e incrementar la sensación de fracaso o culpa cuando no se pueden mantener altos niveles de optimismo por un tiempo prolongado, al entender -erróneamente- que la existencia gira alrededor de un estado de euforia y satisfacción constante.
Para Han, el “optimismo tóxico” también está vinculado a la cultura del rendimiento y del exceso de trabajo, donde la búsqueda constante de éxito puede llevar a la ansiedad y a una sensación de agotamiento.
Consecuentemente, el agotamiento acelera la caída en depresión de las personas y da lugar a la apatía y desmotivación, a raíz de la creciente insatisfacción general con la vida misma, o con los distintos escenarios -no deseados o imprevistos- que emanan de ella.
La evasión forzosa de las emociones negativas (no reconocer los límites de uno mismo) lleva a su vez al afectado a convertirse en un elemento de riesgo para sí, su entorno e incluso para la cohesión social.
Siempre en la visión de Han, esta situación tiende a dar forma a una sociedad compuesta por individuos que hacen todo lo posible en pro de evitar enfrentar “problemas y dificultades reales”, que se obsesionan por el consumo y la adquisición de bienes materiales, lo que provoca una búsqueda insaciable de satisfacción externa y una pérdida del sentido de la auténtica felicidad.
La teoría de Han insiste en que las emociones negativas (sufrimiento y dolor) son aspectos inherentes de la experiencia humana, imposibles de omitir.
Es importante aclarar que esta teoría no defiende una negatividad permanente o pesimista, sino más bien destaca la importancia de no negar ni reprimir las emociones negativas, ya que estas juegan un papel esencial en el desarrollo humano, el autoconocimiento y la comprensión de uno mismo y de los demás.
Entonces, aceptar los sentimientos negativos -y enfrentarlos adecuadamente- nos ayuda a construir una vida emocional más equilibrada y enriquecedora, sobre todo “una postura saludable en la forma de abordar la vida, reconociendo y enfrentando los aspectos difíciles y dolorosos junto con los positivos”.
Por Gonzalo Cáceres / UH
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