Fernando Gómez Kostecki recorre las entrañas de uno de los lugares más peligrosos del mundo con los turistas. Entre las bandas, el narcotráfico y la Ley del Talion se esconde un paisaje impactante de pequeñas casas y pasillos interminables. También se despejan los prejuicios.
Fernando Gómez Kostecki es el creador de uno de los tours más extravagantes -sino el más- de todo Brasil. El chaqueño de 30 años rompió con el esquema del Cristo Redentor y propuso algo disruptivo en Río de Janeiro: un paseo por las entrañas de la favela más grande de la capital brasileña.
Su contacto con Brasil comenzó en 2013, cuando tenía 20 años. Una Semana Santa en Río de Janeiro le bastó para enamorarse de la ciudad y querer regresar. Volvió dos veces -una por tres meses y otra por seis- y se convenció de que su vida estaba en Vidigal, como él dice, la favela “más cara” de Brasil.
Ocho años después, el 5 de enero partió para Brasil con su novia. En su auto, con poco más de US$100, la liquidación de su trabajo y lo ganado por haber vendido sus cosas, pasó por Corrientes e Iguazú y llegó el 17 de enero a Búzios. Estuvieron un tiempo, pero la experiencia no convenció a ninguno de los dos.
“El 13 de febrero llegamos a Río de Janeiro. Siempre el foco fue Vidigal. Desde que hace ocho años llegué un día a las 8 de la noche y me invadió el miedo de estar abajo de una favela”, relató Fernando, quien desde un primer momento le aseguró a su novia que iban a encontrar un departamento con vista al mar. Y lo encontraron: “Veo y escucho el mar cuando duermo, me despierto mirando el mar”, contó.
Al día siguiente de haber arribado a su nuevo hogar, decidió subir al morro y hacer un paseo por las entrañas de la favela de Vidigal. Jamás se imaginó que ese paseo es el trabajo que hoy hace todos los días. Primero incursionó en los puestos donde se alquilan las sillas y sombrillas, pero por precio y cantidad de horas el trabajo no le rindió.
Una charla con argentinos le cambió la perspectiva. “Yo a los argentinos que conocía les ofrecía que vengan a mi casa y a la favela. Hasta que unos mendocinos me ofrecieron pagarme para llevarlos a conocer Vidigal. Ahí me di cuenta de que lo que hacía era fácil, me encantaba y lo disfrutaba mucho”, relató a TN Fernando. No hubo más que pensar.
Cómo es el tour más caro por la favela más grande de Río de Janeiro
El recorrido cuenta con tres horarios distintos: el primero sale a las 4 de la mañana y llega a la cima del morro pasadas las 6 y media para ver el amanecer; hay un horario intermedio que es entre las 9 y las 13; y un tercero que sale a las 4 de la tarde y está dedicado a ver el atardecer. La excursión dura 5 horas y cuesta 150 reales por persona.
Fernando conoce de los peligros que conlleva el tour que hace, por lo que ofrece tres puntos de partida: la Plaza de Vidigal, el hotel Sheraton y el puesto 12. “Si algún cliente tiene miedo o no se anima a llegar a la favela por más que sepa que lo estoy esperando, entonces los levanto en el Sheraton y venimos caminando”, explicó.
Luego de un breve paseo en la plaza de Vidigal, comienza la aventura. Lo primero que hacen los turistas es subirse a un mototaxi (hombres en moto que te trasladan por los pasillos de la favela) y llegar al punto de partida para el ascenso al morro. Allí, el peligro se respira: “El recorrido dura dos minutos y los clientes tienen la posibilidad de filmar. En ciertos puntos pedimos que no filmen porque están las milicias de los narcotraficantes con armas y no quieren ser filmados”.
La imagen, paradójicamente, es tan peligrosa como segura. En los pasillos hay personas con armas de guerra tan grandes como si fueran de un videojuego; en la calle principal abundan los patrulleros y los policías. “Los turistas tienen miedo de que yo me vaya lejos”, relató Gómez Kostecki.
Poco más de 1500 metros separan la cima del morro del punto de partida del trecking. Durante la hora de recorrido que hay hasta el final se encuentran varios miradores en los que se puede ver la desigualdad de Río de Janeiro en su máxima expresión. De un lado, Sao Conrado, uno de los más caros de toda la capital que cuenta con condominos canchas de golf y hasta playa privada; del otro, Gávea, otro barrio privado con mansiones, piletas y un colegio americano con vidrios blindados. En el medio, la Rocinha, la favela más grande de Brasil.
En La Rocinha viven 80 mil personas y durante muchos años los enfrentamientos entre “facciones” -como le dicen a las bandas que manejan el narcotráfico en Brasil- eran moneda corriente. La inmensidad de la favela atrapa a los turistas que, desde el mirador, observan cómo los miles de casas parecen escalar el morro.
El último tramo es más empinado y más boscoso, pero para nada complejo. La cima del morro está a 533 metros de altura, pero el tour no termina ahí porque después van a tener que regresar por el corazón de la favela. En el medio, un paisaje admirable: “En la cima nos quedamos una hora porque el paisaje cambia todo el tiempo. Ya sea atardecer o amanecer, cada diez minutos hay un paisaje distinto”, contó Fernando.
Al regreso se vive otro de los momentos más peligrosos del tour: cuando llegan al punto más alto de la favela. “Ahí siempre les pido que estén atentos a la gente que hay, no porque sea mala, sino porque hay que saludar sí o sí. A medida que vamos caminando, los turistas se relajan”, explicó.
Previo paso por los bares más conocidos de la Rocinha, el descenso es por los pasillos de la favela y ahí llega el momento en que no se puede sacar fotos. “Siempre hay un patrullero con dos policías armados, pero cuando nos metemos al pasillo hay una persona con una radio y un arma escondida, más adelante tenés la boca de humo”.
¿Qué son las bocas de humo? Así lo explica Fernando: “Es una mesa de plástico como las de cualquier bar, donde hay un tarro grande de vidrio con marihuana y otros con pastillas y cocaína. Nos ha tocado pasar y ver personas con armas de guerra y granadas, las tienen colgadas en una cinta”. El recorrido termina donde comenzó: en la plaza de Vidigal.
La Ley del Talion y Pablo es… Escobar: cómo son los peligros de la favela más grande de Río de Janeiro
“¿Conocen a Pablo Escobar?”, es una de las primeras frases que dice Fernando Gómez Kostecki al iniciar el tour por Vidigal. El objetivo es sencillo: hacer referencia a las “facciones”, las bandas narco que dominan los pasillos de la favela más grande de Río de Janeiro.
El lenguaje en código lo utiliza para evitar problemas dentro de la Rocinha: “No me gusta hablar de facciones o de narcotráfico ahí adentro, no quiero generar un impacto negativo. Cuando aviso que no pueden sacar fotos les digo ´no podemos sacar porque está la gente de Pablo´”.
Fernando explicó a TN que al momento de vender el tour le advierte a los turistas que la favela es peligrosa, sin embargo, no saben que se van a encontrar con armas de guerra, drogas, granadas y más cosas. A la vez, el sostiene que no hay peligro: “Lo digo con los ojos cerrados y pongo las manos en el fuego en la afirmación”.
Sí reconoce que dentro de Vidigal existe una especie de “Ley del Talion”, basada en un principio de que el castigo está completamente ligado al delito que cometen. “Si robas te cortan una mano o el pie, es una especie de castigo ejemplar y con eso se siente la seguridad. No va a haber nunca un robo acá”, aseguró.
El contacto con las armas para Fernando es habitual y eso, de un modo u otro, asusta a los turistas. Cruzarse con armas de guerra, personas con granadas y frascos de distintas drogas no es para cualquiera, pero él está convencido de que el tour que realiza por las entrañas de la favela rompe con todos los prejuicios.
Ese quiebre con el prejuicio lo sostiene en una anécdota vivida con un grupo de turistas: “Estábamos caminando con un chico con la camiseta de Boca y uno de los milicias, con un arma de guerra en la mano, le dice que Flamengo era mejor que Boca. Y el chico se besó el escudo de Boca en la cara. Todo quedó en chicanas”.
“Lo que más me gusta ver y hacerles notar a los clientes es que cuando estamos esperando el mototaxi ellos tienen miedo de iniciar el paseo y cuando vuelven bajan tranquilos y saludan a las personas de la favela. Dejan el prejuicio arriba del morro”, cerró Fernando.
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