Annagreth Würgler recorría el noroeste argentino cuando la vieron por última vez, en agosto de 2004. El juez que investigó el caso fue condenado a perpetua por otro homicidio.
Annagreth Würgler, una joven suiza de 28 años, había viajado por todo Sudamérica con su mochila al hombro y una bicicleta roja. Así llegó a la Argentina en julio de 2004 y un mes después, el 29 de agosto, se esfumó cuando recorría la zona del desierto de Talampaya en La Rioja. Desde entonces, su nombre se convirtió para siempre en sinónimo de un misterio.
Aunque el cuerpo de la turista suiza nunca apareció, para la Justicia la asesinaron en medio de un ataque sexual. Tras una investigación viciada de llamativas irregularidades, fueron dos los principales acusados en la causa. A uno lo absolvieron en el juicio. El otro fue condenado a 18 años de prisión y salió en libertad tras cumplir las dos terceras partes de la pena, pero nunca rompió el silencio. Ni reconoció el crimen ni dijo qué había hecho con los restos de la víctima.
Las hipótesis sobre lo que pudo ocurrirle a la joven turista fueron muchas y de lo más variadas, pero las más firmes fueron tres: violación seguida de muerte, homicidio simple o que Anna, como la llamaban, hubiera sido capturada por una red de prostitución. Todas esas líneas investigativas, sin embargo, terminaron encerradas en el mismo callejón sin salida.
“Mi esposa y yo dijimos que preferíamos que no fuera a determinadas partes de Sudamérica como Colombia, donde hay severos problemas….”, dejó la frase en suspenso Jurg Würgler, su papá, en diálogo con TN, cuando Annagreth llevaba recién cuatro meses desaparecida. Y remarcó: “Pero no a la Argentina, no teníamos miedo de que viniera a la Argentina”.
El principio del misterio
La reconstruccción de los últimos momentos con vida de Annagreth se conocieron durante el juicio oral. Los investigadores dieron por probado que la turista suiza estuvo en Villa Unión el 27 de agosto y pasó por la comisaría de Patquía, donde pidió permiso para instalar su carpa en el patio trasero y dormir allí esa noche.
Al día siguiente siguió su camino hacia el paraje El Chiflón y acampó al lado de la casa de un comerciante. Pero su objetivo era llegar al Parque Nacional Talampaya, por lo que con las primeras luces del 29 de agosto se montó nuevamente en su bicicleta y se dirigió a ese lugar. El azar la cruzó con una camioneta roja a la altura del kilómetro 114 de la ruta 76.
El vehículo pertenecía a Alcides Cuevas, un conocido empresario hotelero de la provincia, pero quien manejaba era Walter Narváez. Al parecer, cansada después de pedalear durante horas, la bióloga suiza les pidió si podían acercarla hasta el camping de Pagancillo y pasó la noche en ese predio, administrado por el matrimonio formado por Amanda Gordillo y Mario Machuca.
En base a la declaración de los testigos, durante el trayecto Annagreth les contó a Cuevas y Narváez sobre sus intenciones de ir a Talampaya y al otro día el hotelero le ofreció llevarla ahí de excursión. En ese punto, comenzó el misterio.
Annagreth desapareció y Cuevas fue la última persona que la vio con vida. El juez Walter Sinesio Moreno se hizo cargo entonces de la investigación que, a medida que avanzaba, amplió las sospechas y complicó también a Gordillo y Machuca, los dueños del predio donde la suiza acampó por última vez y donde se encontraron después algunas de sus pertenencias. Sin embargo, no todo fue lo que parecía.
Las calzas y la navaja
Aunque la joven bióloga estaba sola cuando ocurrieron los hechos, su desaparición no pasó desapercibida. Su novio, Mattias Villiger, fue el primero en viajar al país con una foto de Annagreth y empezar a recorrer la provincia de La Rioja preguntando por ella. También hizo la denuncia y fue cuando intervino en el caso Sinesio Moreno.
“No fue fácil volver acá, pero estaba lleno de esperanza de contribuir al proceso”, decía en ese momento el suizo a la periodista Florencia Etcheves para TN. Los testimonios lo llevaron hasta el camping en donde había dormido su novia, y otros tantos aseguraron haberla visto el 30 de agosto en la camioneta roja con Cuevas y Narváez y más tarde solo con el primero en una plaza de Villa Unión.
La primera prueba relevante en la causa apareció justamente en la camioneta de Cuevas. En su interior, encontraron unas calzas de Annagreth, lo que derivó después en un pedido de detención no solo del empresario sino también de su chofer. Para la Justicia, la turista había sido asesinada en medio de un ataque sexual.
Con el correr de las horas apareció el segundo indicio macabro: una navaja con la inscripción grabada “Anna W.” que el propio Villiger reconoció que era de ella, al igual que la ropa hallada en la camioneta.
Así, la desaparición y femicidio de Annagreth tenía a cuatro personas bajo sospecha, aunque solo dos privados de su libertad. Gordillo y Machuca nunca fueron detenidos, porque más tarde se comprobó que el cortaplumas que apareció en su terreno había sido en realidad una prueba plantada. Pero ese, es otro capítulo de la historia.
“Ella ya no existe”
Acorralado, o asustado, Walter Narváez, el empleado del hotelero, declaró ante la Justicia y hundió a su jefe. El chofer contó que el 30 de agosto efectivamente viajaban los tres desde Pagancillo hacia la capital riojana, pero aseguró que antes de llegar a destino Cuevas le ordenó que descendiera del vehículo y se fue solo con la joven bióloga.
Al otro día, al no ver a Annagreth, Narváez dijo que le preguntó a Cuevas por ella y su patrón le respondió: “No la vas a ver nunca más en tu vida; ella ya no existe”. Y eso fue verdad. A Anna no la vieron más, ni el empleado del empresario, ni nadie.
“Pienso en ella cada día y duele mucho”, decía con los ojos empañados el novio de Annagreth, y agregó: “Me pone en una situación difícil, es lo que me hace buscar la verdad porque se lo debo a ella”.
El único condenado
Alcides Cuevas fue detenido ese mismo año y condenado recién en 2007 a la pena de a 18 años de prisión por el asesinato. Para los jueces, había sido él quien se fue en su camioneta con rumbo desconocido junto a Wurgler, la mató y después escondió el cuerpo y algunas de las pertenencias de la víctima.
“La desaparición de Annagreth Würgler no se debió a que hubiere decidido ausentarse o alejarse por su propia voluntad, sino que fue muerta por un tercero, y el autor de su muerte fue Cuevas”, fue la conclusión de los magistrados.
El fallo se basó en las declaraciones de los policías que atendieron a Annagreth en la comisaría Patquía, de los guías turísticos del parque El Chiflón y de un testigo clave, que indicaron que la turista suiza “era una persona muy seria, amable y que estaba muy contenta con su viaje”.
Estos testimonios se completaron con los correos electrónicos aportados por el hermano de Annagreth y por su novio, Mathias Villiger, en los que la víctima les dijo que “disfrutaba intensamente del viaje y que se sentía muy feliz”.
En cambio, la Justicia absolvió a Narváez, quien había llegado al juicio detenido y procesado como partícipe del homicidio, y dejó libres de culpa y cargo a Gordillo y Machuca, que nunca perdieron su libertad.
El juez asesino
El caso estaba cerrado. Pero cuatro años después, en abril de 2008, encontraron intacta la bicicleta de Annagreth en la provincia de San Juan y, el mismo día, detuvieron al juez riojano que había investigado el caso de la suiza desaparecida, Walter Sinesio Moreno, por liderar una banda delictiva que asesinó a un comerciante al que le debían dinero.
Así, Sinesio Moreno pasó de acusador a acusado y durante un allanamiento en sus oficinas se encontró otra prueba de la irregular investigación que había llevado a cabo con el caso de Wurgler. En ese procedimiento, encontraron en un cajón del juez el recibo del dinero que había pagado por la compra de una navaja y la grabación en su hoja de “Anna W”.
“Yo no tengo ninguna duda de que Moreno tenía la bicicleta escondida. La aparición, justo el día de su detención, es un mensaje que tal vez él quiera mandar, pero también prueba las irregularidades del proceso”, decía por entonces José Omar Vega Aciar, el abogado defensor de Cuevas, el único condenado por el crimen de la turista suiza.
Lo cierto es que el magistrado fue condenado a prisión perpetua por el asesinato del empresario Jorge Ormeño, dueño de la agencia de venta de autos de Villa Unión. Según, la reconstrucción del crimen, ocurrido en abril de 2008, el juez habría planeado un engaño para que el agenciero fuese a su juzgado. Allí, sus cómplices lo sorprendieron y lo golpearon en la cabeza.
El final
En 2016, luego de pasar 12 años preso y al cumplir las dos terceras partes de la condena, Cuevas recuperó la libertad. Actualmente, no quedan detenidos por el homicidio de la bióloga suiza, aunque existe la firme sospecha que indicaría que hubo más responsables. Annagreth sigue desaparecida.
Por Luciana Soria Vildoza / INFOBAE
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